Cinta de Moebio: Revista de Epistemología de Ciencias Sociales

Flores, R. 1997. Alcances para una conceptualización constructivista del concepto de acción social. Cinta moebio 2: 135-151

PDF


Alcances para una conceptualización constructivista del concepto de acción social

Approach to a constructivist scheme for the concept of social action

Rodrigo Flores Guerrero. Licenciado en Antropología. Departamento de Antropología. Universidad de Chile

Contextualizaciones

Desde muy antiguo se ha desarrollado el interés del hombre por dar cuenta, entender y explicar los fenómenos inherentes al mundo que se desenvuelve al interior de lo social. Por ejemplo, desde los tiempos de Aristóteles las dimensiones socio-políticas fueron consideradas como uno de los elementos más importantes en la sociedad ateniense, asociándose prontamente a las nociones de gobierno, autoridad o poder. Parte importante de estas conceptualizaciones se asientan en afirmaciones acerca de la naturaleza relacional del ser humano y terminan identificándose, posteriormente, con la misma sociedad (1).

Este interés por el conocimiento y explicación de los fenómenos humanos -y posteriormente por las formas instauradas y mayormente validadas de conocimiento occidental como es la ciencia y en especial las ciencias sociales- ha llevado a la proposición de múltiples definiciones y conceptualizaciones acerca de los acontecimientos que cotidianamente vivimos. La misma diferenciación interna y especialización temática de las disciplinas que se dedican al estudio de lo sociocultural, unido al aumento considerable de complejidad en su objeto de estudio, con el transcurrir del tiempo ha llevado a la revisión y reformulación de muchas de las definiciones y conceptos que se daban por conocidos y aceptados.

Ante ello, no es difícil identificar diferentes formulaciones explicativas que pueden ser enmarcadas de acuerdo al desarrollo de diferentes epistemologías. En este sentido, el término paradigma propuesto por Thomas Kühn hace ya más de tres décadas (2), al ser definido como "la completa constelación de creencias, valores, técnicas y así sucesivamente, compartidos por los miembros de una comunidad científica y denota un determinado caudal de enigmas y soluciones" (Kühn1971:269), sirve de base para explicar por qué el conocimiento sociocultural -incluyendo sus teorías y muchas de sus metodologías- han sido creadas, abandonadas y vueltas a recrear para abordar y explicar la vida en sociedad (3).

Las dimensiones anteriores sin lugar a dudas han contribuido a acrecentar la dificultad que poseemos muchos de los cientistas sociales, cuando deseamos hacer referencia a conceptos que tradicionalmente utilizamos, pero que al parecer no poseen una unidad interna, semejanza de posiciones, ni criterios que aseguren que todos entendemos lo mismo por medio de las mismas palabras. El concepto de acción social no parece escapar a esta norma. Concebida desde una innegable orientación antropológica, dependiente siempre de un(os) sujeto(s), orientada por determinados intereses y considerada como causa determinante de ciertos resultados, el estudio de la acción ha dominado desde antiguo el desarrollo de las ciencias sociales desde un punto ya sea restrictivo, normativo o teleológico.

Tradicionalmente, en nuestras disciplinas la acción hace referencia a un nivel de análisis sociocultural de complejidad reducida -o lo que se ha dado en denominar más bien nivel micro social- donde los actores humanos individuales hacen su aparición y son fácilmente identificables, por ejemplo en la caracterización de personas concretas con nombre y apellido. Es así como este tipo nominacional suele hacer referencia una especie de actor consciente y creativo que preocupa a muchos teóricos de la acción, pero también puede hacer referencia a un "actuante" menos consciente que interesa a los conductistas, a los teóricos del intercambio y a los teóricos de la elección racional.

Del mismo modo se añade una complejidad adicional, este tipo de conceptualizaciones no parecen poseer un elevado nivel de validez o generalización al interior de nuestras ciencias, ya que la acción también puede hacer referencia a la emergencia, presencia y actuación -deliberada o no- de determinadas colectividades y asociaciones de personas. Por ejemplo Alain Touraine (1977), desde sus propias conceptualizaciones teóricas, analiza a las clases sociales como actores. Este tipo de intelecciones en vez de solucionar un problema, en el caso de Touraine nominativo, parece más bien crear confusión, al hacer uso libre de conceptualizaciones reservadas a ámbitos micro sociales. Por ejemplo, si aceptamos que ciertas colectividades -clases sociales, grupos organizados, etc.- pueden ser leídos como actores actuantes, entonces ya no nos es posible equiparar la capacidad tradicional de acción de "la acción" -y sus correspondientes actores involucrados- a los fenómenos del nivel microsocial y de (co)presencia. Muy por el contrario, estamos hablando aquí de organizaciones, grupos organizados, sindicatos o clases sociales -un nivel sin lugar a dudas, más complejo de relaciones- que entran en juego "organizadamente" con otras organizaciones de la sociedad, y por lo tanto no ya en lo que tradicionalmente entendemos por acciones (4).

Como puede apreciarse el panorama no parece ser alentador para alguien que desee de una ciencia, por lo menos, una unidad de criterios en torno a sus terminologías y conceptualizaciones más significativas. La amplitud y libertad del lenguaje nos ha desbordado y lo hemos creado y recreado una y otra vez, para designar viejas o nuevas situaciones, desde nuestras particulares perspectivas teórico-investigativas, aplicaciones e intervenciones. A continuación realizaremos una revisión sucinta de una serie de autores que han desarrollado más o menos explícitamente intelecciones en torno al fenómeno que aquí nos preocupa. Debemos aclarar, sin embargo, que es algo que se encuentra totalmente alejado de nuestros interés el zanjar definitivamente, en estas páginas, un tipo de discusión como la propuesta, pero creemos que es tiempo de comenzar a visualizar con una nueva y refrescante mirada qué se ha entendido tradicionalmente por el concepto acción social, y del mismo modo hacia dónde consideramos nosotros debe ser conceptualizado como criterio de construcción científica de lo social. La invitación está hecha ¡construyámosla!

Primeras conceptualizaciones acerca de la Acción Social

Las primeras conceptualizaciones realizadas por nuestras ciencias acerca de lo que entendemos aquí como acción social, las encontramos en la obra sociológica de Emile Durkheim (1858-1917), quien de manera implícita pero lamentablemente sin detallar, la utilizó asociada a otras conceptualizaciones. Como muy bien sabemos, Durkheim en su intento por establecer una ciencia de carácter objetiva, propuso tratar a los fenómenos sociales como "cosas", de modo que el investigador tuviese una distancia adecuada de los acontecimientos que indudablemente le involucraban.

Para este autor, los cambios producidos en el nivel de los fenómenos sociales más complejos, como la sociedad misma por ejemplo, pueden producir -y de hecho producen- cambios en el nivel de la acción y la interacción individual. De este modo, puede observarse cómo se produce una relación de influencia unidireccional entre las grandes estructuras o sistemas sociales y los fenómenos que los involucran, en dirección hacia los niveles de menor complejidad social -o niveles micro- como puede ser denominada a la acción e interacción.

En Durkheim es posible encontrar una dicotomía en la naturaleza de la acción y la interacción, pues ambas resultan ser bastante diferentes según el tipo de sociedad que nos encontremos observando, las ya clásicas distinguidas por él, sociedades con solidaridad mecánica y las que presentan solidaridad orgánica. En una sociedad con solidaridad mecánica, por ejemplo, un individuo suele enfurecerse sobremanera ante la violación de la conciencia colectiva del grupo, y actuar de forma inmediata y agresiva en contra del violador. Muy por el contrario, un individuo en una sociedad que posee un tipo de solidaridad orgánica suele adoptar una actitud más bien moderada, recurriendo a las instituciones que la misma sociedad ha establecido para estos fines, como pueden ser los tribunales de justicia por ejemplo. Como podemos observar, este autor presenta así un determinado tipo de acción de acuerdo a la sociedad que nos encontremos observando.

En otro de sus famosos escritos denominado "El Suicidio", el supuesto durkheimniano subyacente en el análisis de las tasas de suicidio es que la naturaleza de la acción y la interacción individual varía como resultado de las variaciones en las corrientes sociales. Durkheim vinculó los cuatro tipos de suicidio a saber: egoísta, altruista, anómico y fatalista, con el grado de integración y regulación que presentaba la sociedad donde aparecían. De este modo, se puede observar cómo la integración hace referencia al grado en que se comparten los sentimientos colectivos; en el suicidio altruista se relaciona con un alto grado de integración, mientras el egoísta se asocia a un grado bajo de este fenómeno. La regulación aquí se refiere al grado de constricción externo sobre las personas. El suicidio fatalista está conectado con niveles altos de regulación, y el anómico con bajos.

