Cinta de Moebio: Revista de Epistemología de Ciencias Sociales

Gambarotta, E. 2011. La crítica y sus fundamentos a partir de la perspectiva de George Lukács. Cinta moebio 41: 182-206. doi: 10.4067/S0717-554X2011000200005

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La crítica y sus fundamentos a partir de la perspectiva de George Lukács

Critique and reasons in the work of George Lukacs

Mg. Emiliano Matías Gambarotta (emilianogambarotta@yahoo.com.ar) Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de La Plata (Buenos Aires, Argentina).

Abstract

This paper analyses the George Lukács’s perspective developed in his History and class conscience, with the main objective of doing an appropriation of those methodical and conceptual elements, which are particularly productive for a critical theory of the late-modern society. For that reason, this article investigates the methodical and epistemic function that the notion of totality has in the lukacsianan’s dialectical point of view. This is done asking what makes possible an analytic distinction between two different conceptions of the subject-object relationship from the totality’s point of view, both of them overlap in his thought, without any dissociation. Each one of these conceptions implies a different way of understanding the particular entwinement between the objective social structure and the subject’s mode of thought and action. And this impacts in the complete methodical structuration of the critical perspective. Based on this problematic the paper studies a second objective: to grasp a blind point, that generated by the (double) rejection of the perspectives that based on a normative reason, as well as the ones that leave it without any fundament.

Keywords: totality, dialectical method, normative reasons, critical sociology, Lukács

Resumen

En este trabajo se aborda la perspectiva elaborada por George Lukács en Historia y consciencia de clase, con el fin de llevar a cabo una apropiación de aquellos elementos metódicos y conceptuales que contengan una potente actualidad para la formulación de una teoría crítica de la sociedad tardo-moderna. Con esta intención se indaga la función metódica y epistémica que la noción de totalidad tiene en la perspectiva dialéctica por él elaborada. Para lo cual se lleva adelante un trabajo de lectura que permite distinguir analíticamente dos formas distintas en que Lukács concibe la relación sujeto-objeto desde el punto de vista de la totalidad, ambas imbricadas en su obra, sin separación alguna, donde cada una de ellas conlleva maneras diferentes de captar el particular entrelazamiento entre la estructura social objetiva y el modo de pensamiento y acción subjetivo, impactando, por tanto, en toda la estructuración metódica de la perspectiva crítica que tenga a una u otra por fundamento. Sobre esta base, se aborda un segundo objetivo: aprehender un punto ciego al que se enfrenta la labor crítica, producto del doble rechazo tanto de los intentos por fundarla normativamente, así como de aquellas perspectivas que la dejan sin fundamento alguno.

Palabras clave: totalidad, método dialéctico, fundamento normativo, sociología crítica, Lukács.

Introducción

En este escrito se trabaja sobre la perspectiva crítica elaborada por George Lukács en Historia y consciencia de clase (HCC), concentrándonos especialmente en los fundamentos metódicos y epistémicos que allí se ponen en juego para sostener semejante práctica de la crítica. Esto tiene un doble objetivo: por un lado, apropiarnos de un conjunto de hilos conceptuales, presentes en la propuesta lukacsiana, con los cuales urdir la trama de una teoría crítica de la sociedad tardo-moderna en que nos hallamos insertos. Por el otro lado, el trabajo de lectura que aquí se lleva a cabo nos permitirá aprehender el particular punto ciego al que se enfrenta la labor crítica, a partir de las consecuencias que para ella acarrea la llamada “muerte de los grandes relatos” a manos de la “filosofía post” (Grüner2002:36); y si bien los alcances de este escrito no nos permitirán plantear una posible salida a semejante problema, consideramos imprescindible dar cuenta de (y poner en discusión a) ese punto ciego como paso necesario en la tarea de su desarticulación.

Con esta doble finalidad nos abocaremos al estudio de la función metódica y epistémica que la noción de totalidad tiene en la perspectiva de este autor, en tanto ella constituye una de las categorías básicas en las que se sostiene el método dialéctico propuesto por Lukács. En efecto, según él mismo lo señala, “la categoría de totalidad […] es la esencia del método que Marx tomó de Hegel” (Lukács 1969:29), por lo que nos enfrentamos, como “problema central del método dialéctico, a la posición de dominio, adecuadamente entendida, de la categoría de totalidad” (Lukács 1969:37). A esto se agrega que es a través de ella que Lukács tematiza la relación –central en su pensamiento– entre objeto y sujeto; base sobre la cual nosotros nos proponemos aprehender el complejo entrelazamiento de la estructura social objetiva y los modos de pensamiento y acción subjetivos. Esta última cuestión se encuentra en el centro del primero de los dos objetivos que este trabajo persigue.

Ahora bien, el estudio de esa manera de problematizar el vínculo sujeto-objeto, que aquí se realiza, se asienta en la tesis de que, en HCC, pueden encontrarse dos maneras distintas de concebirlo desde el punto de vista de la totalidad, las cuales se encuentran imbricadas en el pensamiento de Lukács, pero que sin embargo pueden ser analíticamente “des-imbricadas” a través de un trabajo de lectura sobre esos materiales. Por lo que una parte clave de nuestra labor consiste en llevar a cabo esa “des-imbricación”, de forma tal que cada una de tales concepciones pueda ser percibida como completamente independiente de la otra. Es sobre este telón de fondo que nos apropiaremos de aquellos elementos conceptuales, del pensamiento de Lukács, que permiten la puesta en práctica de una crítica sociológica, sin por ello dejar de rechazar su apelación a una filosofía de la historia que –como más adelante se desarrolla– conduce a una visión objetivista de la misma. Donde, esta última cumple el papel de fundamento normativo de la propuesta crítica lukacsiana. En este sentido, el presente escrito busca, al mismo tiempo, pensar con Lukács y contra él.

El trabajo de producción de dicho “des-imbricamiento” nos conduce al segundo de los objetivos que hemos planteado:pues el rechazo a una filosofía de la historia que sirva de fundamento normativo, referente de una certeza última, sobre la que asentar la crítica, abre el interrogante acerca de cómo sostener esa práctica de la crítica, con sus pretensiones de impactar en el conjunto de las prácticas sociales. Es decir: frente al vacío en los fundamentos que este rechazo genera, puede o bien buscarse establecer un nuevo fundamento normativo, mas ello entraña asumir una particular forma de establecer la relación entre ciencia y política, tal como se señala en la segunda sección; o bien concebir a ese vacío como un hiato que resulta ontológicamente imposible de ser colmado, esto es: como un Vacío, lo cual implica un “esencialismo negativo” (Laclau y Mouffe 2006:132) –presente en las perspectivas denominadas “posmarxistas”– con importantes consecuencias para la práctica de la crítica, según se expondrá al final del escrito. La tensión entre esas dos alternativas, junto con las limitaciones que cada una de ellas contiene, constituye el punto ciego que aquí pretendemos aprehender, en el cual reside –a nuestro entender– el principal desafío epistémico y metódico que una teoría crítica ha de enfrentar en la actualidad.

No es aquí donde por primera vez se señalan los diversos usos que Lukács da a la noción de totalidad, sin embargo la taxonomía de tales usos que predomina en la bibliografía conlleva la reintroducción de una escisión entre sujeto y objeto, que es justamente lo que Lukács busca dejar atrás con la categoría de totalidad como centro de su método dialéctico, por lo que se torna necesario adoptar una nueva perspectiva desde la cual tematizar esa diversidad de usos. La primera sección de este artículo se dedica a plantear esta cuestión. Para luego, en la segunda sección, desarrollar el trabajo de lectura sobre los materiales lukacsianos, a partir del cual se delimitan dos maneras distintas de concebir la relación sujeto-objeto desde el punto de vista de la totalidad, abordándose después las consecuencias que cada una de ellas acarrea para la práctica de la crítica, y especialmente para su vínculo con las prácticas atinentes a lo político. Finalmente, en la tercera sección, señalaremos cómo la des-imbricación aquí propuesta nos permite urdir algunos hilos conceptuales con los que tejer la trama de una teoría crítica de la sociedad, a la vez que se ponen de manifiesto las consecuencias que acarrea tanto el asentar la propia perspectiva en un fundamento normativo, como el dejar sin fundamentos a la práctica de la crítica.

1. La escisión de la totalidad

Una de las distinciones taxonómicas más explícitas y sistemáticas acerca de los usos de la noción de totalidad es la desarrollada por Martin Jay, de allí que sea su clasificación la que servirá de guía a lo largo de esta primera sección. En ella, el autor describe tres usos centrales de dicha noción: el primero de los cuales es designado como “totalidad metodológica o descriptiva”, pues da cuenta de que la “adecuada comprensión de un fenómeno complejo sólo puede alcanzarse a través de una apreciación de su carácter relacional” (Jay 1984:23) (1). El segundo uso de esta categoría tiende a señalar al presente como un momento desgarrado, en el que tiene lugar lo que Simmel –maestro de Lukács– ha denominado: la “tragedia de la cultura” (2), frente ello se anhela una totalidad en la que la reconciliación entre los términos hoy escindidos permita el (re)establecimiento de una armonía perdida. Es en este sentido que Jay habla de una “totalidad normativa”, que es concebida como una meta a ser alcanzada. Fin que puede realizarse en tanto la sociedad es el producto de un sujeto creador, cuyas “objetivaciones son la única fuente del todo social” (Jay 1984:60); por lo que éste puede transformarlo en la dirección que esa meta señala. Designándose, a esta tercera forma, bajo el rótulo de “totalidad expresiva o genética”, en tanto es en dicho actuar que el mundo social encuentra su génesis, a la vez que éste último es una expresión del mentado actuar. Sobre el trasfondo brindado por estas tres categorías emprenderemos, entonces, el análisis de la lectura que el propioJay realiza de HCC, junto con las elaboradas por Michel Löwy, y por Andrew Arato y Paul Breines.

Según Jay, Lukács encontrará en la perspectiva marxista los elementos que le posibilitan iluminar una vía de salida a la moderna tragedia de la cultura; la cual ya no es concebida como un desgarramiento entre lo objetivo y lo subjetivo que resulta trascendente a toda sociedad histórica, como sucede en el pensamiento de Simmel, pero también en los escritos “pre-marxistas” de Lukács (Lukács 1971:34). Antes bien, se la percibe como el producto del particular entramado relacional propio de la sociedad capitalista y, como tal, superable a partir de la transformación de tales relaciones sociales. Las cuales pueden ser superadas a través de la acción de un sujeto que se reconozca a sí mismo en la objetividad de lo social, es decir: cuya percepción y acción pueda dar cuenta de la totalidad expresiva y, para Lukács, “una situación así se ha producido con la aparición del proletariado en la historia” (Lukács 1969:3). Por lo que con la acción de este sujeto “la totalidad normativa a la que los seres humanos habían aspirado por tanto tiempo, sería finalmente alcanzada” (Jay 1984:111).

