Cinta de Moebio: Revista de Epistemología de Ciencias Sociales

Grondona (2016) El giro narrativo y el lugar de la heterogeneidad discursiva en el análisis de teorías sociológicas. El caso de la teoría de la modernización en Gino Germani Cinta moebio 56: 147-158. doi: 10.4067/S0717-554X2016000200003

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El giro narrativo y el lugar de la heterogeneidad discursiva en el análisis de teorías sociológicas. El caso de la teoría de la modernización en Gino Germani

The narrative turn and the place of discourse heterogeneity in the analysis of sociological theories. The case of Gino Germani’s modernisation theory

Ana Grondona (antrondona@hotmail.com) Instituto de Investigación Gino Germani, Universidad de Buenos Aires (Buenos Aires, Argentina) ORCID: 0000-0003-2596-049X

Abstract

The article discusses the narrative turn as a key for the analysis of sociological/social theories. To that end, we present (as a sort of “case study”) some preliminary results of an inquiry around the theories of modernization put forward by the Italian-Argentine sociologist Gino Germani. We look into the narrative of transition, its paradoxes and a counter narrative found in some of his works. From this point we draw some conclusions about the limits of the "narrative turn" as a perspective for social theory analysis and display, as an alternative, Foucault's perspective of re-problematization. We primarily look into the danger of homogenization that the “narrative turn” entails, in spite of the heterogeneity of elements which, as we shall argue, form the modernization theory found in Germani. In this sense, towards the end, the article seeks to contribute to a reflection on the work with theoretical texts and proposes an approach able to observe the historical and material singularities involved in his production.

Key words: metanarrative, narrative of transition, problematization, meaning process, sociological theory.

Resumen

El artículo discute la perspectiva del giro narrativo como clave de análisis de teorías sociológicas/sociales. Para ello, presenta como “caso” algunos resultados preliminares de una indagación sobre las teorías de la modernización presentes en los textos del sociólogo ítalo-argentino Gino Germani. Se analiza el funcionamiento, en los textos germanianos, de una narrativa de la transición, sus paradojas, así como de una contranarrativa crítica de la modernidad. A partir de ello, se exponen algunos límites del abordaje propuesto por el giro narrativo al que se contrapondrá, como alternativa, la perspectiva foucaultiana de re-problematización. Fundamentalmente, se analizan los peligros de homogenización que comporta el tipo de análisis propuesto por el giro narrativo en desmedro de la heterogeneidad de elementos que, según argumentaremos, componen la teoría de la modernización presente en Germani. En este sentido, hacia el final, el artículo busca aportar a una reflexión respecto del trabajo con textos teóricos y propone un abordaje atento a las singularidades histórico-materiales asociadas a su producción.

Palabras clave: metanarrativa, narrativa de la transición, problematización, producción de sentido, teoría sociológica.

Introducción

En cualquier coloquio o congreso de ciencias sociales suelen escucharse, en paneles y mesas abocadas a las temáticas más diversas, una profusa referencia a tales y cuales “narrativas”. Ello ocurre muy particularmente en el mundo anglosajón. En efecto, allí donde algunos hablarían de “discursos”, otros de “retóricas” e incluso de “imaginarios”, hay quienes prefieren delimitar “narrativas”: la del Estado de bienestar, de la sociedad civil, de la pobreza, etc.

Este artículo busca poner en discusión el concepto de “narrativa” como clave de acceso y análisis de teorías sociales/sociológicas. Nuestro trabajo no abordará esta cuestión de un modo general, sino a partir del caso de la teoría de la modernización presente en los textos que llevan el nombre de Gino Germani.

Para precisar qué entendemos por “giro narrativo”, tomaremos como punto de partida los artículos de Margaret Somers (1996) y de Margaret Somers y Gloria Gibson (1994), fuentes comúnmente citadas a la hora de delimitar a tal o cuál narrativa específica. A partir de los elementos expuestos en esa primera sección, analizaremos, en un segundo apartado, la “narrativa de la transición” presente en algunos escritos de Gino Germani. En tercer lugar, mostraremos la presencia de una posible “contranarrativa” en otros tramos de la bibliografía del autor. Finalmente expondremos las limitaciones del concepto de “narrativa” en nuestra indagación, intentando mostrar que ellas pueden ser extendidas a otros objetos de estudio. En la cuarta sección se presentan algunas conclusiones y una invitación a plantear “otro terreno” para el análisis, sostenido en teorías que subrayan la heterogeneidad constitutiva de los discursos y que han estado inspiradas en el trabajo de Michel Foucault y de Louis Althusser.