Una de las críticas que habitualmente se le pueden adjudicar a Durkheim en esta obra, es que empleó las tasas de suicidio como medidas acumulativas de los cambios en el nivel individual de las personas, pero no se analiza adecuadamente la naturaleza misma de esos cambios. Una respuesta a lo anterior puede señalarse indicando que este autor apenas analizó la acción y la interacción individual, dando una orientación preferente por los fenómenos macro de la sociedad y cómo éstos influían en los niveles personales de los individuos.

Un autor que sí tomó en cuenta el concepto de acción social de manera explícita fue Max Weber (1864-1920). Como puede desprenderse de los estudios weberianos, podemos señalar con propiedad que todo el estudio de lo social se remite y puede ser abordado por medio del concepto de acción.

Weber utiliza en su metodología el tipo ideal para aclarar el significado de la acción, identificando cuatro tipos básicos de racionalidad -que sin embargo, a nuestro entender, se refieren categóricamente a diferentes tipos de acción- en un continuum que va desde las sociedades más simples hacia las más complejas sin dejar de considerar la coexistencia de ellas. El interés de este autor iba mucho más allá de las orientaciones fragmentarias de la acción; su principal preocupación la constituyeron las pautas y las regularidades de la acción dentro de las civilizaciones, instituciones, estratos, clases y grupos.

El primer tipo de racionalidad es con arreglo a fines o acción que se encuentra "determinada por expectativas en el comportamiento tanto de objetos del mundo exterior como de otros hombres, que utilizan estas expectativas como ‘condiciones’ o como ‘medios’ para el logro de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos" (Weber 1968:24). El segundo tipo es la racionalidad con arreglo a valores, o acción que "está determinada por las creencias conscientes en el valor -ético, estético, religioso o de cualquier otra forma como se lo interprete- propio y absoluto de una determinada conducta, sin relación alguna con el resultado" (Weber1968:24-25). La acción afectiva está determinada por el estado emocional del actor. Y la acción tradicional está determinada por los modos de comportamiento habituales del actor y sus costumbres (5).

Este autor diferenciaba claramente dos conceptos como son la acción y la conducta puramente reactiva. Es Weber quien por primera vez introduce en ciencias sociales el concepto de conducta para hacer referencia al comportamiento automático que implican procesos no pensados en los actores sociales; de modo que un estímulo se presenta -y correlativamente la conducta se origina- con escasísima intervención entre estímulo y respuesta. La conducta, en este sentido, parece más bien asociarse a condiciones de tipo automáticas e instintivas, como las que presentan animales gregarios, las cuales resultan ser producto de su propia herencia genética que les impele a comportarse de forma determinada. Este tipo de comportamiento, como es presumible, careció de interés para la sociología de Weber, pues se encontraba más preocupado de la acción, la cual supone claramente la intervención de procesos reflexivos -y en la acción resultante significativa- entre el origen de cierto estímulo y la conclusión de la respuesta expresada.

A pesar que este autor presentó un gran interés por los procesos mentales, sin embargo les dedicó poca atención. Muy por el contrario, concordó con Durkheim en señalar a la psicología como base sociológica de la acción. En su teoría de la acción, el propósito weberiano se dirige a los individuos y a las pautas y regularidades de su acción, no en la colectividad o los fenómenos macro. De este modo "La acción, como orientación subjetivamente comprensible de la propia conducta, sólo existe para nosotros como conducta de una o varias personas individuales" (1968:13). De este modo se encontraba preparado para admitir que, para algunos propósitos, tenemos que tratar las colectividades como individuos, "pero para la interpretación comprensible de la sociología, sin embargo, estas formaciones no son otra cosa que desarrollos y entrelazamientos de acciones específicas de personas individuales, ya que tan sólo éstas pueden ser sujetos de una acción orientada por un sentido" (1968:13).

Como hemos podido apreciar en las citas anteriores de la obra de este destacado autor, a la sociología de la acción le compete -en último término- el estudio de los individuos y no el de las colectividades. Una de las principales críticas que pueden hacérsele a Weber en este sentido, es precisamente llevar a la acción a términos individuales, subjetivos y al mismo tiempo considerarla el elemento irreductible de todo análisis social (6). Muy por el contrario, nosotros nos encontramos en posición de discrepar con estas formulaciones al considerar que, por el hecho mismo de ser social, la acción no puede remitir a la individualidad, pues lo lleva a términos estrictamente personales e incluso por qué no decirlo psíquicos. Recordemos que etimológicamente individuo significa la propia persona u otra con abstracción de los demás, que niega categóricamente y excluye la posibilidad de dar cuenta de "lo social", precisamente al hacer abstracción de "los demás" (7).

La Fenomenología y la Hermenéutica

Una consideración fenomenológica (8) de la acción social lo encontramos en los importantes aportes e influencias desarrolladas por Alfred Schütz (1899-1959). Para Schütz las ciencias sociales deben tratar de explicar lo que realmente sucede en el mundo social de nuestra vida cotidiana, describiendo las experiencias de sentido común. El científico, entonces, debe volver la mirada hacia el hombre olvidado, el actor en el mundo social, de modo que la pregunta habitual del investigador "¿qué significa este mundo social?" sea reemplazada por la pregunta "¿qué significa este mundo social para el actor, que está en él y es observado?" El foco de atención pasa a ser el sentido común en que se expresa la percepción del individuo acerca del mundo social en que se desenvuelve. Las ciencias humanas trabajan como hechos que tienen un sentido y están insertos en un sistema de relevancia dado por los propios actores, y que es anterior al investigador, lo que marca una profunda diferencia con los hechos que tratan las ciencias naturales, que no son pre- interpretados desde ellos mismos.

La investigación científica en este campo debe recoger esa pre-interpretación del mundo que es dada mediante construcciones de sentido común por las personas que participan en ese mundo. Debe estudiarse la realidad directamente, tal como es experimentada por los actores, investigando las construcciones de sentido común -conceptos y juicios de los mismos actores, que expresan sistemas de significación y jerarquías de relevancia con los cuales describen e interpretan las situaciones que viven- que aquellos elaboran y manejan. Debe advertirse que la conducta de esos actores no podría ser interpretada sin considerar esos elementos que intervienen decisivamente en la orientación de esa conducta. Las categorías y modelos de las ciencias humanas vienen a ser construcciones de segundo grado, que se edifican sobre la experiencia de sentido común, subrayando lo esencial y común a diversas situaciones. La teoría debe reflejar la estructura y contenido de la realidad vivida.

A nivel micro social Schütz logró identificar cuatro reinos diferentes en los cuales se encuentra inserta la vida en sociedad, cada uno de los cuales debe considerarse como una abstracción social, siendo distinguibles por su grado de inmediatez -es decir el grado en que las situaciones se encuentran al alcance del actor-y determinabilidad -grado en que el actor puede controlar esas situaciones. Los reinos son el Umwelt -la realidad social directamente experimentada- , el Mitwelt -la realidad social indirectamente experimentada- , el Folgewelt- el reino de los sucesores- , y el Vorwelt -el reino de los predecesores (9).

El mundo social que este autor privilegia es el Umwelt, pues implica lo que Schütz denomina "asociados" o personas implicadas en relaciones cara a cara. Esta idea es "aplicable por igual a una charla íntima entre amigos y a la copresencia de extraños en un vagón de ferrocarril" (Schütz 1973:16), en este sentido el Umwelt posee un carácter e intensidad únicos: "...Cada copartícipe interviene en la vida en curso del otro, puede captar en un presente vívido los pensamientos del otro tal como este los construye, paso a paso. Así, cada uno de ellos comparte anticipaciones del futuro del otro -planes, esperanzas o ansiedades. En resumen, cada uno de los asociados se halla implicado en la biografía del otro; envejecen juntos; viven, por decir así, en una pura relación- nosotros" (Schütz 1973:16-17). Las relaciones-nosotros se definen por un grado relativamente alto de intimidad, la cual se encuentra influenciada por el conocimiento de los actores de las biografías personales de cada uno. Del mismo modo constituye una relación cara a cara, en la que los copartícipes son mutuamente conscientes de ellos mismos y participan solidariamente en las vidas de cada uno durante algún tiempo, por corto que éste sea (Schütz 1972). La relación-nosotros implica la conciencia de los participantes y a la vez los modelos de acción e interacción que caracterizan la interacción cara a cara.