En base a esto Jay sostiene que, en HCC, el uso descriptivo de la totalidad permite insertar al diagnóstico del presente en una visión de la historia “como una unidad coherente y dotada de sentido” (Jay 1984:105), que encontraría su culminación en la realización de la totalidad normativa. Producto de la acción de la clase proletaria, en tanto ella ocupa el rol del sujeto creador propio de la totalidad expresiva. Lo cual lleva a Jay a condenar por idealista a este entramado teórico, en una tónica similar a la de la autocrítica que Lukács dirige a su propio libro, en el Prólogo a su reedicición de 1967 (Lukács 1969: XXIV).

Por su parte, Löwy señala la importancia de los acontecimientos que tienen lugar en la Hungría natal de Lukács para la evolución de su perspectiva.Pues con la aparición allí de la fuerza social masiva que el proletariado representaba, la “desesperación amarga y angustiada [de los intelectuales húngaros] se transforma en una explosión fulgurante, en esperanza inmensa, apasionada y mesiánica” (Löwy 1978:95). Y es este mesianismo el que, según Löwy, se halla aun presente en la perspectiva desarrollada en HCC, cristalizando en la imagen de una clase proletaria que viene a realizar la totalidad normativa, a través de una acción revolucionaria que “descubre […] en la totalidad dinámica, las tendencias dirigidas hacia el objetivo final” (Löwy 1978:184). De allí que, según este autor, en el entramado teórico-conceptual elaborado por Lukács prevalece una concepción de la historia como una unidad dotada de sentido, sobre cuyo trasfondo pueden develarse los elementos que progresivamente llevan a la realización de ese objetivo final que es la totalidad normativa (3). Aun cuando el autor no conciba esto como un momento idealista del Lukács marxista, se vuelve a poner en el centro de la interpretación crítica de HCC al uso normativo que allí se hace de la noción de totalidad.

Veamos finalmente la lectura que Arato y Breines llevan a cabo de esta misma cuestión,quienes sostienen que los grandes logros y los igualmente grandes dilemas presentes en HCC, “proceden de la preservación de los elementos ‘idealistas’ [de la obra premarxista de Lukács] dentro del nuevo contexto marxista” (Arato y Breines 1986:22). En base a esta clave de lectura, detectan una tensión fundamental que atraviesa al planteo del libro, la cual surge de, por un lado, su concepción objetivista de la historia (de raíz hegeliana), que permitiría superar la cosificación imperante en la sociedad burguesa a partir de la emergencia de la posibilidad objetiva de que dicha transformación acontezca.Y, por el otro lado, un componente de fuerte voluntarismo (de origen fichteano), que conduce a una concepción mitológica de la subjetividad. Es decir que, para los autores, la perspectiva lukacsiana tendría por base una imagen de la historia como portadora de un sentido propio (dado por la totalidad normativa), hacia el cual tienden los diversos momentos de su desarrollo; junto con un potente sujeto productor del mundo objetivo (sobre la base de una concepción expresiva de la totalidad) que voluntariamente llevará a cabo esa transformación. Por lo que esta concepción termina conduciendo a un visión en la que “el proceso histórico objetivo se había vuelto […] completamente determinista” (Arato y Breines 1986:246); perdiéndose así la implacable y potente crítica sociológica que Lukács le realiza a la sociedad burguesa, a manos de una filosofía de la historia preocupada por hallar al sujeto capaz de instaurar aquella sociedad completamente transparente, que es la meta del proceso histórico.

En base a este esquemático recorrido, podemos sostener que el momento en que, tanto Jay como Arato y Breines, se alejan críticamente de la perspectiva lukacsiana, pone el acento en el lugar clave que en este pensamiento ocupa la categoría de totalidad normativa. De allí que ellos enfaticen (especialmente en el caso de Jay) el subjetivismo idealista subyacente al planteo de HCC; lo cual los lleva a criticar el lugar central que aquí se le da a la totalidad normativa y como de ella –de la búsqueda de su realización– se desprende una visión teleológica de la historia (cuestión especialmente remarcada por Arato y Breines). Por otro lado, aun cuando Löwy señala a grandes rasgos la misma problemática, su postura ante ella es mucho más matizada. En efecto, si bien él comparte la idea de que en este libro Lukács tiene una visión del proceso histórico como una unidad que tiende a la realización de la totalidad normativa, se diferencia de los otros autores en que él no ve allí un punto a ser rechazado críticamente o que ponga en cuestión al conjunto del entramado teórico-conceptual lukacsiano.

Podemos notar así, como estas diversas lecturas analíticas sobre los distintos usos que Lukács le da a la noción de totalidad, ponen el acento en el lugar otorgado a la totalidad normativa; y es por allí que se cuela una filosofía de la historia de tintes teleológicos. Sin embargo, la taxonomía por ellos implementada permite tan sólo detectar ese límite de la perspectiva lukacsiana, pero no rescatar la (que con Arato y Breines podemos llamar) crítica sociológica que en ella hay. A nuestro entender, esto se debe a que estas lecturas se posicionan en una perspectiva en la que sólo si se mantienen las tres categorías, sin desechar ninguna, se puede articular una teoría que refiera a lo concreto y dé cuenta de la central relación sujeto-objeto. En efecto, esta taxonomía concentra en la totalidad normativa la referencia al proceso socio-histórico concreto, instancia clave del “marxismo ortodoxo” lukacsiano, en tanto es esa referencia a una totalidad capaz de captar lo concreto, lo que –según Mészáros– “le permite elaborar la Ontología social de Historia y consciencia de clase” (Mészáros 1981:56) (4). En definitiva, la totalidad normativa es el producto de un Lukács que consigue anclar su juvenil nostalgia de totalidad en el proceso histórico; de allí que esta categoría implique una referencia a elementos concretos. Y es justamente esto lo que la diferencia de la totalidad descriptiva o metodológica, cuya referencia principal es a un determinado punto de vista desde el que se “describe” a las sociedades, se hace de ellas un “objeto” que puede ser conocido desde una mirada así posicionada. Es decir que mientras ésta refiere al “pensamiento” que conoce un determinado objeto, la otra se constituye en ese “ser” que es conocido, reintroduciéndose así la escisión entre ellos que Lukács critica. Por último, en esta taxonomía, sólo la noción de totalidad expresiva refiere a la relación sujeto-objeto en sí misma (y no a una de las instancias de dicha relación), marcándose así el lugar más bien marginal que se le otorga en la producción de la distinción analítica de los distintos usos de la noción de totalidad.

En resumen, esta clasificación requiere que se pongan en juego los tres usos para poder dar cuenta de la dialéctica entre pensamiento y ser, sujeto y objeto, teoría y práctica; por lo que, o bien se aceptan las críticas de Jay y Arato y Breines a la perspectiva lukacsiana y, por ende, se la desecha de plano, incluyendo su crítica sociológica de la sociedad burguesa. O bien, se conserva el conjunto de su perspectiva,  junto con los límites que estos autores le señalan. Frente a esto, la distinción analítica por nosotros propuesta busca constituirse en la vía por la cual apropiarnos de algunos hilos conceptuales de la genial crítica sociológica lukacsiana, sin por ello dejar de rechazar a una filosofía de la historia que pretende dotar a su perspectiva de un fundamento normativo que funciona de referente último de certeza. Para lo cual resulta clave evitar las escisiones antes mentadas, planteando una lectura de la noción de totalidad en la que ésta aborde, en su movimiento dialéctico, tanto a la dimensión epistémico-metódica, como a los procesos concretos.

2. La totalidad en la relación sujeto-objeto

Nuestro trabajo de lectura parte de reconocer, como ya hemos dicho, dos formas distintas de concebir y, por ende, de poner en juego epistémica y metódicamente la relación sujeto-objeto, las cuales se encuentran imbricadas en una sola trama teórica en el pensamiento de Lukács. Es decir que, si bien el punto de vista lukacsiano se fundamenta en ambas formas de concebir dicha relación, nuestro trabajo busca aprehenderlas como dos relaciones distintas e independientes entre sí, por lo que la perspectiva crítica que se posicione sobre una de ellas será distinta e independiente de aquella que se posicione sobre la otra. De allí que la misma noción (la de experiencia, por ejemplo) adquiera sentidos diferentes (y hasta antagónicos), según se la inserte en una o en otra forma de concebir la relación sujeto-objeto desde el punto de vista de la totalidad.

En este sentido, nuestra clave de lectura surge de considerar que la categoría de totalidad apunta a dar cuenta del entre-lazo de sujeto y objeto, diluyendo su escisión en instancias separadas –lo cual nos diferencia, como ya le hemos señalado, de la taxonomía abordada en la sección anterior. Es decir que esa categoría es la que permite la “relativización del relativismo” que Merleau-Ponty encuentra en la dialéctica lukacsiana, al “relativizar las nociones de sujeto y de objeto” (Merleau-Ponty 1957:38). Sobre este trasfondo, distinguiremos analíticamente dos maneras distintas de captar al objeto como una totalidad (a las que llamaremos “totalidad histórica” y “totalidad social de carácter histórico”), cada una de las cuales se entrelaza con una concepción distinta del sujeto como totalidad (las cuales serán denominadas “clase” y “totalidad de la personalidad”). Es a la caracterización de estas dos formas de concebir la relación sujeto-objeto a lo que dedicaremos el próximo apartado (5).

2.1 El trabajo de división analítica

Cabe comenzar citando a Rusconi, según quien, en Lukács, el concepto de totalidad “se convierte en método crítico de la sociedad (en la denuncia de la alienación humana y del fetichismo de la ciencia empírica) y en criterio de inteligibilidad de la historia” (Rusconi 1969:47). En esta frase se pueden detectar dos usos de la noción de totalidad para el conocimiento del objeto: el primero de los cuales hace foco en la sociedad, a partir de lo cual se estudia a los diversos fenómenos sociales como momentos de ese entramado relacional más amplio, percibiéndolos sobre ese telón de fondo; llamaremos a esto la “totalidad social de carácter histórico”. El segundo se enfoca, en cambio, en la historia como objeto, en la posibilidad de develar –a partir de la categoría de totalidad– el sentido que a ella subyace; le daremos por nombre “totalidad histórica”. Este último uso fundamenta “la captación de la historia como proceso unitario” (Lukács 1969:13), por el que se entiende a cada época histórica a partir de su significado como momento de dicho proceso, en el cual se despliega un sentido único. En dicha perspectiva hunde sus raíces la posibilidad de leer en el presente las tendencias que llevan hacia la realización de “los fines evolutivos objetivos de la sociedad” (Lukács 1969:166); marco que permite captar la “misión histórica” (Lukács 1969:25) que el presente plantea, en tanto tarea a ser llevada a cabo para alcanzar un determinado fin. De cuya consecución la concepción de la historia como una totalidad da la certeza; aun cuando no sea posible poseer la garantía material de semejante certeza, pues “sólo metódicamente –por el método dialéctico– nos está garantizada” (Lukács 1969:47, la cursiva es mía).

