Cinta de Moebio: Revista de Epistemología de Ciencias Sociales

Gonzalez, L. 2002. Perspectivas autorreferenciales en ciencias sociales. Cinta moebio 14: 190-195

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Perspectivas autorreferenciales en ciencias sociales

Autoreferential perspectives in social sciences

Luis González Bravo (lgonzale@mater.uss.cl). Psicólogo. Académico Universidad San Sebastián, Chile.

Abstract

The present article review some implications of the second order research in Social Sciences. Through the concepts of ambivalence, otherness and paradox, challenges that the new paradigm demands to the social researcher are discussed.

Key words: second order research, paradox, ambivalence, otherness, self-reference

Resumen

El presente artículo revisa algunas implicancias de la investigación de segundo orden en Ciencias Sociales. A través de los conceptos de ambivalencia, otredad y paradoja, se definen desafíos que el nuevo paradigma exige al investigador social.

Palabras clave: investigación de segundo orden, paradoja, ambivalencia, otredad, autorreferencia

Recibido el 17 Jun 2002

Introducción(1)

La ciencia tradicional se fundamenta, a menudo controvertidamente, en la posibilidad de acceder a la realidad y de construir ciencia a partir de un método. Un método que a través de su propia constitución y rigurosidad asegura el acceso a la verdad y al objeto.

Sin embargo, en las últimas décadas, se ha venido deconstruyendo este proyecto ingenuo. Pareciera ser, por lo menos desde el paradigma constructivista, que la posibilidad del acceso a una verdad objetiva y externa es una empresa imposible.

Un proyecto quimérico por al menos dos razones básicas, que considero punto de partida para el presente ensayo: primero, el observador es un sistema operacionalmente cerrado que realiza distinciones dentro su dominio de experiencias y, por lo tanto, no accede a un objeto externo y segundo, derivado de lo anterior, es absolutamente imposible que un observador externo estudie un fenómeno liberándose de sus "propias visiones de mundo". Así no existe una objetividad a priori, dada de antemano, sino más bien una objetividad consensual, dada por un acuerdo de intersubjetividades.

Estas dos implicancias han dado lugar a un amplio debate en las ciencias sociales. El objetivo del presente ensayo pretende abordar algunas consecuencias no menos importantes de la perspectiva constructivista y en general desde las ciencias sociales: el perspectivismo y sus implicancias metodológicas, principalmente desde el lugar de lo otro y la ambivalencia.

Las Resonancias de un Cambio de Paradigma

El reconocimiento de que la investigación objetiva ya no es posible sino más bien que es imposible "sostener una calidad y status de observador incuestionable" (Arnold 1992:99), ha puesto a la investigación en ciencias sociales en más de una disyuntiva.

Ya no es posible, insisto, hacer calzar verdades externas con esquemas del investigador ni tampoco, pretender que el observador puede prescindir de tales esquemas (Arnold 1992, Mallorquín 1999). Las preguntas potenciales que surgen entonces, entre muchas otras, podrán ser ¿desde dónde el observador dice lo que dice?, o ¿cómo puede decir lo que dice?

Las salidas o efectos metodológicos de este cambio de paradigma oscilan entre un relativismo absoluto y un empirismo absoluto. Siguiendo a Arnold (1992), podemos decir que se trata de "reconocer esos niveles emergentes de complejidad reducida que llamamos culturas, sobre que posición poder hacerlos, como estimar su extensión y perdurabilidad, bajo que condiciones deben ser presentados los registros de investigación y bajo que procedimientos pueden ser elaborados" (p.106).

Arnold (1997), señala incluso algunas estrategias metodológicas que podrían derivarse de este cambio paradigmático.

Sin embargo me gustaría detenerme más que nada en las consecuencias de la asunción del perspectivismo. Se han establecido ocho distinciones derivadas de las proposiciones sistémicas, de las cuales a nosotros nos interesará la numero dos: "a través del reconocimiento de su perspectivismo, los investigadores se orientan- y orientan a su público- con respecto a la posición a través de la cual experimentan y generan sus explicaciones. Ello abre paso, consistentemente, a las exploraciones y los multimétodos, como propone Paul Feyerabend (1974)" (Arnold 1992:108).