Según la obra de Schütz, la inmediatez de la interacción tiene dos implicancias para las relaciones sociales. Primero, en una relación-nosotros, a diferencia de lo que ocurre en una relación-ellos, existen muchos indicadores de la experiencia subjetiva de otros. La inmediatez permite a cada actor penetrar en la conciencia del otro. Segundo, cuando entablamos cualquier relación social, un individuo tiene un conocimiento típico del otro. Sin embargo, en un proceso continuado de interacción cara a cara, las tipificaciones del otro son comprobadas, revisadas, reformuladas y modificadas; es decir, la interacción con otros modifica necesariamente las tipologías. Schütz, en este sentido, era consciente de que existía una considerable interrelación entre los actores en el curso de las relaciones-nosotros. Las personas ponen a prueba diferentes líneas de acción con otras, abandonan rápidamente las que provocan reacciones hostiles y utilizan las que son aceptadas. Del mismo modo. también pueden encontrarse en situaciones en las que sus recetas no funcionen y verse en la necesidad de crear líneas de acción apropiadas y efectivas.

En el ámbito de las relaciones-nosotros la mayoría de las acciones se realizan cotidianamente de acuerdo con recetas. Las personas generalmente no reflexionan sobre lo que hacen o sobre lo que hacen otros. Sin embargo, cuando se topan con problemas, pensamientos y acciones inadecuados, se ven en la obligación de abandonar sus recetas y reflexionar sobre lo que sucede para crear una respuesta apropiada. En el Umwelt los actores son libres y por ello es difícil de analizar desde un punto de vista científico, pues las personas y sus acciones no suelen estar tipificadas. Sin embargo las personas utilizan tipificaciones de otras personas y de sus pautas de acción. El resultado es que el científico social puede, sin estar excento de dificultad, construir modelos racionales de ese mundo que suele ser irracional, los cuales pueden usarse para comprender mejor la vida en el Umwelt y el modo en que las personas se conducen realmente. En el Umwelt se crean las tipificaciones utilizadas en la vida cotidiana, siendo la fuente principal de los constructos de primer orden.

El Mitwelt es el aspecto del mundo social donde las personas tratan solamente con "personas tipo" o con grandes estructuras sociales, en lugar de actores reales. Las personas se ajustan a estos tipos o estructuras, pero no son experimentados directamente. Mientras en el Umwelt las personas coexisten en las mismas coordenadas de tiempo y espacio, en el Mitwelt las distancias espaciales hacen imposible la interacción cara a cara. Si la situación espacial cambia y las personas se acercan unos a otros, entonces se hace posible la interacción cara a cara, pero si eso no ocurre entonces hemos regresado al Umwelt. Las personas que una vez estuvieron en mi Umwelt, pueden alejarse de mí y, en última instancia, debido a la distancia espacial, convertirse en parte del Mitwelt, por lo cual existe una transición gradual del Umwelt al Mitwelt a medida que las personas se alejan unas de otras espacio-temporalmente.

Las relaciones-ellos, que se encuentran en el Mitwelt, se caracterizan por la interacción con contemporáneos impersonales, el tipo que vende boletos del metro por ejemplo, en lugar de asociados, un amigo personal o un pariente, por lo cual los pensamientos y las acciones de las personas se rigen por tipificaciones anónimas. En un relación-ellos pura, los esquemas de conocimiento típicos usados para definir otros actores no pueden modificarse. Como no actuamos con personas reales sino con contemporáneos impersonales, la información que difiere de nuestras tipificaciones no nos es dada, las nuevas experiencias no son constitutivas de la relación-ellos. Las tipificaciones culturales determinan la acción, y no pueden ser modificadas por los pensamientos y las acciones de los actores en una relación-ellos (10).

Al interior del paradigma hermenéutico (11), la obra de Anthony Giddens resulta ser ampliamente conocida, al intentar integrar la acción social, percibida en un nivel sociocultural micro, y la estructura o los sistemas ubicadas en un nivel de análisis macro. Este autor presentó su teoría en la década de los años setenta, pero su forma más desarrollada la expone en su libro la constitución de la sociedad (1984) subtitulada, bosquejo de una teoría de la acción. Aquí, Giddens señala que toda investigación que se desarrolle en ciencias sociales o en historia, se ha preocupado por la relación entre la acción y la estructura, y que en ningún caso la estructura "determina" la acción o viceversa. Para tal efecto, toma en consideración una amplia gama de teorías que parten bien del actor-individuo o de la sociedad-estructura y rechaza en forma tajante ambas posiciones extremas. Antes bien indica que el análisis social debe partir de las prácticas sociales recurrentes; de esta forma afirma que "De acuerdo con la teoría de la estructuración, el dominio básico del estudio de las ciencias sociales no es ni la experiencia del actor individual, ni la existencia de cualquier forma de totalidad social, sino las prácticas sociales ordenadas a través del tiempo y en el espacio" (1984:2).

En el centro de su teoría, Giddens dirige su mirada hacia las prácticas sociales, de modo que su objetivo es establecer una teoría de la relación entre acción y estructura, donde ambas no pueden concebirse por separado, pues son las dos caras de una misma medalla. Toda acción social implica estructura, y toda estructura implica acción social, ambas se encuentran intrincadas en toda actividad o práctica humana. El punto de partida del análisis social debe basarse en la observación de las prácticas humanas recurrentes, es decir las actividades que no son creadas por los actores sociales, sino continuamente recreadas por ellos a través de los diversos medios por los que se expresan a sí mismos como actores. De este modo, no es la conciencia la que mediante la construcción social de la realidad produce las actividades, ni es la estructura social la que las recrea; antes bien, en su expresión como actores, las personas se implican en la práctica, y mediante ella se producen la conciencia y la estructura (12).

Los actores sociales en esta teoría, poseen capacidad de racionalización, lo cual implica el desarrollo de rutinas que les capacitan para manejarse eficazmente en la vida social. Los actores también tienen motivaciones para actuar, y estas motivaciones implican deseos que impulsan la acción. Así, mientras la racionalización y la reflexividad están constantemente implicadas en la acción, es más apropiado considerar que las motivaciones son potenciales para ella. Las motivaciones proporcionan planes generales para la acción, pero la mayor parte de la acción no está directamente motivada. Aunque esta acción no está motivada y nuestras motivaciones suelen ser inconscientes, las motivaciones desempeñan un importante papel en la conducta humana (13).

Del mismo modo, Giddens hace una distinción importante entre conciencia práctica y discursiva. La conciencia discursiva es la capacidad de expresar con palabras la cosas. La conciencia práctica implica sólo lo que hacen los actores y no entraña su capacidad de expresar lo que hacen con palabras. Este último tipo de conciencia es la más importante en la teoría de este autor, en cuanto muestra un interés primordial por lo que se hace más que por lo que se dice. De este modo la teoría se desliza hacia lo que los agentes de la acción hacen realmente "La capacidad de acción sugiere la existencia de eventos perpetrados por un individuo. Lo que ocurrió no hubiera ocurrido sin la intervención de ese individuo" (Giddens 1984:9). Como podemos apreciar se concede una enorme importancia a la capacidad de acción.

El tiempo y el espacio constituyen variables cruciales en la teoría de Giddens. Ambas dependen de si las otras personas están presentes temporal o espacialmente. La condición primordial es la interacción cara a cara, en la que los otros están presentes en el mismo tiempo y espacio. Sin embargo, unos sistemas sociales se extienden en el tiempo y el espacio, mientras que otros dejan de estar presentes. Este distanciamiento en términos espacio-temporales es cada vez más posible en el mundo moderno debido a sus nuevas formas de (tele)comunicación y transporte.

En su acento sobre la acción, Giddens atribuye un gran poder al agente, pues tienen la capacidad de introducir cambios en el mundo social. Es más los agentes no tienen sentido alguno si carecen de esas capacidad; es decir un actor deja de ser un agente si pierde la capacidad de introducir cambios. Por supuesto, este autor reconoce la existencia de constreñimientos sobre los actores, pero ello no significa que no tengan elección ni puedan transformar situaciones. Para Giddens la acción posee el poder o capacidad para transformar situaciones, atribuyéndoles un gran poder al actor, y oponiéndose a la vez a teorías que se desvían de esta orientación y asignan más importancia a las intenciones, como puede ser el caso de la fenomenología, o a las estructuras externas, como es el caso del estructural funcionalismo.