Hemos delimitado como “caso” la teoría de la modernización presente en los textos de Germani por dos motivos. En primer lugar, nuestro trabajo de más largo aliento se enfoca en el estudio de “la obra” de este sociólogo ítalo-argentino, que, luego de atravesar la experiencia de persecución política en la Italia fascista, se exilia en Buenos Aires entre 1934 y 1966. Se trata de una figura particularmente relevante para la sociología latinoamericana, pues se lo reconoce como el fundador de la fase “científica” de dicha disciplina en Argentina, antes (supuestamente) sumida en una lógica más escolástica que empírica. Tal como suele ocurrir con los “padres fundadores”, es más lo que de Germani “se sabe” que lo que efectivamente se estudia. Entre las evidencias circulantes, se destaca la que lo presenta como un reproductor sin más de las perspectivas de la modernización herederas de Parsons, cuya versión más caricaturizada (pero también generalizada) fue la teoría del despegue de W.W. Rostow.

En segundo lugar, nos interesará no solo desafiar este modo de considerar los textos de Gino Germani sino, más en general, mostrar que la noción de “narrativa” conlleva problemas teóricos y epistemológicos serios, incluso en un caso en el que esta asimilación resulta tan tentadora. Entendemos que esta aparente adecuación del concepto en cuestión torna pertinente el “caso” seleccionado. Precisamente, aunque la teoría de la modernización, como veremos, pareciera ser singularmente asimilable a una “narrativa”, reducirla a esta dimensión resulta restrictivo para el análisis.

En este ejercicio retomamos el camino ya iniciado por Alejandro Blanco, quien comenzó a desentrañar otros legados presentes en la sociología de Germani como, por ejemplo, la crítica a la modernidad de la Escuela Frankfurt. También nos interesa emparentar nuestro propio trabajo con el de Luis García, el de Pasquale Serra, el de Samuel Amaral o el de Adrián Gorelik, quienes han procurado avanzar más allá de las lecturas fosilizadas de Germani. Este artículo será, sobre todo en sus consideraciones finales, una invitación a recorrer otro camino.

El giro narrativo

En este apartado presentaremos la delimitación y las características propuestas por M. Somers y G. Gibson al referirse a las “narrativas” y “metanarrativas”. En primer lugar, las autoras identifican como uno de los rasgos específicos la relacionalidad entre las partes que componen una narración, en segundo lugar, refieren a la construcción causal de una trama, a la apropiación selectiva de eventos y a la producción de una temporalidad secuencial. “Sobre todo”, señalan, “las narrativas son constelaciones de relaciones (partes conectadas) que se inscriben temporal y espacialmente y que están constituidas a partir de una construcción casual de la trama” (1994:27, énfasis nuestro). Así, a diferencia de la asignación de un hecho a una categoría aislada, la narratividad obstruye la posibilidad de producción de sentido de un fenómeno aislado. Ella convierte eventos dispersos en episodios a través de la construcción de una trama que conlleva una hipótesis sobre las relaciones de determinación y sucesión.

En un texto posterior, Somers propone la siguiente definición: “Una estructura narrativa dispone sus elementos constitutivos en relaciones de tiempo y lugar; de ello se sigue una secuencia característica (inicio = problema; medio = crisis; fin = resolución); y contiene una trama causal más o menos sumergida y una explicación normativa de sus procesos y resoluciones. Más importante es el hecho de que una estructura narrativa dispone las cosas de tal manera que los actores y acontecimientos no poseen identidades y significados intrínsecos; éstos emergen a causa de su lugar temporal y espacial en la estructura narrativa en su conjunto” (Somers 1996:21).

Por otra parte, las autoras proponen el término de “metanarrativa” para referirse a las master-narratives en las que se inscriben tanto los actores sociales como los cientistas sociales. Desde este punto de vista, las teorías y conceptos sociológicos estarían codificados en grandes relatos como los de “progreso”, “decadencia”, “industrialización”, “ilustración”, etc., que operarían a un nivel de presuposición epistemológica y “más allá de nuestra conciencia”. Las autoras referencian su propuesta, entre otros textos, en La arqueología del saber de Michel Foucault. Sin embargo, no compartimos la asimilación de la “episteme” o las “formaciones discursivas” (FD) foucaultianas al término “narrativa”. Una FD es un sistema de relaciones, pero este no opera bajo la forma ni de la secuencialidad, ni de la construcción causal de una “trama”. Una formación discursiva incluye relaciones de equivalencia, diferencia, antagonismo, paráfrasis, incompatibilidad entre muchas otras que podríamos postular, sin que ellas estén “organizadas” a partir de un relato/narración/cuento que las haga coherentes; sin que sean “coherentes” de ningún modo (Foucault 2002).