¿Qué sucede cuando el investigador reconoce su perspectivismo?, ¿Qué implicancias tendrá el reconocer que no puede aprehender a un otro externo?, y más aún, ¿qué implicancias tendrá el reconocer que no es capaz de ver sus propios marcos de distinciones?

El Lugar de lo Otro en las Ciencias Sociales

El concepto de lo Otro en la sociología de la postmodernidad emerge, entre muchos otros, como un tema central.

Si bien no hay una definición universal de los que llamamos postmodernidad, podríamos decir que se caracteriza por 1) el fin de las meta narrativas o metarrelatos y 2) por la ausencia de fundamento raíz.

Este "descentramiento" se ha abordado desde distintas miradas, sin embargo, un elemento central es la crítica a la racionalidad. La racionalidad como un criterio ordenador, que impone orden frente al caos ha sido cuestionado. Parece ser que de hecho, la ajenidad se ha infiltrado profundamente en la existencia contemporánea.

Este hecho puntual recrea un interés mucho más amplio que la postmodernidad ha mantenido en lo que llamaremos el reverso de la distinción inclusión/exclusión: lo Otro, lo Ajeno, lo indeterminado, lo oculto, lo caótico.

Este interés ha sido abordado por la sociología de la postmodernidad principalmente con un interés asociado a la problemática étnica, el problema del extranjero, y como este nos confronta con el reverso del proyecto de orden de la modernidad. Bauman, ha desarrollado este punto ampliamente (Bauman 1991), mientras que Hopenhayn (2000) ha expuesto algunas reflexiones acerca de su impacto en la convivencia.

Con respecto al Otro, nos dice Bauman "lo otro del orden no es otro orden: tan solo es el caos de la alternativa. Lo otro del orden es el hedor de lo indeterminado e impredecible. Lo otro es la incertidumbre, el origen y arquetipo de todo temor. Los tropos del otro orden son: indeterminación, incoherencia, incongruencia, incompatibilidad, ilogicidad, irracionalidad, ambigüedad, confusión, inexpresividad, ambivalencia" (Bauman 1991:81).

Esta Otredad, cargada de indeterminación, ha sido objeto de interés para algunas disciplinas de las ciencias sociales, como por ejemplo la antropología. Sin embargo, esta Otredad antropológica termina siendo autorreferencial (Quiroz 1997):

Entonces la pregunta es: ¿esa exterioridad es realmente exterior, es decir, esta allá afuera? La experiencia y la historia antropológica algo nos enseña en ese aspecto. En el principio, el otro era lo más otro posible, lo más diferente, y se acuñó un término: exotismo. Los exotismos, con el tiempo fueron, sutilmente unas veces y trágicamente otras, desapareciendo. Ese otro se nos fue pareciendo y haciéndose cada vez más semejante hasta casi confundirse con nosotros...

...estas ideas tienen que ver con el concepto de autorreferencia, que "no es una particularidad de la conciencia, sino algo que existe en el mundo de la experiencia" y obliga a cuestionar si "es real aquello que el conocimiento indica como real" o finalmente si "hay que preguntarse por las causas de las causas"; una tarea sin fin sino la pensamos con esperanzas de aproximación que encuentran su seguridad última en el funcionamiento de la complejidad (Luhmann 1991:474). Este concepto tiene que ver también con la idea de que la propia investigación de sistemas es un sistema; sólo puede formular su concepto básico incluyéndose a sí misma (Luhmann 1991:477). Es decir la investigación es un sistema que se usa para comprender sistemas, uno de los cuáles es la propia investigación de sistemas. De esta manera se produce un conocimiento autorreferencial (recursivo), compuesto por "innumerables experiencias con el objeto".