Es esta concepción de la “totalidad histórica” la que permite, según Lukács, iluminar al sujeto de la acción histórica, aquel que llevará adelante “el paso al que objetivamente tiende la dialéctica del desarrollo histórico” (Lukács 1969:220), paso cuya concreción no es posible sin la acción de dicho sujeto. El cual, para poder dar cuenta de la totalidad del objeto, tiene que ser él mismo una totalidad, y “en la sociedad moderna son exclusivamente las clases las que representan como sujetos ese punto de vista de la totalidad” (Lukács 1969:31). Vemos así como, en el pensamiento lukacsiano, el conocimiento del objeto que se funda en la categoría de totalidad nos lleva a conocer al sujeto como una totalidad y viceversa; pues sólo desde el punto de vista de ese sujeto puede darse la captación del mundo objetivo como un todo.

La categoría mediadora en esta relación entre totalidad histórica y clase, está dada por la noción de “consciencia de clase atribuida”; entendiendo por ella “la reacción racionalmente adecuada que se atribuye de este modo a una determinada situación típica en el proceso de la producción” (Lukács 1969:55). Es a partir de establecer esa relación con el todo que se devela no sólo la posición del sujeto en el proceso histórico, sino también los intereses resultantes de ella; el esquema de pensamiento y acción que tendría que tener de ser capaz de romper la inmediatez en la que se halla inmersa su mirada del mundo social (6). De allí que esta noción no haga referencia a la consciencia empírica de los agentes, antes bien se trata de una atribución del contenido de consciencia que sería racional que ellos tengan a partir del conocimiento de la totalidad histórica y de su posición como sujeto colectivo en ella. Y es precisamente por ello que permite avanzar en una determinación del significado objetivo de las prácticas realizadas, más allá de las intenciones subjetivas que se hubiese puesto en ellas. A la vez que es a través de esas prácticas, de las luchas que el sujeto histórico (es decir: el proletariado) en tanto clase lleva a cabo y de la experiencia que ellas entrañan, que adquiere consciencia de su situación de clase (se autoconoce), apropiándose progresivamente de esa manera de pensar a la historia que entraña la noción de “consciencia de clase atribuida”.

En base a esto podemos captar la particular relación entre teoría y práctica que se establece en el interior de la relación “totalidad histórica-clase”. Pues es a partir del conocimiento teórico de la totalidad histórica que el teórico posicionado en este fundamento puede aprehender a la clase proletaria como sujeto de la acción histórica, captando la misión que ella tiene en la situación presente. A la vez que, a partir de ello, la teoría se constituye en un momento del proceso por el cual la clase se apropia de dicho conocimiento, avanzando en su autoconocimiento. Por lo que, en el interior de esta concepción de la relación sujeto-objeto, la teoría tiene por función posibilitar prácticamente ese paso, en el cual la toma de consciencia por parte de la clase es, a su vez, el paso decisivo que la historia como un todo da hacia la realización de sus fines objetivos evolutivos.

Abordemos ahora las características de la otra forma de conocer al objeto desde el punto de vista de la totalidad, es decir de la “totalidad social de carácter histórico”, cuyo rasgo central es el permitirnos estudiar lo particular como momento de un entramado relacional que es histórico, sin que ello implique afirmar la existencia de un sentido que se despliega a lo largo de esa historia. Una mirada fundada en esta categoría es capaz de romper con la inmediatez al captar la génesis socio-histórica de un fenómeno, de allí que pueda señalar –en un frase que sintetiza magistralmente el sentido de la crítica como no aceptación de lo inmediatamente dado– que “un negro es un negro. Sólo en determinadas condiciones se convierte en esclavo” (Marx 1973:36) (7). Y esas “determinadas condiciones”, el percibir el fenómeno en cuestión sobre ese telón de fondo, es lo que posibilita que la perspectiva crítica se separe de la mirada para la cual “es natural” (en tanto propio de la “segunda naturaleza”) que un negro sea un esclavo. Es al aprehenderlo como un producto de la lógica relacional imperante en el presente, que podemos develar el carácter aparente, construido, de aquello que se nos presenta como natural.

En este marco puede comprenderse cómo un problema propio de una de las diversas esferas sociales refiere en parte a la totalidad social de carácter histórico; pues está atravesado por una lógica que sobrepasa los límites de dicha esfera en particular. De allí que, según Lukács, “la expresión literaria, científica, de un problema aparece como expresión de una totalidad social, como expresión de sus posibilidades, sus límites y sus problemas” (Lukács 1969:38). Es decir que se puede captar en un problema o fenómeno que tiene lugar en alguna de las diversas esferas sociales, aquella dimensión atinente a la lógica que impera en el entramado relacional en su conjunto, que es una expresión de dicha lógica; a la vez que, esa problemática, la forma en que ella se dirime, impacta en la estructuración de ese entramado, en la forma en que la sociedad se da un orden a sí misma. Sin embargo, esto no implica que Lukács esté afirmando que cada esfera social sea una manifestación directa o un mero reflejo de la lógica de la totalidad social, pues ello implicaría eliminar de un plumazo las mediaciones existentes entre ellas; antes bien esta última, tal y como sostiene Mészáros, “existe en y a través de esas mediaciones múltiples a través de las que se vinculan entre sí los complejos específicos –es decir ‘totalidades parciales’– en un complejo global dinámico, que cambia y se desplaza constantemente” (Mészáros 1981:57). En definitiva, no deja de reconocerse y señalarse la “autonomía relativa” de cada esfera social, que es también hablar de su carácter “relativamente dependiente” (Bourdieu 1995:213). Más aún: el propio Lukács sostiene, en una conferencia dictada en 1947, que “toda totalidad está hecha de totalidades subordinadas a ella, y […] la totalidad en cuestión es, a la vez, sobredeterminada por totalidades de complejidad más elevada” (citado por Mészáros 1981:57). Lo cual marca la cercanía entre el pensar relacional que la noción de totalidad social pone en juego y la forma de concebir la sociedad propia del marxismo estructuralista (o, incluso, postestructuralista y “posmarxista”). Volveremos sobre este punto.

De este modo, entonces, pueden aprehenderse los múltiples vínculos que ligan a las distintas esferas sociales, cuestión que también entra en juego al dar cuenta del sujeto que pone esta totalidad social. En efecto: una mirada así posicionada no centrará su captación del sujeto en los diversos roles sociales que posee; pues allí se estaría manifestando una forma de abstracción que aísla sus diversas prácticas, adscribiendo cada una de ellas a una única esfera social, rompiendo así los lazos que las vinculan entre sí y con la sociedad como un todo. Es decir que de la misma manera en que se critica la concepción de una completa autonomía de las diversas esferas sociales, señalando el vínculo que las entrelaza, se pone en cuestión, también, la imagen que hace de los modos de pensamiento y acción subjetivo que se ponen en juego en cada una de esas esferas, entidades completamente escindidas las unas de las otras. Esto es, se critica la abstracción aislante de dichos modos de pensamiento y acción de un mismo sujeto, que se ven desgarrados en una multiplicidad de roles sociales. Con lo cual se oculta el impacto que las prácticas propias de un rol puntual, llevadas a cabo en su correspondiente esfera social, tienen en las otras esferas sociales (y, por ende, en los otros roles) y en la totalidad social de carácter histórico en su conjunto. Por lo que esta abstracción implica una ruptura del pensamiento relacional, un “substancialismo del rol”, bajo el cual se nos aparece la práctica científica o el problema literario, como solamente eso, una práctica o un problema limitado a una única esfera social, y no como una práctica que a su vez impacta en y es impactada por la totalidad social.

En esta línea corre, por ejemplo, la crítica que Horkheimer le realiza a la “teoría tradicional”, para la cual “el experto en una disciplina considera la realidad social y sus productos ‘en tanto que’ científico como algo externo, y ‘en tanto que’ ciudadano defiende sus intereses en dicha realidad social […] sin reunir estos y otros comportamientos en su propia persona” (Horkheimer2000:44). Dando lugar así a lo que hemos denominado un substancialismo de rol. Frente a esto, el punto de vista crítico elaborado por Lukács pone el acento en la “entera personalidad total” (Lukács 1969:350) de los seres humanos. Pues es sobre la base de la consideración de la personalidad como un todo que podemos aprehender el vínculo (la autonomía relativa) entre los modos de pensamiento y acción que el sujeto pone en práctica en cada una de las esferas sociales de las que participa, y entre éstas y la totalidad social. Lo cual, en última instancia, nos conduce a romper con esa división constitutiva de la sociedad burguesa entre un ámbito privado y otro público; para pensar a ambos como apariencias necesarias en el interior de esta estructura social. Ruptura que nos habilita a captar el impacto público que las prácticas consideradas propias del ámbito privado pueden tener; las marcas (no necesariamente buscadas, previstas o ni siquiera vistas por su productor) (8) que las prácticas científica, literaria, etc. producen en el ámbito de lo político, entendido como la forma en que una sociedad se da un orden y se desordena a sí misma.

Vemos así como el conocimiento de la totalidad social de carácter histórico como objeto nos lleva a aprehender al sujeto en su entera personalidad, descubriendo el entrelazamiento que tiene lugar no sólo entre distintos agentes individuales, sino también entre los diversos roles que un mismo agente desempeña, entre las diversas tomas de posición que éste lleva a cabo. A la vez que el conocimiento de ese sujeto, nos lleva a captar el entrelazamiento de sus prácticas, de las esferas en que ellas se producen; develando así la trama relacional con que se teje la sociedad como un todo.

Donde la categoría mediadora entre estos dos términos es aquella que permite dar cuenta del impacto que una práctica particular puede tener en la trama de la totalidad social, a la vez que posibilita percibir cómo la lógica relacional propia de ésta última puede llegar a ponerse en juego en una “decisión tomada a propósito de una ocasión de importancia aparentemente mínima” (Lukács 1969:221). En definitiva, de lo que se trata es de captar “la relación de totalidad” (Lukács 1969:220) que media entre ambos términos, el mutuo condicionar y dejar huella en la otra instancia de este vínculo, siendo a esta mediación (en ambas direcciones) a la que denominamos impacto de totalidad. Es a partir de él que se ilumina el vínculo dialéctico que va de objeto a sujeto (el condicionamiento que la lógica de la totalidad social impone en las prácticas de los agentes) y de sujeto a objeto (el impacto de dichas prácticas en el entramado social) (9). Y es a través de sus experiencias, producto tanto de las prácticas que dejan su huella en la totalidad social, como del efecto de la lógica que en ella rige sobre dichas prácticas, que el agente puede aprehender el impacto de totalidad en el que se ve entrelazado con los otros y con la totalidad social en su conjunto.