Hacia un paradigma sistémico del concepto Acción Social

Uno de los más importantes teóricos sociales estadounidenses de nuestro siglo es Talcott Parsons (1902-1979). Este autor se vio profundamente influenciado por las tradiciones teóricas de Alfred Marshall, Vilfredo Pareto, Emile Durkheim y Max Weber, por lo cual no es de extrañar que la primera obra de importancia de Parsons, La estructura de la acción social, se centra fundamentalmente -como versa su título- en la teoría de la acción bajo la influencia de estos importantes autores europeos. La teoría de la acción, como vimos anteriormente, tiene su origen en la obra de Max Weber, quien se basó en ciertos supuestos sobre los actores y la acción, centrando su interés en el análisis de las constricciones estructurales y culturales que se producen sobre los actores. En lugar de ocuparse de ese aspecto, la teoría de la acción parsoniana se sitúa en el nivel del pensamiento y la acción individuales. Lo vemos en el resumen que Roscoe Hinkle hizo de los principios de la teoría de la acción:

  1. Las actividades sociales de los hombres se derivan de su conciencia de sí mismos (como sujetos), de otros, y de las situaciones externas (como objetos).
  2. Como sujetos, los hombres actúan para alcanzar sus intenciones, propósitos, ambiciones, fines, objetivos y metas (subjetivos).
  3. Utilizan los medios, técnicas, procedimientos, métodos e instrumentos adecuados.
  4. Sus cursos de acción están limitados por condiciones o circunstancias inalterables.
  5. Cuando ejercen su voluntad o juicio, eligen, sopesan y evalúan lo que harán, lo que hacen y lo que han hecho.
  6. Recurren a patrones, reglas o principios morales para tomar decisiones.
  7. Todo estudio de las relaciones sociales requiere que el investigador use técnicas subjetivas tales como la verstehen (Weber), la reconstrucción empática o imaginativa, o la experiencia vicaria (Hinkle 1963:706-707).

Parsons sintió la necesidad apremiante de distinguir la teoría de la acción tal como él la entendía, del conductismo, cosa que no hizo necesariamente George Mead. De hecho, para ser mucho más claros, escogió el término acción porque tenía una connotación absolutamente diferente a la de conducta. Conducta implica más bien una respuesta mecánica a los estímulos, mientras acción entraña un proceso mental activo y creativo, tal como lo había señalado Weber (14). Tres conceptos yacen en el núcleo de la teoría de la acción de Parsons: el acto unidad, el voluntarismo y la verstehen. El fenómeno más básico de la teoría de la acción es el acto unidad, que se define por sus cuatro componentes.

  1. Implica la existencia de un actor.
  2. El acto unidad supone un fin, o un estado futuro hacia el que se orienta la acción.
  3. La acción tiene lugar en una situación que entraña dos elementos: las cosas que el actor no puede controlar (condiciones) y las que puede controlar (medios).
  4. Las normas y los valores sirven para determinar la elección del actor, de los medios para alcanzar fines (Parsons, 1937) (15).

Estrechamente vinculado al concepto de acto unidad se encuentra la noción de voluntarismo, que hace referencia a las elecciones que hacen los actores en las situaciones sociales en las que se encuentran. Esto no significa que los actores sean completamente libres al hacer su elección, antes bien implica una mente, conciencia, e individuos que se encuentran constantemente tomando decisiones.

Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, la obra teórica de Parsons abandonará los tres conceptos centrales de su primera obra: el acto unidad, el voluntarismo y la verstehen (16). Para quien haya leído a este autor, el acto unidad yace en el núcleo mismo de La estructura de la acción social, pero sin embargo desaparece con el transcurrir del tiempo y a medida que desarrolla su teoría. En El Sistema Social (1988), por ejemplo, el acto unidad aparece mencionado tan sólo tres veces, como constituyendo aún la unidad básica de su teoría, pero para los fines del análisis de niveles inferiores de los sistemas sociales, resulta adecuado hacer uso de una unidad de orden más alto que el acto, a saber, el status-rol, el cual pasa a convertirse en la unidad más significativa del sistema social.

Sin embargo, es bastante claro que el acto unidad y el estatus-rol son dos fenómenos conceptualmente diferentes que hacen alusión a distintas dimensiones. El acto unidad hace referencia explícita de los actores y a la acción, mientras el status-rol se refiere a las posiciones (de un actor) dentro de una estructura de interacción. De igual modo se puede observar cómo Parsons abandona también el voluntarismo, la elección individual de los actores sociales, y también el concepto de verstehen para centrarse más bien en las normas, los valores, las disposiciones de necesidad y las orientaciones de los actores hacia las situaciones (17). En esta nueva conceptualización, los actores sociales usan el marco de las orientaciones motivacionales para analizar los fenómenos sociales que les interesan. De gran importancia resulta ser, como puede apreciarse, el grado en que los fenómenos representan satisfacción real o potencial y sus disposiciones de necesidad. Este proceso implica tres dimensiones:

  1. Los actores analizan una situación determinada de manera cognoscitiva. Es decir, localizan los fenómenos sociales, los diferencian de otros, los relacionan con clases generales de objetos, determinaba sus características, y determinan las funciones reales o potenciales del fenómeno.
  2. Los actores deben sopesar el significado catético del fenómeno social.
  3. Y por último, deben decidir la cantidad de afecto o emoción a invertir en un fenómeno, la cual gratifica o priva a los actores en términos de sus disposiciones de necesidad.

En términos sucintos, los actores realizan un proceso evaluativo por medio del cual determinan cómo distribuir sus energías para obtener la gratificación máxima y la privación mínima. Este proceso de la orientación motivacional concierne a la conciencia en gran medida, sin embargo no es un proceso consciente, pues las normas y valores lo modelan en mayor medida.

Del mismo modo, debemos señalar que Parsons utilizó los tres modelos de orientación motivacional y de valor, a saber: cognoscitivos -que ayudan al actor a decidir si la información, observaciones y situaciones son importantes; evaluativos -que permiten valorar el grado de adecuación y coherencia de la cantidad de energía catética que debe ser invertida en los distintos fenómenos sociales; morales -que permiten a los actores sopesar las consecuencias de sus acciones para la integridad de una interrelación entre la personalidad y los sistemas sociales-para desarrollar cuatro tipos básicos acción.

  1. Acción intelectual. La acción intelectual implica tomar en consideración los intereses motivacionales cognoscitivos y modelos cognoscitivos de valor;
  2. Acción expresiva, la cual combina intereses catéticos y modelos evaluativos;
  3. Acción moral. La acción moral toma en consideración los intereses evaluativos y modelos morales;
  4. Acción instrumental, la cual se refiere a las metas futuras influenciadas por los intereses catéticos, modelos y medios de evaluación para alcanzar las metas determinadas por modelos cognoscitivos.

En la teoría de la acción social a nivel más fundamental, Parsons tomó en cuenta lo que pasó a denominar pautas variables, las cuales son un conjunto conceptual de cinco elecciones dicotómicas de acción que los actores pueden hacer en una situación dada, por lo cual constituyen herramientas para analizar procesos conscientes. Las pautas variables son elecciones universales que hace un actor antes de que la situación tenga un significado determinado, por lo cual abordan el problema de la orientación que posee un actor hacia una situación específica (Parsons 1988). Dentro de las pautas variables encontramos:

  1. Afectividad / neutralidad afectiva. Aquí podemos observar los problemas actitudinales de qué es lo que sentimos hacia un fenómenos social, y la cantidad de emoción o afecto que vamos a invertir en él.
  2. Especificidad / difusidad, hace referencia al problema actitudinal de orientarnos hacia una parte o hacia el todo del fenómenos social.
  3. Universalismo / particularismo, o el problema de cómo categorizar los fenómenos sociales, sea en modelos generales universales o más emocionales y específicos.
  4. Adquisición / adscripción, donde se definen los fenómenos sociales de acuerdo con lo que está adscrito en ellos o definirlos de acuerdo a lo que es adquirido.
  5. Sí mismo / colectividad, el cual hace referencia a la disyuntiva entre persecución de los intereses propios o los compartidos con otros miembros de la colectividad.