Retomando el foco de interés que presentamos en la introducción, la teoría de la modernización –entendida como una metanarrativa que describe y explica el devenir del mundo moderno occidental–, operaría como una “story” fundacional, profundamente inscrita al interior de la ciencia social moderna. En efecto, alberga todos los componentes de una narrativa: construcción de una trama causal (la locomotora de la industrialización), un comienzo (la sociedad tradicional), un nudo (la crisis de la revolución industrial), un fin (la resolución de la crisis en el despliegue de la sociedad moderna), y –en algunas de sus versiones– un protagonista principal (las clases en lucha) (Sommers y Gibson 1994:11).

En el texto posterior de Somers al que hemos aludido, se incorporan algunas nociones que enriquecen las definiciones de “narrativa” y “metanarrativa”. Por una parte, propone la noción de “red conceptual” como elemento clave para su análisis. Una red conceptual es “un sistema analíticamente autónomo de signos, símbolos y prácticas lingüísticas organizadas por sus propias normas y estructuras internas” (Somers 1996:11). Estas redes poseen un conjunto de significados estructurales que se movilizan con cualquiera de sus conceptos. Analizarlas supone la identificación y comprensión de “las normas para incluir y excluir la evidencia, sus divisiones y demarcaciones epistemológicas, sus modos de estructurar los modelos temporales y espaciales” (Somers 1996:12). Asimismo, según la autora, en el centro de toda narrativa hay un problema, esta “problemática” determina la forma que la narrativa va a asumir, pues “el modo en que está enmarcado el problema sienta los términos sobre cómo puede ser resuelto y contestado” (Somers 1996:22). Volveremos sobre este punto más adelante.

En el caso de las metanarrativas, las redes conceptuales operan como “una estructura cultural con su propia lógica simbólica interna de naturalismo social y de explicaciones extracientíficas y prescripciones normativas”(Somers 1996:11, énfasis nuestro). Lo que las define como tal “estructura cultural” es que poseen una lógica simbólica que opera analíticamente de forma autónoma respecto a cualquier correspondencia directa con un referente empírico. Así, “la propia duración y validez de la metanarrativa depende de la coherencia relacional de su lógica y coherencia simbólica narrativa, no de su bondad para adecuarse al mundo empírico” (Somers 1996:12, énfasis nuestro). Somers incorpora la cuestión del naturalismo social como elemento subyacente a estos grandes relatos. En consecuencia, resultan fundantes del “mundo social (por lo tanto, meta) y aislados del escrutinio de la investigación empírica científico-social” (Somers 1996:14). En su texto, la proyección de cualquier narrativa sobre lo que la autora denomina “infraestructura epistemológica del naturalismo social” produce “cambios dramáticos” y la transforma, justamente, en un esquema cultural y en una meta-narrativa (Somers 1996:38).

En tanto las metanarrativas trascienden autores, escuelas y períodos, Somers sostiene que la perspectiva para su estudio debe ser la de una sociología histórica de la formación de conceptos. Este debe, justamente, dar cuenta de la continuidad básica entre “presunciones organizadoras”, la persistencia de divisiones/organizaciones epistemológicas y los “presupuestos narrativos” operantes. La generalización de estas estructuras no necesariamente responde a “cadenas de influencia”, sino a la circulación de presupuestos. En la definición de la autora, “la tarea que tenemos entre manos, reconstruir la lógica interna de los argumentos y demostrar una continuidad en la lógica subyacente de los argumentos” antes que la constatación de ciertas “cadenas de influencia directa” entre diversas producciones (Somers 1996:52).

A partir de esta presentación conceptual, en el apartado que sigue trabajaremos sobre la hipótesis de que en muchos textos de Gino Germani puede distinguirse una “narrativa de la transición” que se hace eco de la metanarrativa de la modernización. Asimismo, presentaremos algunas observaciones sobre los textos del sociólogo que nos permitirán vislumbrar algunos de los límites del “giro narrativo” como perspectiva de análisis que (re)fuerza una imagen homogénea y coherente sobre ellos que contrasta con la heterogeneidad (e incluso las contradicciones) que esos mismos textos también muestran.