Sobre este trasfondo puede captarse la relación entre teoría y práctica que tiene lugar en el interior de esta concepción. Pues en base al conocimiento teórico de la totalidad social de carácter histórico puede descubrirse el impacto de totalidad de las prácticas realizadas por los agentes (consideradas desde el punto de vista de la totalidad de su personalidad), lo cual puede constituirse en un momento del proceso de resquebrajamiento de su modo de pensamiento y acción, en pos de una perspectiva más mediada, menos substancialista, de lo social. A la vez que las prácticas que impactan en la totalidad del entramado relacional, modificándolo, abren nuevos horizontes cognoscitivos para la teoría, al alterar tanto al objeto que esa práctica de producción de teoría conoce, como a las condiciones sociales en la que dicha práctica se produce.

Luego de esta densa caracterización de las dos formas analíticamente distinguibles, en el pensamiento lukacsiano, en que se aprehende la relación sujeto-objeto desde el punto de vista de la totalidad, podemos internarnos en el estudio de las consecuencias que cada una de ellas tiene para el punto de vista crítico, a lo cual dedicaremos los próximos dos apartados (10). Sin embargo, antes de avanzar, destaquemos una vez más que achacarle a Lukács una sola de estas dos relaciones implicaría tener una lectura parcial de su HCC, pues es de la tensa convivencia entre ambas que emergen muchos de los problemas e intereses que plantea la obra. Sólo en tanto camino para la apropiación de algunas categorías metódico-conceptuales de su perspectiva es que, para nosotros, tiene sentido este ejercicio de lectura analítica, cuya clave está en “des-imbricar” la crítica sociológica lukacsiana (que ligamos a la relación totalidad social-totalidad de la personalidad) de su concepción objetivista de la historia (que vinculamos a la relación totalidad histórica-clase).

2.2 La concepción objetivista de la historia en la relación totalidad histórica-clase

Este apartado se concentrará en la relación dialéctica que se da entre totalidad histórica y clase (mediada por la consciencia de clase atribuida), para interrogarnos, especialmente, acerca de la particular concepción del problemático vínculo entre ciencia y política –entre un saber, que es poder, y un poder, que es saber– que le es propia a una perspectiva fundada epistemo-metódicamente en semejante relación. Para lo cual resulta necesario abordar en detalle las características del punto de vista que así se conforma.

Es en dicha relación entre totalidad histórica y clase donde hunde sus raíces la crítica que Lukács realiza a las investigaciones que indagan la consciencia empírica de los seres humanos. Pues allí no hay una referencia al todo, sino que la investigación se queda en el análisis de la consciencia psicológica individual de los agentes, sin ir más allá de ello. Lo cual entraña, para esta perspectiva, una limitación; ya que es únicamente la referencia al todo la que permite captar el esquema de pensamiento que efectivamente posee un sujeto que ocupa una determinada posición en la totalidad. A la vez que podemos tacharlo de “falsa consciencia”, en tanto “marra la esencia de la evolución social” (Lukács 1969:54), al no captar la lógica propia del devenir de la historia como un todo y, por ende, la posición que este sujeto tendría que tener allí. Se evidencia como el punto de vista fundado en estas categorías se considera capaz de descubrir las ideas que la clase (en tanto sujeto) tendría que tener si viese su situación completamente; es decir: si adoptase la perspectiva que es propia del conocimiento teórico de la totalidad histórica. Sobre esta base resulta posible construir la categoría mediadora de consciencia de clase atribuida, a la vez que se rechaza la consciencia empírica del sujeto, reduciéndola a mera falsedad.

En base a esto, esta perspectiva teórica tiende, por su propia lógica, a trazar un cierto camino por el que habrá de discurrir la acción revolucionaria de la clase proletaria, cerrando las vías de acceso a otros posibles caminos. Pues el conocimiento (teórico) de la historia como totalidad y de su sentido subyacente es la base sobre la que se erige la mirada que ilumina al sujeto encargado de realizar “el paso al que objetivamente tiende la dialéctica del desarrollo histórico” (Lukács 1969:220). Paso que, sin embargo, no puede ser llevado a cabo más que a través de una acción consciente de la clase proletaria en tanto sujeto; ya que, según Lukács, la superación de las contradicciones intrínsecas a la sociedad burguesa requiere que el sujeto de esa acción sea consciente del sentido histórico-objetivo que ella entraña. Pues de quedarle oculto el sentido último (histórico) de su práctica, el producto de ella se le tornaría ajeno. Por lo que el problema clave para la realización de la acción histórica (cuestión que constituye el centro de la relación dialéctica entre totalidad histórica y clase) es el de la toma de consciencia por parte del sujeto; entendiendo por ésta –como ya hemos visto– “el sentido, hecho consciente, de la situación histórica de la clase” (Lukács 1969:80) (11).

Es esta consciencia de clase atribuida desde un punto de vista teórico, la que permite establecer un parámetro a partir del cual “medir” el nivel de consciencia empírica de la clase proletaria, cuánto ella se aproxima a aquel estado de consciencia que es necesario para la realización de la acción revolucionaria. De allí que se pueda sostener que esta noción tiene un aire de familia con el tipo ideal weberiano, al menos en su función metodológica; ya que se constituye en un parámetro a partir del cual “comprobar, en cada caso singular, en qué medida la realidad se acerca o se aleja” (12) de este nivel de consciencia. Es a través de la experiencia producto de las luchas parciales contra la burguesía, que el proletariado va adquiriendo la consciencia que hace de él una clase (una totalidad y no una mera sumatoria de individuos); por eso “el proletariado no puede constituirse en clase más que en el proceso y por él” (Lukács 1969:45). Siendo la categoría de consciencia de clase atribuida la que posibilita, en definitiva, percibir si hay o no una “aproximación de la consciencia psicológica a la atribuible” (Lukács 1969:80), a través de las diversas experiencias por las que este agente pasa. Es por ello que para Lukács “la verdad o falsedad funcionales de la acción tiene […] su criterio último en el desarrollo de la consciencia proletaria de clase” (Lukács 1969:221).

A partir de todo esto, se puede afirmar que esta noción de consciencia de clase, tal y como Lukács la elabora, implica su existencia con anterioridad a que el sujeto la posea; existencia que está dada por la captación, desde el particular punto de vista del teórico crítico, de la totalidad histórica y de la posibilidad de establecer, en base a ello, la forma en que tendría que pensar y actuar un sujeto así posicionado (13). De allí que en aquellos momentos en que su figura no es visible –por las características particulares de la coyuntura socio-histórica–, este esquema de pensamiento sea “él mismo […] teorético y latente” (Lukács 1969:44). Pues se halla inscrito en la lógica que subyace al devenir de la historia concebida como una totalidad, manteniéndose en estado de latencia hasta que se lleve a cabo la acción histórica que ella contiene; por lo que resulta captable –como una posibilidad en la trama objetiva de la historia– aun antes de que el sujeto la haya hecho propia. Sin este fundamento no se podría construir la categoría de consciencia de clase atribuida, no habría elementos en el estado actual de cosas a partir de los cuales elaborar esa noción típico ideal. Si bien para Lukács la toma de consciencia por parte del proletariado es un proceso, de no haber elementos que tengan una cierta exterioridad al mismo –en tanto pueden ser percibidos con cierta independencia a que dicho proceso los haya efectivamente realizado–, no habría manera de establecer un parámetro a partir del cual determinar la verdad o falsedad funcional de una acción en el interior de ese proceso. Aun cuando la experiencia es la vía por la cual el proletariado adquiere su consciencia, transformándose así en una clase; no por ello ese contenido de consciencia deja de ser algo que se pretende previamente cognoscible, desde la perspectiva teórica fundada en la relación totalidad histórica-clase. En este sentido estamos ante un proceso que es fundamentalmente de adquisición de consciencia por medio de la experiencia y no de producción de dicha consciencia; pues se hace propio algo ya existente (al menos a un nivel teorético) que no es producto directo de esas experiencias sino que se internaliza, se aprende, a través de ellas (14). Contenido de consciencia que el teórico conoce a partir de su captación del objeto historia; siendo este momento “objetivo” el preponderante en el interior de la relación totalidad histórica-clase, pues a partir de él se establece la certeza metódica que permite a la teoría constituirse en el momento que orienta a la práctica del sujeto histórico.

Por lo que, aun cuando para Lukács “la transformación misma no puede ser sino acto libre del proletariado mismo” (Lukács 1969:232), esa libertad, sin embargo, atañe únicamentea si el sujeto actúa o no. Pero no al cómo tendría que actuar (en caso de que efectivamente actúe), ya que la acción verdadera está ligada a la consciencia de clase atribuida. De la multiplicidad de posibles prácticas que el sujeto puede llevar a cabo, sólo una de esas posibilidades corresponde a la acción proletaria de transformación de lo existente, el resto conducen al error y al retroceso de consciencia. Y esta forma de acción en lo político se encuentra establecida por la certeza que brinda un determinado saber, a partir del fundamento normativo que entraña la posibilidad de aprehender el sentido hacia el que tiende la historia. Esto se encuentra en el núcleo mismo de la forma en que aquí se concibe a la relación entre ciencia y política; concepción que es justamente aquella que lleva, por ejemplo, a Horkheimer y Adorno a remarcar el carácter totalitario del pensamiento ilustrado (Horkheimer y Adorno 2001:78 y Gambarotta 2008).

El asunto en cuestión, entonces, no es acerca de cuál es el camino a ser recorrido, sino si el sujeto lo recorrerá o no, si ha adquirido la consciencia de su misión histórica que consiste, en definitiva, en recorrer ese camino. De allí que, según Lukács, “con ese planteamiento de la cuestión quedan ya dados el camino y la posibilidad de la respuesta” (Lukács 1969:182, las cursivas son mías). No más que la posibilidad, pues, como él señala, esa respuesta sólo puede llevarse a cabo con un acto consciente del proletariado, que hace propia esa respuesta, que transita el camino ya dado por el conocimiento teórico de la totalidad histórica (15). En un punto extremo (y buscadamente provocativo) cabría decir que, si la libertad del sujeto consiste en recorrer un camino cuyo rumbo ha sido establecido por el conocimiento teórico de la totalidad histórica, si su práctica transformadora es producto de una consciencia atribuida que es teoréticamente captable con anterioridad a que él la posea efectivamente, entonces su autonomía “se despliega hasta convertirse en su heteronomía” (Horkheimer 2000:101). Así, la perspectiva crítica encuentra un momento de cierre, en el que la actividad humana termina asimilada y subordinada al momento objetivo o, más específicamente, a aquellos poseedores de un conocimiento que se presenta como universal-objetivo y que, como tal, instaura un fundamento normativo en base al cual se pretende orientar la actividad del resto de los seres humanos.