Del mismo modo, el sistema general de la acción de Parsons se encuentra compuesto por cuatro dimensiones interdependientes que actúan conjuntamente: la dimensión biológica, la dimensión psicológica, la dimensión social, y la dimensión cultural. Bajo el influjo de estas cuatro dimensiones se produce el concatenamiento de las actos unitarios descritos con anterioridad, los cuales son los que constituyen el sistema de acción.

  1. Dimensión biológica incluye los procesos bioquímicos, base de la vida humana.
  2. La dimensión psicológica considera los temas motivacionales, tales como la personalidad, etc.
  3. La dimensión social se encuentra compuesta por las reglas, convenciones, normas y nociones de integración y equilibrio.
  4. La dimensión cultural contiene los elementos que dan sentido a la acción.

Estos cuatro elementos pueden, del mismo modo, equipararse al ya famoso esquema AGIL para el subsistema social.

Sistemas Biológicos

Adaptation

Sistema de Personalidad

Goal Attainment

Sistema Cultural

Latency

Sistema Social

Integration

Como sabemos, todo el sistema social será analizable a partir del esquema AGIL, por lo cual puede ser entendido como una lógica teórica más bien autoclausurada. El AGIL es un constructo que implica un determinado método de constitución del objeto y no del objeto en sí, lo cual quiere decir que la sociedad (y el sistema acción) no es AGIL, sino más bien la teoría que da cuenta de la realidad. Sin embargo, posteriormente la teoría se convierte en un prerrequisito funcional insalvable para la constitución de lo social, sin lo cual el sistema no puede mantenerse y su viabilidad peligra a todas luces. Desde nuestra perspectiva, la matriz explicativa se reifica al interior de la sociedad, y ahora no podemos saber si es un constructo teórico necesariamente construido que debe ser mantenido o es más bien una distinción de lo social (18).

Uno de los más destacados cientistas sociales contemporáneos europeos es Niklas Luhmann (n.1927), quien construye una teoría general de la sociedad partiendo desde una concepción epistemológica constructivista acerca de los fenómenos sociales, para entroncarlos rápidamente con formulaciones sistémicas funcionalistas-estructurales. Para Luhmann ante la infinita complejidad del "mundo", sea ésta cuantitativa o cualitativa (19), los sistemas sociales tienen por funcionalidad reducir la complejidad, y pueden ser entendidos como poseedores de un orden que selecciona relaciones de entre todas las relaciones posibles. Siempre los sistemas disponen de menores posibilidades que las de sus entornos, en este sentido constituyen complejidad reducida, de modo que las interacciones, los grupos sociales, las organizaciones formales e informales y los sistemas parciales como la economía, la política, la religión, el arte, la ciencia, etc. se distinguen de sus respectivos entornos en tanto constituyen diseños simplificados de selecciones que ellos mismos realizan (20).

Según la conceptualización luhmanniana se está en presencia de un sistema social cuando una pluralidad socialmente constituida -sean ellos roles, grupos, organizaciones, países, etc.- opera y se reproduce a través de relaciones tipificadas que se han ido seleccionando en el curso de su misma relación. Estas vinculaciones están constituidas por comunicaciones con sentido, las cuales tienen en común la función de controlar y canalizar, en algún grado, la variedad potencial disponible en toda actividad humana y social, evitando así que los nuevos encuentros o relaciones tengan que partir siempre de la total incertidumbre (21) (Rodríguez y Arnold 1991).

En el caso concreto de la problemática que aquí nos aqueja, Luhmann considera que la acción social ha sido mal entendida e interpretada por las teorías tradicionales desarrolladas por las ciencias sociales, las cuales le han dado, no se sabe por qué motivo -a parte de la tradición- el estatus de ser el elemento constitutivo e indisoluble por la cual la sociedad se recrea (22).

En este sentido podemos hacernos la siguiente pregunta bastante válida ¿de qué modo se constituye la unidad de la acción?. Las intenciones no pueden ser una respuesta válida pues ellas son, sin más, unidades psíquicamente definidas y claramente delimitadas, por lo cual remite a sistemas personales y no a sistemas sociales. Del mismo modo la relación de un sujeto con un objeto tampoco satisface completamente, pues ella parece más bien una relación tradicionalmente epistemológica. En otra conceptualización, Weber supuso que la acción puede entenderse y explicarse utilizando las categorías de finalidad y medios, y Parsons se apoyó en él (23). Sin embargo, Luhmann no considera válido este punto de partida y señala que la acción no puede desempeñar un papel tan preponderante en las ciencias sociales y propone por el contrario a la comunicación -y no a la acción- como objeto de análisis elemental propio de lo social (24).

En este sentido, la acción no puede seguir concibiéndose haciendo referencia a los sujetos-personas, como si se tratara de un concepto solo y aislado. Por el contrario, es necesario pasar del concepto de acción como elemento puntual a la consideración de los diferentes sistemas de acción que se dan en una sociedad. Tomando esta variante en cuenta, ahora ya no resulta posible aceptar la primacía del sujeto-persona sobre la acción. Tampoco se puede aceptar el carácter de causa que, cotidianamente, se le atribuye; más bien las nuevas intelecciones permiten observar al sistema-acción como un ámbito que puede dar lugar a muchas posibilidades diferentes y que crea constantemente posibles alternativas de acción, por lo cual cada uno de ellos es diferente de otro de acuerdo a las comunicaciones que establezcan.

Del mismo modo podemos preguntarnos qué diferencia a la sociedad de la interacción, la cual parece confundirse en la construcción parsoniana. Sociedad e interacción pueden ser entendidos si los tomamos dentro de un continuum en el cual se encuentra inserta la realidad de la comunicación social. Desde luego, esto no significa que la interacción en un cierto sentido quede fuera de la sociedad. La interacción realiza a la sociedad, pero de manera que en ella se producen ciertos límites entre el específico sistema de interacción y su entorno dentro de la sociedad (25). Ya que ninguna interacción puede realizar en sí misma todas las comunicaciones socialmente posibles y ya que nunca se puede verificar el que todos los interlocutores estén siempre y totalmente presentes, en las mismas sociedades más simples ya se produce una diferencia entre sistemas de interacción y sistemas societales. Para dejar más claro lo anterior, sin ninguna interacción no habría ninguna sociedad y sin sociedad tampoco existe la experiencia de la doble contingencia (26).

Resumiendo lo dicho hasta el momento, podemos indicar que el concepto de acción presente en la tradición social no resulta ser lo suficientemente adecuado como para poder abarcar la enorme complejidad que pretende enfrentar, y por lo tanto, desde ahora en adelante no puede ser considerado un instrumento de análisis válido. La escasa complejidad del concepto ha obligado a permanecer en un nivel de explicación de los fenómenos sociales que podríamos denominar como "elemental", pues se ha recurrido constantemente a consideraciones de tipo moral y ético, centrado la observación en los motivos de la acción, en los intereses de las personas o grupos, en los fines que pretenden ser alcanzados por un "agente" y de las intenciones que manifiesten las personas, como hemos podido dar cuenta en esta sucinta revisión que diferentes teóricos le han dado al concepto aquí tratado.

Sin embargo, para hacer justicia, Luhmann no se limita ya a criticar el concepto clásico de acción, sino que pretende fundar las bases para el establecimiento de un nuevo concepto que contenga un mayor nivel informativo. Para ello emplea las nociones de contingencia, selección, conexión y tiempo, los cuales le permiten elaborar una teoría de la acción que resulte ser más eficaz al abordar la enorme complejidad de la sociedad moderna. En este sentido, toda acción sirve para mantenerse estructuralmente en un mundo complejo, es decir se actúa para enfrentarse a la complejidad del mundo, para enfrentar el exceso de relaciones que el mundo ofrece al que actúa, y para poder mantenerse a sí mismo en ese mundo. La acción, en este sentido, debe ponerse siempre en conexión con la complejidad del mundo y su finalidad es la de enfrentar esa complejidad para poder mantenerse a sí misma.

Como todo sistema, las interacciones se constituyen a través de una diferencia (27). Para el caso de los sistemas interaccionales su principio de diferenciación y de formación de límites con respecto a su entorno se da en las siguientes condiciones: a) presencia simultánea de a lo menos dos individuos participantes, b) su unión por la selección y manejo de un sistema cerrado de temas comunes, c) por medio de los cuales se mantiene el nivel de conectividad mutua requerido para la estabilización temporal de la relación y d) que están en permanente autoconstrucción y automodelación (Rodríguez y Arnold 1991).