La Observación Autorreferencial como Paradoja

Si bien la teoría Luhmanniana está cruzada por paradojas (incluyendo a la modernidad como una de ellas), vale la pena detenerse en aquellas que se fundamentan en el propio sistema que hace distinciones, o sea, un sistema observador.

Esta opción expositiva, desde mi punto de vista, no es gratuita. Por lo menos por tres razones básicas: 1) desde la perspectiva luhmanniana, siempre un sistema se autoorganiza en relación al entorno. 2) siempre una observación es autorreferencial en la medida que remite al mismo sistema que la realiza. 3) así ni el sistema ni la observación son posibles sin el entorno, si se me permite, sin la alteridad.

Arnold y Robles (2000) sin embargo nos advierten de algunas de las paradojas de esta observación. Los mecanismos para realizar la distinción que el observador realiza se invisibilizan durante el tiempo que esta está en curso. El observador no puede ver que estructuras o funciones están a la base de sus distinciones, y es más, tiende a percibirlas como una propiedad del entorno. Ramos, por su parte, en 1997, enumera las tres paradojas de esta observación.

Primera: " el observador es el tercer excluido y, por lo tanto, es ciego para sus propias observaciones, pues no ve lo que no ve" (Ramos 1997:140).

Segunda: "el observador excluido de su observación (1ª paradoja) está incluido en su observación" (Ramos 1997:140)

Tercera: "el autoobservador es un heteroobservador para sí mismo. El ciego (1ª paradoja) que se observa en sus heterobservaciones (2ª paradoja) observa en realidad a otro cuando se observa a sí mismo: es el mismo y un otro como observador y como observado" (Ramos 1997:140).

Sin embargo, el observador regular (por ej. el cientista social), a pesar de que sus distinciones permiten marcar un solo lado de la diferencia, sigue acumulando observaciones, siempre de una manera autorreferencial. La paradoja arriba cuando el observador intenta aplicar sus criterios de distinciones a las distinciones que realiza.

Esta autoimplicación elíptica no se puede evitar en una investigación social donde la heteroobservación y la autoobservación tienen lugar. Es más, es parte del juego. Como en toda la obra luhmanniana, las paradojas lejos de ser concebidas como paralizadoras de la comprensión la estimulan.

Esta autoobservación de segundo orden o la heteroobservación, realizada por otra investigador son las únicas salidas.

Esta observación de segundo orden, como dicen nuestros autores, no es algo nuevo en las ciencias sociales en la medida que el tema de lo latente ha sido abordado de distintas maneras: el funcionalismo antropológico, la crítica ideológica, el psicoanálisis o la sociología del conocimiento.

Sin embargo se debe señalar que la han abordado más como falsa conciencia que como un segundo nivel de observación. Me detendré en este punto más adelante.

Retomando, la observación no solo es posible gracias a la existencia del Otro, de un entorno, sino que además, contiene dentro de si misma la ajenidad: el observador se es ajeno a si mismo.

Como dice Quiroz (1997) "De esta manera el juego identidad/alteridad se puede ver como una construcción autorreferencial que se realiza desde la posición del observador-antropólogo cuando observa. La interiorización del reconocimiento de la alteridad significa reconocer al otro en uno mismo".

¿Pero como es posible esta aberración?, ¿o esta serie de asesinatos?, a saber: la muerte de la racionalidad ordenadora, la muerte del objetivismo, la muerte del sujeto, y además, la muerte de una exterioridad exclusivamente externa.

La Ambivalencia

Sin embargo, la muerte de esta exterioridad exclusivamente externa no es nueva. Se viene desarrollando hace bastante tiempo, desde distintos frentes.

Por ejemplo, desde el existencialismo, Sartre nos ha llevado al terreno de la ambivalencia como falta de fundamento existencial y como imposibilidad de aprehender a otro-sujeto. Nos ha convocado a comprender la complejidad de la existencia humana en el mundo: desde la falta de un fundamento raíz que justifique nuestra existencia nos confrontamos con el problema de la libertad, y como dotarnos de un sentido. Sin embargo, el uso de esta libertad remite profundamente a la angustia: la libertad no es elegida, se nos impone.