En resumen, en la relación dialéctica entre totalidad histórica y clase puede detectarse una preponderancia del momento de conocimiento teórico de la totalidad histórica, desbalanceándose así la relación entre ambos términos. Lo cual se traduce en un cierre a las posibilidades de la acción, al establecerse como posibilidad objetiva (en singular) un determinado camino a seguir, que se constituye en parámetro a partir del cual se determina la falsedad o verdad de las formas de pensamiento de los agentes empíricos y de las consecuentes prácticas que efectivamente lleven a cabo. Cierre en el ámbito del poder, cuya contraparte es la deun saber que se tiñe de rasgos autoritarios (16).

Es en base a esto que puede entenderse por qué la posibilidad de una unidad entre teoría y práctica, en el marco establecido por la relación dialéctica entre totalidad histórica y clase, tendrá lugar “sólo si el paso a consciencia significa el paso decisivo que el proceso histórico tiene que dar hacia su propio objetivo, compuesto de voluntades humanas, pero no dependiente del humano arbitrio, no invención del espíritu humano” (Lukács 1969:3). Donde la teoría tiene por función posibilitar ese paso a la consciencia, a partir del cual puede acontecer la transformación práctica que conduce, a la historia, a la realización de su objetivo, independiente del humano arbitrio. Y si bien, según Lukács, el conocimiento producto de la teoría es a su vez un “autoconocimiento de la realidad” (Lukács 1969:18); en ese autoconocimiento, sin embargo, se asimila el momento subjetivo al objetivo. Ya que éste será verdadero (será efectivamente autoconocimiento y no falsa consciencia) en la medida en que el sujeto adquiera –procesualmente– el sentido del devenir de la totalidad histórica y de su lugar en ella, según se lo define típico-idealmente desde el punto de vista teórico, para luego llevar a cabo su práctica según esos parámetros. Por lo tanto: es en el cumplimiento de su función que la teoría se une con la práctica, pero al precio de impulsar una heteronomía en la acción de los agentes, junto con sesgos autoritarios en el saber producto de la práctica teórica.

Esta misma preponderancia del momento objetivo es la que permite a Lukács dotar a su concepción de la historia de un carácter normativo, en base al cual puede sostener que, aun cuando no se tenga una garantía material de la victoria final del sujeto (pues ella no es más que una posibilidad, dependiente de la decisión del sujeto a actuar o no), el conocimiento teórico que la dialéctica genera (sobre la base de la relación totalidad histórica-clase) brinda la “certeza metódica” (Lukács 1969:47) acerca del sentido del proceso histórico. Certeza cuya función es, entonces, establecer un referente último a partir del cual guiar la acción de los agentes, pero al coste de introducir la ya mentada dupla heteronomía-carácter autoritario. De allí que consideremos que, al fundar normativamente la crítica, se introduce un momento de cierre para la propia práctica de producción de conocimiento crítico, en tanto no puede más que reducir a error a aquello que se desvíe de lo establecido por dicha certeza.

Ahora bien, no podemos ni queremos dejar de destacar que dicho momento de cierre es tal, en el marco de nuestro objetivo de estudiar la perspectiva lukacsiana en pos de hallar elementos que nos permitan a nosotros indagar críticamente la sociedad en la que estamos inmersos. En esa búsqueda (que no pertenece a la “historia de las ideas”, ni intenta establecer la “exégesis correcta” del texto consagrado) la que nos ha llevado a realizar el trabajo de lectura analítica, a partir del cual rechazamos críticamente esta manera de concebir la relación sujeto-objeto; a la vez que es el mismo trabajo el que nos conduce a aferrar las potencialidades del pensamiento de Lukács para una teoría crítica de la sociedad. A esta última cuestión se dedicará el próximo apartado.

2.3 El impacto de totalidad y la posibilidad de lo imposible

Hemos visto que, en el marco de la relación dialéctica entre totalidad social y totalidad de la personalidad (mediada por la categoría de impacto de totalidad), la inserción de un fenómeno en el entramado relacional más amplio en el que tiene lugar permite la ruptura con el punto de vista de la inmediatez, a partir del cual lo percibimos y, en ese acto, lo dotamos de sentido. Esto posibilita remitir aquellas propiedades que se presentan como inscriptas en las cosas, al conjunto de relaciones sociales entre agentes de las que ellas son producto; rompiéndose así con la mirada substancialista del mundo social. En definitiva: es a partir de ello que puede develarse al “carácter fetiche de la mercancía como forma de objetividad” (Lukács 1969:90) específica de las relaciones sociales capitalistas, que lo producen como tal.

Una perspectiva fundada en estas categorías, permite captar la apariencia con que un fenómeno se presenta, así como el carácter necesario de ésta, en tanto sus consecuencias (no aparentes) contribuyen a la reproducción de las relaciones sociales establecidas. Es esta lógica, entonces, la que permite iluminar la apariencia necesaria de los roles aislados, apariencia que vela los vínculos entre las diversas prácticas de un mismo agente, desarrolladas en diversas esferas sociales, oscureciéndose así la autonomía relativa entre dichos roles incluso para el propio agente, cuyo modo de pensamiento y acción se halla cosificado. Esto vela el impacto de totalidad que una práctica puntual puede tener, sus consecuencias en la articulación de otras esferas sociales así como de la totalidad social de carácter histórico. El punto culmine de esta lógica lo hallamos en la no percepción de las marcas que las prácticas desarrolladas en el “ámbito privado”, pueden llegar a provocar en el “ámbito público”; el impacto que las acciones cotidianas de los “políticos ocasionales” (17) puede tener en la política, es decir: en el régimen de estado y partidos políticos, campo de actividad de los “políticos profesionales”, así como en la forma en que una sociedad se ordena y desordena a sí misma, esto es: en lo político.

En este sentido, la perspectiva crítica que se desprende del entrelazamiento entre totalidad social y totalidad de la personalidad recupera la joven crítica de Marx a la falsa escisión entre citoyen y bourgeois; escisión que restringe la práctica en lo político al rol del ciudadano, mientras que las prácticas propias del rol del burgués (o del científico, o del artista, etc.) no exceden los límites de lo privado (o de la esfera específica en la que se desempeña el rol, sea científica, artística, etc.), por lo que no tienen consecuencia alguna en la estructuración de lo público (18). En base a esto puede sostenerse que: captar el impacto de totalidad de una práctica que no es propia del terreno de la política, develar el carácter atiente a lopolítico de las actividades cotidianas de los políticos ocasionales, es ya de por sí el producto de un esfuerzo crítico, de una ruptura con el punto de vista de la inmediatez. Y ese esfuerzo crítico puede ser llevado a cabo a través de una perspectiva que se funde metódico-conceptualmente en el entrelazamiento de totalidad social-totalidad de la personalidad, de allí su potencial para la práctica de una sociología crítica.

En resumen, la categoría mediadora de impacto de totalidad nos permite aprehender las prácticas cotidianas de los diversos agentes y sus consecuencias en la forma en que la sociedad se ordena a sí misma, así como el condicionamiento de lo político sobre dichas prácticas. Esos caminos que le abre a la mirada crítica son el motivo por el cual la consideramos una pieza clave del pensamiento lukacsiano; de allí que la redefinición y apropiación de dicha categoría sea uno de los objetivos centrales de este escrito y la distinción analítica, que aquí hemos propuesto, la vía por la que perseguimos dicha meta.

Es posicionándonos sobre estos fundamentos metódico-conceptuales que podemos aprehender no sólo a la “segunda naturaleza” como una apariencia necesaria, sino también cómo las acciones cotidianas contribuyen a la reproducción de esa estructura relacional. Pero es también el punto de vista así posicionado el que permite dar cuenta de la “ininterrumpida transformación cualitativa de la estructura de la sociedad” (Lukács 1969:203), de la historicidad de los procesos socio-históricos. Ya que, al captar la estructura de la totalidad social y sus mecanismos de reproducción, se puede percibir sobre ese trasfondo aquellos momentos de las prácticas de los agentes que rompen con la estructura relacional imperante y, al hacerlo, introducen una otra lógica relacional, distinta a la existente. De allí que podamos sostener, junto con Lukács, que “toda relación humana que rompa con esa estructura, con la abstracción que ignora la personalidad total del hombre, con su subsunción bajo un punto de vista abstracto, será un paso hacia la rotura de esa cosificación de la consciencia humana” (Lukács 1969:333) (19), que está en el corazón de las contradicciones de la sociedad presente. Ruptura con lo dado que resulta aprehensible, tan sólo, desde aquella perspectiva que se funda en la relación entre totalidad social-impacto de totalidad-totalidad de la personalidad.

Es en parte en este sentido que Žižek señala a la categoría lukacsiana de Augenblick como el “momento” en que hay una abertura para que las prácticas (el “acto” en el lacaniano lenguaje de este autor) intervengan en una situación, dejando en ella su marca, antes de que el sistema pueda acomodarse a sí mismo a dicha práctica, dándole un lugar en su estructura. Continúa producción de una abertura sobre el cerrado sistema, ya que las prácticas de los agentes la generan constantemente, en una interrumpida transformación cualitativa de la trama relacional. Si bien ello no implica, de más está decirlo, que todas impacten de la misma forma sobre la totalidad social de carácter histórico, ni que dicho impacto tenga la misma importancia en todos los casos. Esta lectura es la que permite vislumbrar, junto con Žižek, “un Lukács que está mucho […] más dispuesto a la coyuntura/contingencia de lo que es usualmente asumido” (Žižek 2000:119). Mas esto sólo es posible a partir del “des-imbricamiento” que deja de lado a la concepción normativa subyacente a la relación totalidad histórica-clase, junto con lo cual se remueve la filosofía de la historia de tintes objetivistas en la que sostiene la concepción de la necesidad de los procesos socio-históricos. Así, se posibilita una captación del impacto de totalidad, del entrelazamiento de totalidad social-totalidad de la personalidad, en un marco de contingencia. Lo cual entraña, concomitantemente, la concepción de una dialéctica abierta (20).