Germani, metanarrativa de la modernización y narrativa de la transición

Desde sus primeras obras Germani trabaja con (y contra) aquello que Somers y Gibson denominan “(meta)narrativa de la modernización” (Sommers y Gibson 1994:11). Ya en un artículo de 1945 recuperaba y combinaba la teoría durkheimiana sobre la anomia, por un lado, y la perspectiva de Thomas y Znanieki sobre la desorganización social y personal, por el otro (Germani y Graciarena 1961). Estos conceptos fueron elementos fundantes a partir de los que construyó su diagnóstico y, en particular, lo que podríamos denominar –retomando los términos del apartado anterior– su “narrativa de la transición”. En ella, la desorganización (social y personal) resultaba de un pasaje entre dos formas de ordenamiento social, económico y político. La característica saliente de esta mutación era el proceso de secularización. El par conceptual sagrado-secular (que nuestro sociólogo retoma, fundamentalmente, de Howard Becker) se articulaba con otros, también clásicos de la sociología, como el par tönnesiano comunidad/sociedad, el durkheimiano solidaridad mecánica/orgánica o la propuesta de Robert Redfield que contraponía folk/urbano. A partir de ello, Germani produciría una nueva síntesis que se expresaba en la contraposición sociedad tradicional / pre-industrial vs. sociedad industrial / moderna / desarrollada / de masas. Una de las primeras versiones de esta dicotomía data de 1957 (Germani y Graciarena 1961), momento en el que, con fines pedagógicos, la presentó como un cuadro multidimensional organizado en dos columnas.

A las dicotomías mencionadas en el párrafo anterior deberíamos sumar el pasaje de un tipo de acción social prescriptiva a una electiva; la institucionalización del cambio social como alternativa a la tradición y un proceso de diferenciación funcional creciente. Asimismo, consignaba mutaciones al nivel de las relaciones sociales, de valores culturales, de los modos de organización política y de la personalidad. Se pasaba de una sociedad con preponderancia de los grupos primarios a otra en la que abundan los grupos secundarios; de tipos de relaciones y acciones afectivas a otras más reflexivas; del particularismo al universalismo; de la lógica de la descripción a la del desempeño, etc. Germani también retomaba el tópico weberiano de la racionalización creciente del Estado, de la ciencia y de la tecnología y la hipótesis durkheimiana de la redefinición de la familia bajo la forma nuclear.

Uno de los nudos más importantes de la perspectiva germaniana remite, probablemente, al concepto de movilización que retoma de Karl Deutsch. Este refiere a los procesos mediante los que se excedieron los tipos y modos de participación (social, política, económica) legítimamente admitidos en las sociedades del pasado. Se trató de una “revolución en las expectativas” que afectó a un grupo que, en virtud del proceso de desintegración social, se encontró “liberado” de la estructura anterior, “desubicado” en sus expectativas, y por ello “disponible”, que desborda los roles que se le asignaran en la estructura social tradicional. Esta respuesta, profundizaba, sin embargo, el proceso de desintegración, generando diversos y nuevos conflictos (Germani 1963).

Por cierto, nos interesa subrayar, en vistas al próximo apartado, que en el despliegue de la narrativa de la transición las voces convocadas (mostradas) por Germani son, predominantemente, las de la sociología clásica o contemporánea de los países centrales.

Ahora bien, más allá de la metanarrativa de la modernización “en general”, el caso latinoamericano tenía ciertas singularidades que Germani estaba particularmente interesado en subrayar. Según un clásico trabajo de 1962, estas sociedades se encontraban en una etapa de transición, esto es, en un tránsito caracterizado por la coexistencia de formas sociales pertenecientes a diferentes épocas. Los distintos procesos asociados al cambio social en curso tenían ritmos diversos, lo que resultaba en inevitables asincronías y desajustes entre aspectos de la vida social (la cultura objetiva, los valores morales, las relaciones sociales y la personalidad). El sociólogo recuperaba aquí la noción de cultural lag de William Ogburn, según la cual existía un desfasaje entre el avance acelerado de la cultura material y el rezago de las transformaciones a nivel del orden moral y social (Germani 1971:22). En este listado se incluían desfasajes típicos de la modernización periférica como el “efecto demostración” y el “efecto de fusión”.