Y luego, el otro elemento que constituye la facticidad de nuestra existencia es el ser-para-otro. Soy en un mundo en que hay otros: soy en la mirada del Otro. Otro que creemos aprehender como sujeto, pero que es objeto ante nuestra mirada.

Este análisis existencial nos recuerda a lo que ha sido objeto de nuestra discusión. No podemos aprehender en la ciencia social los objetos externos, y habitualmente nos confrontamos con la falta de fundamento de nuestras distinciones.

Desde la sociología Smelser, en 1998, presenta algunas contribuciones teóricas al concepto de elección racional, a partir del concepto de ambivalencia afectiva. Revisa en particular, los aportes que la psicología, en particular el psicoanálisis, ha generado para su descripción. Resume entonces, después de revisar los aportes de Freud, Bleuer, E. Erickson: "La psicología de la ambivalencia tiene un ingrediente final. Ya que la ambivalencia en un aspecto poderoso, persistente, irresoluble, volatil, generalizable y provocador de ansiedad de la condición humana, la gente se defiende contra experienciarla de muchas maneras" (Smelser 1998:6). Esta confrontación con un espacio de afectividad no ordenado por la racionalidad nos lleva a la idea de inconsciencia que está a la base de la ambivalencia: no logramos controlar no ordenar nuestra contradicción.

A esta revisión de la ambivalencia afectiva a partir del psicoanálisis se le puede añadir una ambivalencia epistémica, un poco menos conocida. Esta alude a que desde el psicoanálisis, lo que el ser humano distingue del mundo externo siempre está determinado por su propia estructura psíquica. Coloma (1992) indica que a pesar de todo el esfuerzo científico de Freud, este reconoce que "el mundo externo para el sistema conciente es el Aparato Psíquico" (Freud 1900, en Coloma 1992:65) (2) ¿No es acaso esta indicación plenamente consistente con la idea de autorreferencia revisada en este ensayo?

Es más. El psicoanálisis puede llegar a plantear que en la díada analista analizado "más que aportar conocimientos, se ahonda desconocimiento" (Coloma 1992:63). En resumen, para el psicoanálisis no solo cualquier aproximación al sujeto es autorreferente sino que además, está cruzada por el desconocimiento, e implica desde el analista, una tensión hacia la reflexividad (3).

Sin embargo, está reflexividad no es gratuita para el conocimiento. En primer lugar, nos llama a retomar el escepticismo frente a la racionalidad que la filosofía y otras disciplinas científicas y artísticas han venido desarrollando desde finales del siglo pasado: Nietzsche, el surrealismo, la Terapia Sistémica, la física cuántica, la poesía. etc. En segundo lugar, al cuestionar la unidad del sujeto investigador, está cuestionando al sujeto, tal como nos ha sido heredado por la Ilustración (Robles 2000).

Conclusiones

La comprensión de esta reflexividad que permite ir creando y recreando al individuo-investigador, puede ser iluminada por las corrientes que por lo menos en psicología, en las últimas décadas han ido bosquejando, a esta mente compleja. Pensemos por lo menos en los desarrollos en psicología social comunitaria (Alfaro 2000), en la terapia sistémica, en la narrativa, en la psicología transpersonal. Estos enfoques tienen en común no solo la idea de un sujeto cuyos límites transcienden sus límites físicos y en constante interacción con un mundo de otros dominios de relaciones, sino que están en perfecta consonancia con una posición constructivista, reflexiva e interdisciplinaria.

Se imaginan a un Otro y a un si mismo multidimensional, emergiendo en relaciones más que preexistiendo a priori. Asumen la reflexividad como una posición indispensable en una psicología de lo complejo (4).