El problema de la contingencia ocupa un lugar central en la obra teórica de Luhmann (28). Este principio tiene una formulación explícita en la obra de Parsons para quien, en todo momento de la acción y de los sistemas sociales debe estar presente. Según este autor en toda situación interactiva se presupone que cada uno de los participantes es, al mismo tiempo, agente actuante y objeto de actuación para sí y para otros, por lo cual es altamente improbable que se produzca algún tipo de relación social, es decir se encuentran sometidos a un doble proceso contingente. Para encontrar un punto de resolución a este problema, Parsons supone la existencia de un "sistema simbólico compartido" por quienes participan en la acción, lo que permite resolver positivamente esta situación.

Luhmann se aparta del camino parsoniano al no admitir la existencia de una referencia que, como es el caso del sistema simbólico, anule la apertura inaugurada por la doble contingencia. Estar dominado por la doble contingencia supone estar siempre abierto y estructurado según la pura posibilidad. Todo tiene la posibilidad de ser de otro modo, aunque sea actualmente de una forma concreta. En otros términos, la complejidad se traduce socialmente en contingencia: nunca se puede estar seguro de la coincidencia con otros individuos libres en el experimentar y en la acción. Esta sensación es recíproca, de ahí que la contingencia sea doble (29).

Partir del hecho de la doble contingencia permite dirigir la mirada al sistema de acción y no de las acciones individuales de las personas, por lo cual desde ahora los agentes de la doble contingencia son denominado Ego y Alter. Ego y Alter son existencias concretas, que se mantienen como diferentes entre sí; ambos son dos grandes operadores que pueden ser tanto hombres, individuos, sistemas, organizaciones, etc. En el caso concreto de la acción social, Ego y Alter son considerados sistemas psíquicos que se observan mutuamente, cuyo rasgo definitivo es la conciencia.

Un elemento de decisiva importancia en la acción es el concepto de expectativa. En toda acción doblemente contingente, cada uno de los sujetos actúa según determinadas expectativas que orientarán acciones posteriores. Pero -y esto es importante- la formación de las expectativas de cada uno de los actuantes se realiza siempre teniendo en cuenta las expectativas de los otros. El valor de las expectativas radica en que permiten realizar determinadas selecciones y establecer determinadas conexiones. De este modo, la acción de Ego se encuentra dirigida por la expectativa de que Alter acepte o rechace esa acción, y viceversa. De ahí que la noción de expectativa contribuya, en cierto sentido, a reforzar radicalmente la doble contingencia y a hacer de ella un elemento estructural de toda acción.

En este sentido, toda acción social es siempre una selección contingente, que condiciona selecciones posteriores que sean realizadas. Es así como la acción debe analizarse desde el punto de vista de la selecciones que la construyen como tal y desde las consecuencias que esa elección plantea y que en definitiva son selecciones ulteriores (30). Uno de los rasgos centrales de la doble contingencia es su carácter autorreferente. Esto quiere decir que se encuentra fundamentada en una recursividad que toma la forma: "yo hago lo que quieres, si tú haces lo que yo quiero", o bien "yo no me determino por ti si tú no te dejas determinar por mí". Esta recursividad no puede ser reducida a ninguno de los sistemas que participan en la acción doblemente contingente (31); supone una indeterminación que se condiciona a sí misma y alcanza un nivel de independencia propia, que lo vincula con la aplicación del concepto de autopoiesis, el cual es utilizado como una creación continua de los elementos y la estructura del sistema social (32).

Nuestro autor considera que toda acción es un suceso intrincado en tramas de temporalidad, y como tal, debe considerar una construcción teórica del tiempo para que pueda ser abordada con precisión y justicia. Como sabemos, la acción es un suceso radicalmente conectivo, de ahí que sea necesario incorporar el elemento temporal que supone toda conexión y toda selectividad entendida como conexión, para poder entender la acción. Por ello Luhmann piensa que lo más importante de la acción no es tanto su subjetividad, ni los intereses que permiten estructurarla, sino su conectividad, su posibilidad de establecer conexiones y relaciones determinadas. Esto quiere decir que toda acción necesita de una cierta duración y mientras perdura puede cortarse, interrumpirse, revocarse o desviarse de las comunicaciones originales que constituyeron su origen.

Un tema ligado al factor temporal de la acción es su duración, la cual puede entenderse como un momento específico de su unidad sobre la cual, en un sistema que la tiene como elemento, se toma la decisión de ejecutarla. Aparte de esto, la acción es un acontecimiento que imponderablemente debe consumirse y que puede finalizar con mayor o menor nitidez. Los sistemas que están compuestos por estas unidades temporalizadas, tienen como es evidente, grandes problemas de auto-reproducción, pues pueden cesar simplemente en cualquier momento, cuando se acaba la última acción, sin haber podido conectarse. La duración de los sistemas interaccionales puede ser muy breve, como ocurre, por ejemplo, en las conversaciones que emergen en las salas de espera, en los viajes, pasillos, almuerzos, en las reuniones, asambleas, etc. En algunos casos, estos sistemas se articulan intermitentemente, como por ejemplo las reuniones de amigos, o se traducen en sistemas de expectativas bastante estructurados, como las relaciones de vecindad o parentesco. Sin embargo, la acción debe concluirse con una acción, y cuando esto sucede debe haber "alguien" que pueda continuarla y retomarla, "alguien" que pueda llevar consigo la carga de la acción durante un rato y luego restituir las posibilidades de conexión.

En este sentido se hace necesaria la presencia de Ego y Alter en la interacción, lo cual remite a la posibilidad de ser percibidos y por lo tanto requiere un acoplamiento estructural con procesos de la conciencia que no pueden controlarse por medio de la comunicación. La presencia tiene un sentido para la formación del sistema, únicamente sobre el trasfondo de la otra parte de la forma que constituye su diferencia -con lo que está ausente. De este modo, los presentes se imponen como personas haciéndose ver y escuchar. Mediante esta diferencia entre presente y ausente, la interacción forma una diferencia entre sistema y entorno referida a sí misma, que marca el espacio dentro del cual la interacción puede efectuarse (Luhmann 1982).

Cualquiera que sea tratado como presente en una interacción participa en la comunicación. El modo complejo con el que opera la comunicación y sus tres selecciones, actúa como una especie de dispositivo de captura al que ninguno de los presentes puede sustraerse. Por ejemplo, si en una conversación uno no habla nada, se le trata inmediatamente como escucha o al menos como alguien que comprende, de quien se puede esperar que participe activamente, al menos esta es la idea de diversos tipos de interacciones, como en las salas de clases por ejemplo, donde la mayoría de las veces el profesor expone y los alumnos escuchan, hasta la interrupción de este proceso inversa y así sucesivamente. De esta manera la interacción está firmemente anclada en la "realidad" que se puede ver y escuchar: de aquí acumula un excedente de posibilidades y precisamente eso obliga a hacer selecciones, y a la autopoiesis, hasta que solo los presentes siguen presentes (Luhmann 1982).

En una interacción, los temas compiten entre sí para estar en el centro de la escena. En ello entran en juego mecanismos variados, algunos de los cuales competen al tema mismo y su atractivo psicológico, social o cultural; otros se basan más bien en las características que se atribuyen a su introductor, como son el prestigio, el poder, la belleza, la elocuencia, etc (33). Los sistemas interaccionales son también medios propicios para la expresión de emociones y afectos, piénsese en las interacciones familiares o de amistades, las cuales permiten su propia estabilización o desestabilización. Por ejemplo, atribuciones como simpático o antipático, leal o cínico, desempeñan un importante papel.

Si bien la unidad de sentido de estos sistemas es identificable por el tipo de comunicación que establecen y por las expectativas que estructuran a partir de su comunicación, estos son bastante inestables. Ello se debe a que las fronteras temáticas y de sentido de los sistemas interaccionales son altamente fluidas y no posibilitan estabilizaciones más allá de la presencia física de los interactuantes, es decir, coinciden con las fronteras de la percepción, como lo hemos señalado anteriormente.

Lo más notable de la teoría de los sistemas autorreferenciales desarrollada por Luhmann, es que se mantiene inalterablemente atenta a la posibilidad de conexión de acciones que pueden llevar tanto al consenso como al disenso, por lo cual no presenta ningún fundamento ontológico en sí misma. La importancia de la comunicación es solamente que cualquiera sea su sentido, esta apunta siempre a la convivencia con los demás, y no que deba implicar la expectativa o el establecimiento de una comprensión o una aceptación de ella como lo ha hecho Habermas (1989), quien ha intentado demostrar que existen formas específicas de acción por medio de las cuales los interlocutores adhieren a la comunicación orientada a la comprensión, aceptando razones lo suficientemente convincentes como para justificar la propia elección de sus acciones.