Dicha producción de un cambio cualitativo que modifica (aunque más no sea levemente) aquello que se nos presenta bajo la apariencia de una segunda naturaleza inmodificable y extraña a nuestro actuar. Frase ésta en la que se puede notar un contrasentido, siendo ahí donde reside el interés que –a nuestro entender– el entrelazamiento de estas categorías entraña. En efecto, si la segunda naturaleza es resultado de la percepción (inmediata) del mundo social, en la que éste se presenta como completamente ajeno a los seres humanos y, por ende, inmodificable por éstos; entonces resulta imposible la emergencia de una práctica que introduzca algún tipo de cambio cualitativo en el sistema existente. Sin embargo, la categoría de impacto de totalidad nos permite fundar una mirada capaz de aprehender las prácticas que lo modifican, es decir: muestra la posibilidad de las mismas. A partir de esto podemos sostener que la lógica relacional que rige a la totalidad social de carácter histórico, genera una “estructura objetiva de las posibilidades y las imposibilidades” (Bourdieu 1999:153) (21). De aquello que, en el interior de esa trama relacional, se presenta como posible de ser llevado a cabo, en tanto se mantiene en el interior de dicha lógica (y, como tal, contribuye a reproducirla) y aquello que, por el contrario, se presenta como una toma de posición imposible, pues dicha posición se sitúa fuera de las “leyes naturales” que rigen a la segunda naturaleza. Donde la doble alusión a la apariencia bajo la que se presentan esas posiciones, indica que esta estructura de posibles e imposibles es tal para una determinada estructura de pensamiento que, como hemos visto, se halla cosificada; la estructura de la objetividad nos conduce al modo de pensamiento y acción subjetivo y viceversa.

Es en este punto donde tiene su función clave la práctica de producción de teoría crítica; la cual, con su posicionado punto de vista, rompe con la percepción primera del mundo, captando así la posibilidad de esa toma de posición, junto con la apariencia necesaria de su imposibilidad. Este producto del esfuerzo crítico, “ese reconocimiento y esa superación simultáneos del ser inmediato, es precisamente la relación dialéctica” (Lukács 1969:9). Ruptura producida por la teoría, por esa particular percepción “segunda” de lo social, que busca –y tal vez consiga– contribuir al agrietamiento de aquella manera de ver que el agente posee como producto de las relaciones sociales, que esa manera de ver contribuye a (re)producir.

A su vez, como hemos visto, la práctica llevada a cabo por un agente, en cualquiera de las esferas sociales en que este actúe, puede romper con la particular lógica relacional imperante en esta totalidad social; por lo que su impacto de totalidad estaría realizando un imposible, al cual cabe denominar, a partir de esto, un “imposible posible” (Bourdieu 1999:122). De esta manera, dicha práctica puede abrirle nuevos horizontes al conocimiento teórico, a la práctica de producción de tal conocimiento; ya que la concreción de aquello que se presentaba como imposible altera su objeto, pero también a sus categorías conceptuales, en tanto ellas son un producto socio-histórico.

Ahora bien, llegados a esta instancia cabe avanzar sobre el segundo de los objetivos de este artículo: el punto ciego al que se enfrenta la práctica de la crítica luego del rechazo de una fundamentación normativa de la misma. En efecto, la mirada fundada en la relación entre totalidad social y totalidad de la personalidad puede romper con el punto de vista de la inmediatez, sin embargo, ello no la dota de la capacidad para intervenir en una dirección específica, con un particular sentido, en la forma en que las diversas prácticas sociales entretejen lo político. Ya que el conocimiento que se posiciona en dicha relación no tiene elementos a partir de los cuales orientar a la acción de los sujetos. Se puede tensar la práctica, buscando agrietar reflexivamente la perspectiva que el propio agente tiene acerca de ella; sin que haya fundamento en el que basar una atribución de consciencia, pero tampoco uno en el que sostener los fines que las prácticas de los agentes tendrían que perseguir. Carencia del punto de vista así posicionado, que es consecuencia del logro de no verse encerrado en los límites de ese otro punto de vista teórico que veíamos en el apartado anterior; el cual extraía de su concepción objetivista de la historia un fundamento normativo con el cual guiar la acción de los sujetos.

Es decir que, aun cuando una sociología crítica así posicionada puede develar los momentos de ruptura con la lógica social establecida, e incluso propiciar una disrupción en la reproducción de los modos de pensamiento y acción de los agentes sociales, dicha perspectiva no tiene elementos con los que investir, a esos momentos de ruptura, de un sentido que los oriente en pos de la transformación de lo establecido; elementos con los que hacer, de la propia crítica, un momento particular de la más amplia práctica que pugna por introducir algo de justicia, igualdad y libertad en el mundo. Así, el rechazo (por sus regresivas consecuencias) al mentado fundamento normativo, deja un vacío en la trama de la teoría crítica delineada en este apartado. Es sobre esto que nos concentraremos en la última sección, más para ello resulta necesario que hagamos un breve repaso de lo expuesto a lo largo de este escrito.

3. El des-imbricamiento y su vacío

El eje que ha articulado estas páginas se sitúa en el esfuerzo de distinción analítica entre los distintos usos metódicos que la noción de totalidad tiene en el interior del entramado teórico urdido por Lukács, en tanto dicha noción es la categoría central de los fundamentos sobre los que erige su perspectiva. En esa labor hemos propuesto una distinción diferente a la que predomina en la bibliografía específica sobre el tema, pues consideramos que allí se diluye el potencial que la perspectiva lukacsiana contiene para una teoría crítica de la sociedad. En tanto que, como hemos visto en la primera sección, la clasificación que allí se pone en juego lleva a que se reintroduzca, en la lectura de HCC, la escisión entre sujeto-objeto, pensamiento-ser que la perspectiva dialéctica de la obra pone en cuestión. Puesto que sólo la noción de totalidad expresiva aborda el entrelazamiento de ambos momentos, mientras que en el resto de las categorías el vínculo se halla diluido; ya que la diferenciación entre totalidad normativa y totalidad descriptiva (si bien es factible, en tanto encuentra múltiples elementos en la obra de Lukács con los que sostener su puesta en uso) lleva a que una de ellas refiera, centralmente, a cuestiones ontológicas y la otra a cuestiones metodológicas, sin poder tematizar los lazos que entre ellas tienen lugar. La consecuencia de esto es que se reinserta dicha escisión en los fundamentos mismos de cualquier perspectiva crítica que intente apropiarse de estas categorías para pensar su presente, a menos, claro está, que se deseche en su conjunto a la perspectiva lukacsiana (22).

Frente a esto, aquí nos hemos esforzado por situar en el centro mismo de nuestra distinción analítica a la idea de que la noción de totalidad determina tanto al objeto como al sujeto; cimentando, sobre ese pilar central, el resto del trabajo de lectura. De allí que tanto la relación entre totalidad histórica y clase, como la relación totalidad social-totalidad de la personalidad, hacen clara referencia a lo concreto en tanto “categoría propiamente dicha de la realidad” (Lukács 1969:11). Pues, el conocimiento que surge de cada una de ellas, más allá de sus centrales diferencias, nos permite captar la lógica imperante en una dimensión del ser, lo cual no es para nada independiente del punto de vista metodológico adoptado y a través del cual se da forma a ese ser. De la misma manera que las contradicciones y cambios que tienen lugar en el ser, impactan directamente en la estructura conceptual que intenta conocerlo y que, en parte, es producto de dicho ser. Por lo que, en nuestro trabajo de lectura, hemos buscado no reintroducir las escisiones que el propio Lukács critica, y si bien hemos ejercido una suerte de violencia (intrínseca a todo trabajo) sobre el material lukacsiano, la separación analítica aquí propuesta es siempre de relaciones y no de los términos de esa relación.

Ahora bien, como hemos señalado con anterioridad, el imbricamiento entre los distintos usos de la noción de totalidad en HCC lleva a que, para dejar de lado aquellas lentes conceptuales que introducen un momento de cierre en la mirada crítica, resulte necesario llevar a cabo un esfuerzo de “des-imbricación” de los fundamentos metódicos y conceptuales de la perspectiva de Lukács.Pero sin que ello conlleve echar al niño con el agua, abandonando también los momentos de abertura que esta trama teórica le genera al punto de vista crítico. Para lo cual resulta clave conseguir elaborar dos lecturas completamente independientes entre sí (completamente “des-imbricadas”) de la noción de totalidad (23).

En pos de recapitular lo central de nuestro planteo, cabe señalar que la relación dialéctica entre totalidad histórica y clase entrañanecesariamente una concepción del problemático vínculo entre ciencia y política, que tiñe a ese saber de un carácter autoritario (cuando no, totalitario, en el sentido planteado por Horkheimer y Adorno 2001), en tanto se constituye en el parámetro a partir del cual determinar la verdad o falsedad de las prácticas atinentes a lo político, así como de los modos de dotar de sentido a tales prácticas y a la sociedad en su conjunto. La contraparte de este proceso es la heteronomía en la que, desde este punto de vista, quedan sumidas tales prácticas sociales. En este sentido, la relación teoría-práctica que aquí tiene lugar entraña una preponderancia del momento teórico por sobre el práctico, pues aquéles el que establece la única posibilidad objetiva válida para la acción que busca transformar radicalmente a la injusta sociedad existente. Lo cual se sostiene, en última instancia, en base a la posibilidad de que el momento teórico establezca una “certeza metódica” sobre la dimensión futura; certeza que tiene por fundamento la concepción objetivista de la historia que –como hemos señalado– introduce una dimensión normativa en el pensamiento de Lukács, a la vez que brinda una garantía última acerca del carácter “correcto” de la acción del sujeto.

Es sobre esta base que sostenemos que aquellas perspectivas que (aun hoy) pretendan fundarse en categorías de carácter normativo –que fungen de referentes de una certeza última– (24) contendrán, implícita o explícitamente, esta limitación a la hora de abordar el vínculo entre ciencia y política, es decir: a la hora de pensar la capacidad de la labor de producción de conocimiento científico de impactar en el denso entramado de lo político, capacidad que es, justamente, la práctica de la crítica.