Así, este investigador no solo deberá ser capaz de paradojizarse a sí mismo, de confrontarse a sí mismo y a la Otredad de su autorreferencia sino que además podrá cuestionar, por ejemplo, la propia distinción entre teoría y acción (5). El hacer distinciones sobre la cuestionable dicotomía investigación/acción (propia de la modernidad), quizás, nos permitiría imaginarnos un investigador definido una y otra vez por sus propias y múltiples reflexividades e intervenciones, y por lo tanto profundamente vinculado a su momento histórico y a la modernidad en sí misma.

Sin embargo este último caso, así como muchos otros requerirán, de una ciencia social capaz de transitar libremente de un lado a otro de la distinción (Robles 2000) y un investigador-reflexivo capaz de confrontarse una y otra vez con sus propios puntos ciegos y sus propias otredades.

Un investigador-ironista (quizás introspectivo) que relativice como posición metodológica sus propios juegos de distinciones (Rorty 1996, en Beriain e Iturriate 1998), tensándose hacia la paradoja.

Una paradojización surcada por peligros, pero llena de oportunidades.

Notas

1) Este artículo fue escrito en el contexto del Programa de Magister en Investigación Social y Desarrollo de la Universidad de Concepción. Se agradece al profesor Fernando Robles por su guía y orientación.

2) Mi lectura es que entonces a este nivel epistemológico, la ambivalencia no es afectiva o de contenidos, o de verdadero/ falso, objetividad/subjetividad, sino de heterorreferencia/autorreferencia.

3) Por otra parte el psicoanálisis ha tenido un impacto importantísimo en las ciencias sociales. Por solo poner un ejemplo, la teoría de Levi-Strauss, está influida fuertemente por el psicoanálisis. (Mallorquin, 1999)

4) Para los principios para una psicología de lo complejo revisar a Soto (2000). Quizás la línea de desarrollo de este ensayo contribuya a bosquejar conexiones epistemológicas entre psicología y sociología.

5) Así una reflexión posible es: ¿cuándo hago la distinción entre investigación y acción, estoy haciendo investigación o acción?

Bibliografía

Alfaro, J. 2000 Discusiones en psicología comunitaria. Universidad Diego Portales, Textos de Apoyo a la Docencia.

Arnold, M. 1992 Investigación Sistémica: Alcances y Proposiciones. Revista Estudios Sociales 74.

Arnold, M. 1997 Temas metodológicos en investigación de segundo orden. Anthropos 173-174.

Arnold, M. y Robles, F. 2000. Explorando Caminos Transilustrados Más Allá del Neopositivismo: Epistemologías para el Siglo XXI. Cinta moebio 7: 49-66.

Bauman, Z. 1991 Modernidad y ambivalencia. En Beriain, J. Las consecuencias perversas de la modernidad. Modernidad, contingencia y riesgo. Anthropos. 1992.

Beriain, J e Iturriate, J. 1998. Para comprender la teoría sociológica. EVD, Navarra, España.

Coloma, Jaime. 1992 Epistemología psicoanalítica: una aproximación. En Opazo, R. (comp.): Integración en psicoterapia. CECIDEP.

Hopenhayn, M. 2000. Transculturalidad y diferencia. Cinta moebio 7: 2-5.

Mallorquin, C. 1999 ¿Metodología o Ciencia Social? Cinta moebio 6: 138-168.

Quiroz, Daniel. 1997 Hacia una epistemología de lo otro. Cinta moebio 2: 96-99.

Ramos, R. 1997 Dios, Epimenides y Tristram Shandy: destinos de la paradojas en la sociología de N. Luhmann. Anthropos 173-174.

Robles, F. 2000 De la sujetología a la incomodidad de la reflexión sociológica. Prontuario sobre la retórica del sujeto y la curiosidad por el ser humano. Inédito.

Smelser, N. 1998 The Rational and the ambivalent in the social sciencies. American Sociological Review Vol 63, pp 1-16.

Soto, J. 2000. Tres Principios para la Configuración de una Psicología de lo Complejo. Cinta moebio 8: 159-168.

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ISSN 0717-554X