En este sentido como lo ha planteado Luhmann (1982), lo que Habermas pretende plantear puede ser aceptado mientras se deje a los actuantes la posibilidad de definir claramente las condiciones bajo las cuales las razones que se señale debe resultar convincente. Sin embargo se vuelve una exigencia muy fuerte, o casi una imposición, si las razones transmitidas deben tener validez general inherente, es decir, validez aún para quienes no participan en la comunicación (34).

Como hemos podido observar, la obra teórica de Luhmann constituye una invitación a pensar en una nueva conceptualización de hacer teoría social, y por lo tanto plantea un nuevo concepto de acción basada en una conceptualización sistémica autopoiética desprovista de connotaciones adcriptivas a un sujeto, un grupo o clase social en particular, para tomar en cuenta la comunicación que en él se da. En esta apuesta por la novedad, digámoslo, se encuentra una de las principales dificultades para la aceptación de las conceptualizaciones de este autor, cuya obra se encuentra por decir lo menos distanciada de los planteamientos de antropocentricos propios de la ilustración y de la cual hemos sido herederos. Por este motivo, la perspectiva encerrada en la obra de Luhmann desafía a sus interlocutores a ver más allá de sus tradicionales fronteras, delimitando un espacio en el que es necesario pensar de nuevo, con nuevos instrumentos, antiguas preguntas acerca de lo social y su complejidad. El concepto de sistema-acción, en este sentido, pasa a ser relativizado a un observador quien debe tomar en cuenta las coordenadas espacio-temporales de este tipo de sistema y por lo tanto, la distinción que traza, la selección que involucra, la complejidad que reduce, la referencia que establece, la comunicación que tematiza, y la autopoiesis de su estructura que, quiéralo o no, lo incluye en su propia descripción.

Notas

  1. Por ejemplo al comienzo de su Política, Aristóteles establecía que el Estado era una institución natural, pues señalaba que se encontraba en la misma naturaleza de los hombres el agruparse para disfrutar de amistad y protección. En este sentido debemos señalar que el propio Aristóteles consideraba a la sociedad ateniense como Koinonie Politike, comunidad constituida políticamente.
  2. Paradigma es una palabra que deriva del griego y quiere decir modelo, patrón, ejemplo. Un conjunto integrado de suposiciones del cual se refieren un conjunto de expectativas.
  3. Quizás esta idea pueda ser quedar mejor explicada, si entendemos que las conceptualizaciones disciplinarias -teorías, hipótesis y convenciones-, son al final producto de la actividad que se desarrolla al interior de una determinada comunidad científica, por lo cual son también y del mismo modo un producto social.
  4. Para incrementar la complejidad aún más, de modo similar pero esta vez inverso, el término "macro-social" puede hacer referencia no sólo a las grandes estructuras o sistemas sociales, sino también a las culturas de ciertas colectividades -cultura organizacional, subculturas juveniles por ejemplo-. De este modo, lo micro puede o no hacer referencia a los "actuantes" y lo macro puede o no hacer referencia a los "sistemas".
  5. Debemos señalar con justicia que, aunque Weber distinguiera entre estos cuatro tipos ideales como formas de acción, siempre fue muy consciente de que cualquier acción dada implicaba normalmente alguna combinación de estos cuatro tipos; del mismo modo argumentó que los estudiosos de la sociedad tienen muchas más oportunidades de comprender la acción racional que la acción dominada por el afecto o la tradición.
  6. Por ejemplo, la acción, en el sentido de este autor, se encuentra destinada a ocurrir cuando los individuos atribuyen significados subjetivos a sus acciones; de modo que la tarea del análisis sociológico lleva consigo "la interpretación de la acción en términos de su significado subjetivo" (1968:8). Un buen ejemplo del pensamiento de Weber en lo que respecta a la acción lo encontramos en su análisis de la acción económica, la cual definió como "una orientación consciente y primaria a la consideración económica...para la que lo que importa no es la necesidad objetiva de establecer una previsión económica, sino la creencia de que es necesaria" (1968:64).
  7. Del mismo modo, nuestra conceptualización se basa en el consenso aparente en ciencias sociales que señala que un solo individuo -por sí solo- no constituye sociedad.
  8. En estricto rigor la fenomenología no presupone nada, se coloca en posición de explorar "lo dado".
  9. La cuestión más importante en la obra de Schütz la constituye el desarrollar una sociología basada en las interpretaciones del mundo social que hacen los actores. En este sentido resulta dificultoso conocer las interpretaciones de los predecesores, e imposible anticipar y comprender la de los sucesores. Sin embargo existe la posibilidad de entender a los mismos contemporáneos (Mitwelt) y las interpretaciones de aquellos con los que estamos en estrecho contacto cara a cara (Umwelt).
  10. A pesar de la distinción entre relaciones-nosotros y relaciones-ellos, las tipificaciones usadas en las relaciones-ellos tienen sus raíces históricas en las relaciones nosotros: La primera y originalmente la más objetiva solución de un problema aún depende en buena medida de la conciencia subjetiva relevante del individuo (Schütz y Luckmann, 1977). Sin embargo, estas soluciones se hacen cada vez más tipificadas y anónimas; en suma, cada vez más forman parte del reino cultural.
  11. La hermenéutica es entendida como el estudio interpretativo del sentido. Hoy en día se habla de la doble hermenéutica para referirse a la actividad del investigador social que persigue encontrar los significados del significado es decir bucea dentro de marcos interpretativos preexistentes. Giddens (1993:165) indica: "la sociología (...) se ocupa de un universo que ya esta constituido dentro de marcos de significado por los actores mismos y los reinterpreta dentro de sus propios esquemas teóricos, mediante el lenguaje corriente y técnico". Interesante su observación acerca del deslizamiento de los conceptos así construidos.
  12. En términos generales, se puede señalar que la preocupación de Giddens es el proceso dialéctico mediante el cual producen la práctica, la estructura y la conciencia; por lo tanto la acción y la estructura son enfocados desde un punto de vista dinámico, procesual e histórico.
  13. Giddens encontró serias dificultades en su esfuerzo por separar la acción de las intenciones, porque afirmaba que la acción terminada difiere considerablemente de la acción inicial y su intención; en otras palabras, los actos intencionados también suelen tener consecuencias inesperadas.
  14. Sin embargo, debemos señalar que Parsons tuvo la precaución de distinguir explícitamente la teoría de la acción del conductismo, cosa que no hizo Weber: "Una teoría que, como el conductismo, insiste en analizar los seres humanos en términos que excluyen su aspecto subjetivo no es una teoría de la acción" (1937:77-78).
  15. Parsons afirmó que "la acción no es más que un esfuerzo por acatar las normas" (1937:76-77). Por lo cual, en su concepto de acto unidad se puede observar las preocupaciones por entidades culturales tales como normas y valores.
  16. Por Verstehen se entiende la necesidad de interpretar la acción desde una perspectiva subjetiva. Como puede recordarse, Weber la había utilizado por vez primera en ciencia sociales para abordar el concepto de acción.
  17. Se puede encontrar fácilmente aquí una preocupación por la conciencia individual, pues los actores son descritos como individuos que se conducen por disposiciones de necesidad para alcanzar una gratificación máxima, se sienten impulsados por las necesidades innatas que están determinadas y moldeadas por fuerzas externas en las disposiciones. Quizás pueda decirse con propiedad que se produce un acercamiento con la teoría de elección racional desde una perspectiva valórico-normativa.
  18. En el análisis que este autor realiza de los sistemas de acción y sus interrelaciones, se aprecia un acercamiento progresivo hacia el estructural-funcionalismo. En los supuestos que fueron utilizados en los análisis de la acción se puede encontrar el problema del orden. Para Parsons los cientistas sociales anteriores a su generación, no habían respondido de manera satisfactoria al problema hobbesiano del orden: es decir qué es lo que evita una guerra social de todos contra todos.
  19. La complejidad dice relación con la cantidad de elementos presentes en un sistema (complejidad cuantitativa), como así mismo el tipo de relaciones que sus componentes establecen (complejidad cualitativa).
  20. No obstante lo anterior, la constante en los sistemas sociales es su función de reducción de complejidad. En este sentido, podemos decir que son funcionalmente equivalentes, ya se trate de la constitución de una pareja, la conformación de una organización burocrática de un organismo planificador o un grupo de anarquistas, la Iglesia o el mercado. En cada uno de ellos la complejidad queda reducida a través de selecciones con las cuales terminan caracterizándose (amor, trámites, proyectos, fe, disponibilidad, etc.).
  21. Esto nos recuerda, en cierto sentido, las conceptualizaciones desarrolladas por A.Schütz en torno a las relaciones-ellos y las relaciones-nosotros.
  22. Como sabemos, la sociología, sobre todo desde la decisiva aportación de Max Weber, es considerada como la ciencia de la acción social, por lo cual resulta fácil señalar que la sociedad será el resultado de la acción que ejecutan diversos seres humanos.
  23. Como señala Luhmann (1982), la teleología ha podido transitar desde una comprensión naturalista, incluso "corporal", hasta una comprensión mental, desde una postulación de un fin natural de la acción hasta la idea de una anticipación mental.
  24. La comunicación para Luhmann (1981b) se constituye como un proceso de tres selecciones altamente improbables: la información -lo que se quiere expresar-, la notificación -cómo se expresa lo expresado- y la (in)comprensión de la información y la notificación. Sólo con la concurrencia de estas tres selecciones la comunicación es posible.
  25. Por supuesto, estamos pensando en una sociedad constituida por más de dos personas, que salvo en el caso de poblar una isla desierta sus interacciones constituyen a la sociedad misma. En último caso, podemos pensar si constituye realmente sociedad -sí un sistema social por cierto.
  26. Aquí podemos hacer una triple distinción, según dirijamos nuestra mirada a la dimensión material, la dimensión temporal o la dimensión social del sistema de acción. En la dimensión material la diferencia de la acción hace posible un "re-entry" de la diferencia entre presente y ausente en lo que se encuentra presente. En la comunicación se puede hablar de lo que está ausente y de los ausentes, y de esta manera se puede tratar la distinción entre presente y ausente como presente. En la dimensión temporal, esto corresponde la posibilidad de la formación de episodios, pues los sistemas de interacción tienen un inicio y un fin. Su inicio se perfila; su fin seguramente vendrá. En la dimensión social, si subsisten las condiciones del orden material y de la temporalidad se puede manifestar una cierta consideración por las expectativas de quienes participan en la interacción tienen en otros sistemas de interacción que, a veces, son distintos (Luhmann, 1982).
  27. Como los sistemas se forman siempre distinguiéndose de un entorno por medio del trazamiento de una diferencia, la diferenciación sistémica puede introducirse en el mismo sistema para crear nuevas distinciones sistema / entorno, de este modo, llevado a la sociedad, ella se articula en una multiplicidad de perspectivas sistema / entorno y cada una de ellas reconstruye, tomando uno y otro, la unidad del sistema global (Flores, R., 1997a).
  28. Del mismo modo indica Luhmann: "Los sistemas de interacción se forman cuando, para resolver a través de la comunicación el problema de la doble contingencia, se usa la presencia de personas" (Luhmann, De Georgi, 1993).
  29. La doble contingencia supone admitir, en la formación de todo sistema de acción, una duplicación de la improbabilidad, de la variación, de la posibilidad que aclara la determinación de las conductas particulares. Ello supone que el sistema-acción no sólo posee una estabilidad dinámica, sino que se forma a partir del "ruido", a partir del desorden y que el mismo desorden se constituye en punto de partida de cualquier forma sistémica.
  30. Si bien toda selección en su origen es absolutamente contingente, una vez adoptada actúa como limitante para futuras selecciones. La historia de un sistema no es más que la sedimentación, a través de estructuras, de las selecciones que dieron origen a su diferenciación. En cuanto estructuras, los sistemas sociales pueden ser concebidos como sistemas generales de expectativas o más bien de expectativas de expectativas y no como sistemas que regulan comportamientos específicos. Sus efectos quedan proyectados en la estabilización de las normas, su objetivación a través de la determinación de roles y su institucionalización consensual.
  31. La doble contingencia es un problema extremadamente creativo, pues permite la creación de nuevas estructuras para salvar su propia autorreferencia y para mantener los niveles de contingencia que ella misma expresa. Es pues un problema que acelera la formación de determinadas estructuras, las cuales forman distintos niveles sociales y mantienen continuamente el nivel de autorreferencia y de presencia de esa doble contingencia.
  32. Para Luhmann (1982), la teoría de sistemas sólo puede ofrecer como "universal" su propio concepto de autopoiesis. En este sentido, la acción debe producir la acción a base de autorreferencia basal y de temporalidad de acontecimientos. Así debemos partir de una interdependencia de descomposición y reproducción; el cese de una acción es la condición para las acciones consecutivas y el sistema se reproduce sobre las condiciones de posibilidad de esta interdependencia.
  33. Cuando se pretende abordar temas complejos en sistemas de interacción, estos deben proporcionarse en un orden interno más diferenciado, necesitan definir una temática exclusiva (agenda) y un orden de participación, es decir, se protocolizan.
  34. Luhmann (1982) critica de la opción teórica asumida por Habermas, la incapacidad para explicar los conflictos, las revoluciones y la confrontación. Igualmente, tampoco explica la posibilidad de no aceptar más decisiones de mayoría y de basarse en un disenso estable, cuando no en el simple conflicto. En este sentido sólo podrían ser explicados en el ámbito de formas de acción que paradójicamente podríamos catalogar como "imperfectas" .