Por otro lado, en esa misma perspectiva lukacsiana es dable hallar –como hemos señalado– categorías en las cuales asentar una potente crítica sociológica de la sociedad tardo-moderna; de allí la importancia del esfuerzo por “des-imbricar” aquellas maneras de poner en juega a la noción de totalidad, que se encuentran imbricadas en la lúcida perspectiva lukacsiana. Esa potencialidad para la mirada crítica se asienta en la relación dialéctica entre totalidad social de carácter histórico y totalidad de la personalidad, mediada por la categoría de impacto de totalidad. Ya que la perspectiva se funda en ella es capaz de aprehender la apariencia necesaria de los fenómenos y, en última instancia, de esa forma de segunda naturaleza bajo la que se presenta el orden social en su conjunto. Pero también posibilita percibir lo nuevo que emerge sobre el telón de fondo de la repetición de siempre lo mismo: la dimensión de ruptura para con la lógica imperante en el entramado social que puede haber en toda relación humana, aun en aquellas aparentemente nimias y sin importancia alguna. De allí la centralidad de la categoría de totalidad de la personalidad, en tanto cualquier acción en cualquiera de las “formas de manifestación de la vida” (Lukács 1969:354), puede llegar a impactar en la estructura de la totalidad social, puede tener una dimensión atinente a lo político. Ahora bien, la concreción de esa misma transformación se le presenta, al esquema de pensamiento y acción cosificado, como algo imposible; sin embargo, ese imposible es posible, en la medida en que el “objeto” sociedad es un producto de las prácticas humanas, que como tales pueden transformarlo. Siendo justamente esa posibilidad, la que devela el punto de vista crítico que se sitúa en los fundamentos metódico-conceptuales (analíticamente distinguidos y, a partir de ello, “des-imbricados”) de totalidad social-totalidad de la personalidad. Permitiéndonos captar, entonces, un “imposible posible” o, más bien, una pluralidad de imposibles posibles, que tienen lugar en la pluralidad de esferas sociales (y en los vínculos entre ellas) en las que cada agente participa.

Develamiento llevado a cabo por la teoría, que tiene la potencialidad para, tal vez, agrietar el modo de pensamiento y acción subjetivo, contribuyendo a que los agentes productores de esas prácticas captenel impacto de totalidad de su actividad. Alentando, en definitiva, una forma de autoconocimiento que es también un conocimiento de la lógica propia del entramado relacional en el que él vive y al cual experimenta en cada una de sus prácticas. La teoría crítica puede, en última instancia, señalar el carácter posible de aquellas acciones que al punto de vista de la inmediatez se le presentan como imposibles. Sin embargo, no por ello tiene los fundamentos en los que hacer pie para pugnar por su realización.

En efecto, en la perspectiva lukacsiana tales fundamentos se enraízan en la relación dialéctica entre totalidad histórica y clase, es allí donde la teoría encuentra los elementos a partir de los cuales impulsar la transformación práctica de las relaciones sociales existentes. Pues, en esta concepción, la transformación es entendida como el fin que el sujeto de la historia tendría que darse a sí mismo, aun cuando hoy –por su “falsa consciencia”– no lo perciba de esa manera. En el marco dado por esta forma de concebir la relación sujeto-objeto desde el punto de vista de la totalidad se establece no sólo la posibilidad, sino incluso la necesidad de que la instancia teórica oriente las prácticas del sujeto. Todo lo cual conduce a las consecuencias regresivas que hemos señalado y por las que hemos emprendido este trabajo de “des-imbricamiento”.

Así, si nos mantenemos fieles a nuestro “des-imbricar”, nos topamos con que, la perspectiva fundada en la relación totalidad social-totalidad de la personalidad, no posee elementos a partir de los cuales hacer de la práctica de producción de conocimiento científico, un momento del proceso más amplio que persigue la transformación de lo existente; elementos en base a los que, en definitiva, le sea dable establecer puentes que la vinculen con otras prácticas sociales, en pos de la eliminación de la injusticia existente. Es decir que el rechazo a la certeza de carácter normativo que se instaura en la relación totalidad histórica-clase y a la particular manera en que allí se entiende al vínculo ciencia y política –saber y poder–, nos deja ante una relación entre totalidad social-totalidad de la personalidad en la que no sólo se cortan los puentes autoritarios presentes en dicho vínculo sino que se cortan todo los puentes entre ambas instancias. Pues aquí la práctica científica tiene un vacío en sus fundamentos, en tanto se queda sin elementos que, desde su propio entramado conceptual, (y no “en tanto que” ciudadanos, como en la ya citada crítica de Horkheimer al substancialismo de rol) le permitan intervenir en las prácticas atientes a lo político. Esta problemática, el desafío que entraña el interrogante acerca de cómo fundamentar una crítica sin recurrir a elementos normativos y a la certeza de ellos derivada, constituye el punto ciego que queríamos tornar visible.

En resumen, un punto de vista posicionado en la relación totalidad social-totalidad de la personalidad, nos abre la posibilidad de descubrir tanto los mecanismos a través de los que se reproduce lo dado, como aquellos momentos que entrañan un carácter productivo, de producción de una abertura en el cerrado sistema imperante. Para este posicionado punto de vista es dable descubrir tales momentos, pero no producirlos, y es en este sentido que, el rechazo a un fundamento normativo, introduce un vacío en la sociología crítica que se practique en base a estas categorías.

Llevando el argumento a su extremo: el entrelazamiento entre totalidad social de carácter histórico y totalidad de la personalidad nos permite ver –como ya hemos dicho– que “un negro es un negro. Sólo en determinadas condiciones se convierte en esclavo”; es decir que nos permite develar la apariencia necesaria, en el interior de esas determinadas condiciones sociales, de que el negro sea un esclavo. Lo cual genera la abertura de considerar como posible lo que resulta imposible para la mirada que “naturalmente” ve en él un esclavo: que él deje de estar sometido a esa condición. Sin embargo, resulta al menos complejo encontrar aquí (no en el pensamiento de Lukács en sí mismo, sino en la relación totalidad social-totalidad de la personalidad) elementos que nos permitan señalar la necesariedad de transformar tales condiciones, que hagan de la injusticia de ese sometimiento un motor con el que impulsar la práctica de transformación de dichas condiciones. Aun cuando esta perspectiva haga visible (al menos para el teórico crítico) las consecuencias de las acciones de los diversos agentes sociales y como ellas contribuyen a la autoconservación de la sociedad en su forma actual, no hay allí elementos que hagan de esa injusticia una marca que dinamice la lucha en pos de la impostergable y vital transformación de la sociedad en que vivimos (tal vez ni siquiera haya elementos que permitan nominarla como una injusticia).

El esfuerzo analítico que aquí se ha llevado a cabo y su culminación en la des-imbricación propuesta en estas páginas, nos ha permitido recuperar un conjunto de categorías que se articulan en torno a la noción mediadora de impacto de totalidad, cuyo entrelazamiento posee un enorme potencial crítico para el punto de vista que en ellas se funde. Pero también hay allí un vacío, en tanto no hay elementos metódico-conceptuales que posibiliten elaborar una sociología crítica que no sea sólo la disrupción de los mecanismos de reproducción de lo establecido (sin dejar, por eso, de reconocer la importancia capital de esa disrupción), sino también un momento del esfuerzo práctico en pos de su desarticulación. Instaurándose así un corte entre ciencia y política, que reduce a la primera al sólo análisis de la segunda pero sin tener, por esto, la capacidad de impactar en ella con su particular práctica. Por lo que hace de semejante vacío un Vacío, al establecer como fundamento no ya la posibilidad de una armonía futura de la sociedad hoy desgarrada, sino lo que no es más que su inversión especular: “la imposibilidad de la sociedad” (Laclau 2000:103). Y ésta es la concepción propia de las vertientes más consagradas del posmarxismo postestructuralista. Lo cual lleva, en última instancia, a consagrar la ruptura del vínculo entre ciencia y política (25), al dejar a la crítica sin fundamentos a partir de los cuales sostener una intervención en lo político. Así, al entender a la contingencia como una forma de “esencialismo negativo” (Laclau y Mouffe 2006:132), se da lugar a una nueva “certidumbre radical: […] que lo que se encuentra en el fondo de nuestra existencia no es un Absoluto, sino una Nada, un Vacío” (Palti 2005:197, las cursivas son mías).

Por lo que si se rechazan tanto las consecuencias regresivas producto de fundar la perspectiva crítica en elementos normativos y en la certeza que de ellos se extrae, como aquella certidumbre que conduce a un Vacío, cuyo resultado es el dejar a la crítica sin fundamentos en base a los cuales conectarse conuna práctica transformadora; si –como aquí– se sostiene este doble rechazo, entonces: por un lado, nos topamos con un punto ciego de la práctica de la crítica y, por el otro, nos enfrentamos al desafío de investigar en pos de hallar unos fundamentos no normativos para la crítica. Mostrar la importancia que hoy tiene avanzar en dicha tarea ha sido uno de los objetivos centrales de este escrito.

Notas

Artículo financiado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina; Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales (IdIHCS), UNLP/CONICET.