Bibliografía

Durkheim, Emile. 1974: Las Reglas del Método Sociológico. Ed. Morata. Madrid.

Durkheim, Emile. 1976: El Suicidio. Ed. Akal. Madrid.

Flores, Rodrigo. 1997a: Consideraciones generales acerca de la modernización del Estado desde una perspectiva antropológico-organizacional. Memoria para optar a título profesional de Antropólogo Social. Universidad de Chile, Departamento de Antropología. Santiago.

Giddens, Anthony. 1984: The Constitution of Society: Outline of Theory of Structuration. Berkeley, University of California Press.

Giddens, Anthony. 1993: Las Nuevas Reglas del Método Sociológico. Amorrortu Editores. Buenos Aires.

Hinkle, Rascoe. 1963: "Antecedents of the Action Orientation in American Sociology Before 1935". American sociological Review. Nº 28. Pp: 705-715.

Habermas, Jürgen. 1989: Teoría de la Acción Comunicativa 1: Racionalización de la acción y nacionalización social. Taurus ediciones. Buenos Aires.

Luhmann, Niklas. 1981b: "La improbabilidad de la comunicación". En Revista Internacional de Ciencias Sociales. 33, nº1, Paris. Pp. 136-147.

Luhmann, Niklas. 1982: "Autopoiesis, Acción y Entendimiento Comunicativo". En: Zeitschrift für Sociologie". Año 11, Nº 4, Octubre. Pp. 366-379. Traducción de Darío Rodríguez.

Luhmann, Niklas. 1990: Essays on Self-Reference. Columbia University Press. USA

Luhmann, De Georgi. 1993: Teoría de la Sociedad. Universidad de Guadalajara, Universidad Iberoamericana, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. México.

Parsons, Talcott. 1937: The Structure of Social Action. McGraw Hill. New York.

Parsons, Talcott. 1967: Ensayos de Teoría Sociológica. Ed. Paidós. Buenos Aires.

Parsons, Talcott. 1988: El Sistema Social. Alianza Editorial. Madrid.

Rodríguez; Arnold. 1991: Sociedad y Teoría de Sistemas. Editorial Universitaria. Santiago.

Schütz, Alfred. 1972: Fenomenología del Mundo Social. Paidós, Buenos Aires.

Schütz, Alfred. 1973: Collected Papers I: The Problem of Social Reality. Martinus Nijhoff. La Haya.

Schütz y Luckmann. 1977: Las Estructuras del Mundo Social. Amorrortu Eds., Buenos Aires.

Touraine, Alain. 1977: The Self-Production of Society. Chicago: University of Chicago Press.

Weber, Max. 1968: Economy and Society. 3 Vols. Totowa, N.J.: Bedminster Press.

Home | Indice | Números Completos | Instrucción para Autores
Cinta de Moebio
Revista de Epistemología de Ciencias Sociales
ISSN 0717-554X