(1) En todos los textos cuyo título se cita en inglés, las traducciones son mías.
(2) Al respecto véase, Simmel 1997.
(3) Perspectiva en la que Löwy no ve nada a ser puesto en cuestión, ya que sus críticas se dirigen al “rigorismo ético” de los primeros años del Lukács marxista; postura ésta que ya estaría casi superada para el momento de Historia y consciencia de clase. En este sentido puede comprenderse su defensa de la noción de consciencia de clase atribuida (y, junto con ella, del modelo de partido que Lukács propone), en la que ve la posibilidad de escapar tanto del empirismo como del subjetivismo idealista; sin tener en cuenta que, tal vez, dicha noción conduce a un objetivismo que se le impone a los seres humanos. Volveremos a esto más adelante (Cf. infra nota 16).
(4) Más allá de nuestras reticencias a dotar a la crítica de una ontología en el sentido fuerte del término, nos interesa aquí mostrar la centralidad de la categoría de totalidad normativa, en tanto es la que provee el sustrato ontológico, según la lectura de estos autores.
(5) Nuestra propuesta de lectura podría graficarse como un cuadro de doble entrada (si es que la complejidad del tema no hiciese difícil introducirlo en una esquemática celda); en el cual habría dos columnas, correspondientes a las dos formas de aprehender la relación dialéctica sujeto-objeto desde el punto de vista de la totalidad: una para la relación totalidad histórica-clase y otra para la relación totalidad social-totalidad de la personalidad. A su vez, cada una de las filas, remitiría a las distintas problemáticas que indagaremos; de esta manera cada celda de este cuadro contendría la forma en que se manifiesta una de estas temáticas en el interior de una de estas dos relaciones sujeto-objeto. Así, la lectura que proponemos distingue dos formas distintas e independientes entre sí, de concebir la relación teoría-práctica (por ejemplo) en el interior del pensamiento lukacsiano; donde las consecuencias de una no predican sobre las de la otra y viceversa. Resulta fundamental plantear esta distinción, pues de confundirse una “celda” con otra se echaría a perder nuestro trabajo de lectura, al volver a imbricar lo que nosotros buscamos “des-imbricar”.
(6) La noción de punto de vista de la inmediatez tiene una clara función argumentativa en esta corriente teórica, ya que con ella se construye un otro a partir del cual caracterizar a la teoría crítica. En parte por esto se tienden a extremar las limitaciones e incapacidades de dicho punto de vista, su carácter acrítico; a punto tal que, por momentos, esta definición presenta elementos cercanos al tipo ideal, pues no parece posible encontrar un punto de vista que tenga tan nula percepción de los procesos sociales. Y es en este sentido “típico-ideal” que aquí se usa el término, sin que ello implique negarle toda “destreza” (en el sentido de Giddens 1987) a los agentes sociales.
(7) El propio Lukács cita esta frase (Cf. 1969: 15), para mostrar el mismo nudo problemático que aquí estamos abordando.
(8) Cabe aclarar que si bien cuando aquí hablamos de “personalidad total” tendemos a referirnos (por una cuestión de comodidad y de brevedad) a agentes individuales, ello no implica que esta noción no sea utilizable para pensar las prácticas llevadas a cabo por un sujeto colectivo.
(9) Si como dice Merleau-Ponty, la praxis en Lukács es “algo menos que un sujeto y más que un objeto” (Merleau-Ponty 1957: 56), ya que se encuentra en el entrelazamiento de ambos momentos; entonces la noción de impacto de totalidad es la categoría teórica que nos permite aprehenderla.
(10) Es decir que continuaremos con nuestro “cuadro de doble entrada”, viendo en el próximo apartado una de las columnas para, en el siguiente, abordar la otra.
(11) Señalemos que en este proceso el partido tiene un papel clave, en tanto primera configuración organizacional de esa consciencia. Sin embargo, hemos preferido no abordar en estas páginas la cuestión del partido en Lukács; pues si bien ocupa un lugar central en su libro, es claramente una de las cuestiones más ligadas a su particular coyuntura socio-histórica y, dado que el objetivo de este escrito no es hacer una historia intelectual del pensamiento lukacsiano sino indagar en su trama teórico-conceptual en pos de elementos que nos permitan pensar críticamente nuestro presente, dar cuenta de la concepción del partido en Lukács nos hubiese obligado a alejarnos demasiado del fin que aquí se persigue.
(12) Weber (1997:80). Destaquemos que Lukács cita explícitamente a este autor luego de dar una de las primeras definiciones de esta noción (Lukács 1969:55, nota 1). Aunque, como plantea Löwy (1978:185, nota 17), hay también aquí una clara influencia hegeliano-marxiana, en tanto este “tipo ideal” sí sería hallable en la realidad empírica (o, al menos, eso se busca); por lo que es una “posibilidad objetiva” que puede ser realizada a través del desarrollo histórico.
(13) En este sentido (y sólo en este) la consciencia de clase atribuida es un a priori pero no a la historia, en tanto su determinación surge del conocimiento teórico de la totalidad histórica, sino que es una construcción a priori de que el sujeto efectivamente la experimente. De allí que pueda fungir como parámetro con el cual “medir” los avances o retrocesos del proceso de toma de consciencia. Sin embargo, ésta no es la única manera en que Lukács entiende el papel de la experiencia; pues hay en él elementos para sostener que, la manera de ver el mundo del sujeto es, en tanto producto de su experiencia, un a posteriori a la misma, sin que haya un contenido determinado a priori para ella. Consideramos que esta última concepción es propia de la otra “columna” de nuestro cuadro, de la relación entre totalidad social y totalidad de la personalidad. Por lo que la trataremos en el próximo apartado.
(14) Un particular énfasis en este carácter “educativo” de la experiencia, puede encontrarse en la crítica que Lukács hace a ciertas formas de optimismo infundando, cf. 1969: 80.
(15) Suele criticársele a Lukács el que “subjetiva la revolución” (Rusconi 1969:71) y si bien en Historia y consciencia de clase hay una innegable importancia de la acción subjetiva, tal y como él mismo reconoce con posterioridad al criticar los “acentos de subjetivismo dominante” (Lukács 1969:XIX) que hay en esta obra; aquí consideramos que el acento se pone en el momento objetivo. Pues es en él donde se da la aprehensión de la lógica de desarrollo subyacente a la totalidad histórica, a partir de la cual se elabora la noción de consciencia de clase atribuida; la cual queda así investida de “una objetividad práctica indiscutible” (Lukács 1969:XX). En base a lo cual –según hemos venido sosteniendo en las últimas líneas– se traza el camino que la acción subjetiva tendría que recorrer para llevar a cabo su misión histórica objetiva. De allí que, en la relación dialéctica entre totalidad histórica y clase, el acento no esté, para nosotros, en el sujeto clase (y en su acción) sino en el objeto totalidad histórica (y en su conocimiento). Por lo que frente a la ya comentada afirmación de Löwy, según la cual la consciencia de clase atribuida permite a Lukács escapar tanto al subjetivismo idealista como al empirismo (Cf. supra nota 3), nos permitimos sospechar que, en semejante escape, Lukács cae en un objetivismo que halla su fundamento en la lógica del proceso histórico.
(16) Consideramos que es a partir de esto que se puede comprender la defensa que Lukács hace de la disciplina, en el último de los ensayos de Historia y consciencia de clase (véase: Lukács 1969:328 y ss.); pues, junto con Löwy, sostenemos que la teoría del partido lukacsiana “es la prolongación política de la teoría […] de la consciencia de clase, y está fundada en las mismas premisas metodológicas” (Löwy 1978:194). En efecto, esa disciplina es la forma extrema en que se manifiesta la particular combinación entre la libertad del sujeto de actuar (o no) y la subordinación que implica seguir el camino que se le atribuye como propio, a partir del conocimiento de la lógica de la totalidad histórica; una autonomía a la hora de decidir si llevar a cabo su toma de posición, que se torna heterónoma una vez pasado ese primer momento, en tanto el contenido de esa toma de posición le viene dado por la captación teorética del sentido del proceso histórico en su conjunto.
(17) Utilizamos este término en el sentido que le da Weber (en 1991:17), al diferenciar la actividad política que cualquiera de nosotros desarrolla, de esa otra que es propia de los que hacen de la política una vocación/profesión.
(18) Sostiene Marx que “la diferencia entre el hombre religioso y el ciudadano es la diferencia entre el comerciante y el ciudadano, entre el peón y el ciudadano, entre el terrateniente y el ciudadano, entre todo individuo viviente y el ciudadano. La oposición que existe entre el hombre religioso y el hombre político es la misma oposición que hay entre el bourgeois y el citoyen, el miembro de la sociedad civil con su leonina piel política” (Marx 1998:27). En este sentido, la categoría mediadora de impacto de totalidad tiene varios puntos de contacto con la noción de “politicidad” según la entiende Merklen (en 2005:especialmente 24). Más aun, su énfasis en las limitaciones que produce considerar a un mismo agente social como pobre –desde la sociología– o como ciudadano –desde las ciencias políticas–, y no como ambas cosas a la vez, en el entrelazamiento de esas dimensiones, puede ser leído desde la noción de totalidad de la personalidad que aquí hemos elaborado.
(19) Nótese como esa transformación de lo existente es sólo aludida en términos negativos y generales, como ruptura con lo existente que introduce una otra lógica relacional. Esto se debe a que, como desarrollaremos más adelante, la “des-imbricación” por nosotros propuesta deja, a la perspectiva teórica, posicionada en la relación totalidad social-totalidad de la personalidad, sin fundamento normativo a partir del cual señalar qué lógica relacional se intenta introducir en el presente; en tanto dicho fundamento proviene, en Lukács, de su filosofía de la historia de cariz objetivista, que aquí hemos separado analíticamente de la crítica sociológica que buscamos apropiarnos.
(20) En este punto podría considerarse que la perspectiva de Lukács quedaría ligada o re-interpretada en clave posmarxista, en tanto la centralidad de dicha contingencia es el punto nodal de la crítica a la tradición del marxismo que llevan a cabo, especialmente, Laclau y Mouffe (2006). Sin embargo, la concepción de una dialéctica abierta conecta directamente a este planteo con los trabajos en torno al método dialéctico llevados a cabo tanto por Adorno (2005) como por Merleau-Ponty (1957;1967). En este sentido resulta interesante remarcar como todas las críticas de Laclau y Mouffe a la concepción dialéctica se dirigen contra el proyecto hegeliano, sin dar cuenta de las perspectivas teóricas que, dentro de una matriz dialéctica, realizaron una crítica de la noción de progreso y su subyacente necesidad histórica, dando así lugar a la contingencia en la dialéctica.
(21) Utilizamos las nociones de espacio de los posibles y de los imposibles en el sentido que Bourdieu les da a ellas; para quien la estructura de una esfera social (incluyendo las relaciones de fuerza que allí se ejercen, a partir de los capitales acumulados por los diversos agentes) lleva inscripto, como en líneas de puntos, las posibles tomas de posición para un determinado agente que ocupa una determinada posición en su interior. El proceso socio-histórico construye esto, señalando determinadas tomas de posición como posibles de ser hechas, lo cual implica generar un espacio situado fuera de esos límites, un espacio de los imposibles; de aquello que se presenta como tan por fuera de las posibilidades del agente, que ni siquiera vale la pena intentar hacerlo (fomentando una resignación en la praxis). Espacio de los posibles-imposibles que no tiene una substancialidad ontológica, pues la determinación de una toma de posición como posible o imposible se produce en la relación entre esa estructuración de la esfera social y la estructuración del esquema de pensamiento desde el cual el agente percibe y aprecia la situación.
(22) Lo cual, sin lugar a dudas, está ligado a los objetivos que cada uno se propone. Pues la lectura de esos autores se lleva a cabo en pos de realizar una historia intelectual de la obra de Lukács, y las categorías que ellos utilizan son fructíferas para sus objetivos, pero no para el nuestro; siendo esto último lo que nos interesaba señalar.
(23) Momentos de cierre que se presentan como tales para el particular trabajo de lectura aquí realizado, el cual no busca llevar a cabo una “historia de las ideas” lukácsianas (que requeriría un análisis minucioso de la coyuntura socio-histórica en que tales ideas fueron generadas, incluyendo en ello al específico “ambiente intelectual” de la época), sino que intenta aprehender su potencialidad para pensar críticamente la sociedad tardo-moderna.
(24)Tal es el planteo que Habermas realiza, luego de ajustar cuentas con la perspectiva de Horkheimer y Adorno, la necesidad de encontrar un nuevo fundamento normativo en el cual asentar la práctica de la crítica (Cf. Habermas1989:146-150).
(25) Al respecto véase Sazbón 2009, especialmente pp. 125-126, también puede consultarse Sazbón 2001.

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Recibido el 12 Ago 2010
Aceptado el  15 Ene 2011

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Cinta de Moebio
Revista de Epistemología de Ciencias Sociales
ISSN 0717-554X