A partir de este último punto, pareciera que la narrativa de la transición en Germani se pareció más a un relato contrafáctico de cómo deberían haberse sucedido ciertos hechos que, sin embargo, transcurrieron de otro modo (en este sentido, respeta perfectamente la precedencia respecto de la comprobación empírica a las que refiere Margaret Somers). En particular, le interesaba analizar los modos en que esta distancia se verifica en el proceso de democratización.

Las sociedades tradicionales o folk estaban fuertemente integradas, pero solo una pequeña parte de ellas participaba activamente en las decisiones políticas y, en términos generales, de los bienes culturales del grupo. Por el contrario, las sociedades industriales se caracterizan por una importante participación en las distintas esferas sociales. La expansión de la ciudadanía (primero civil, luego política, luego social) descrita por Thomas H. Marshall era repetidamente citada, al igual que la noción de “democratización fundamental” propuesta por Karl Mannheim.

Para dar cuenta de la distancia entre esta caracterización general (y, por cierto, normativa) de las sociedades modernas y las singularidades del proceso de democratización en América Latina, y en particular en la Argentina, Germani hizo un uso intensivo de la noción de paradoja. Así, serían paradójicas las figuras de los caudillos posteriores a la independencia nacional, difícilmente asimilables a algo así como una “legitimidad tradicional”, pero también a una de tipo racional-legal. También habría sido paradójica la ampliación de la ciudadanía con el voto universal en 1912, pues ella había excluido a la mayor parte de los obreros, extranjeros no nacionalizados (Germani 1971:309, 316). Paradójica resultaba la regresión artificial de esta participación a partir del fraude electoral sistemático durante la década de 1930. Finalmente, por este camino se arribaría a otra paradoja (probablemente la que más interesara al sociólogo): un movimiento de tipo fascista que desembocó en un “régimen de indudable carácter totalitario, pero dotado de rasgos muy distintos de su modelo europeo, un autoritarismo basado sobre el consentimiento del apoyo de la mayoría, que por primera vez en 16 años pudo expresar su voto en elecciones regulares” (Germani 1971:325, énfasis nuestro).

Germani llega, incluso, a referirse a la “paradoja argentina” como un dato global que atravesaría toda su historia (Germani 1971:300; Germani 2003:149, 154), aunque muy particularmente al peronismo, como queda expuesto en la cita a continuación: “El pueblo vendió su libertad por ‘un plato de lentejas’. Creemos que semejante interpretación debe rechazarse. El dictador hizo demagogia, es verdad. Mas la parte efectiva de esa demagogia no fueron las ventajas materiales, sino el haber dado al pueblo la experiencia (ficticia o real) de que había logrado ciertos derechos y que los estaba ejerciendo. Los trabajadores que apoyaban la dictadura, lejos de sentirse despojados de la libertad, estaban convencidos de que la habían conquistado. Claro que aquí con la misma palabra libertad nos estamos refiriendo a dos cosas distintas; la libertad que habían perdido era una libertad que nunca habían realmente poseído: la libertad de ejercer sobre el plano de la alta política, de la política lejana y abstracta. La libertad que creían haber ganado era la libertad concreta, inmediata, de afirmar sus derechos contra capataces y patrones, de elegir delegados, ganar pleitos en tribunales laborales, sentirse más dueños de sí mismos” (Germani 1971:342, énfasis nuestro).

Esta extensa cita, ya analizada por Samuel Amaral en otro artículo, merece una lectura atenta. En primer lugar, interesa detenernos en la aparición de una forma del discurso referido a partir de ciertas marcas textuales (las comillas) que indican una voz otra (¿la de la doxa?) con la que se discute y frente a la que se hacen algunas concesiones explícitas (“El dictador hizo demagogia, es verdad”). Así, hay más de un punto de vista entretejido en el texto. En segundo lugar, nos interesa señalar que el análisis de “la paradoja argentina” obliga a nuestro sociólogo a caer en una inconsistencia: los obreros habrían sido despojados de una libertad que, según el propio texto, nunca habían tenido. En términos de la teoría psicoanalítica, que Gino Germani conocía muy bien, podríamos hablar de una perspectiva melancólica, que constituye imaginaria e idealmente un objeto que es constitutivamente incapaz de duelar. Seguramente, la ciudadanía á la Marshall mediante la cual se accede progresivamente a nuevos derechos. Esta experiencia, que nunca tuvieron los obreros argentinos resulta, sin embargo, indudablemente real y frente a ella, la experiencia peronista, según aparece en el paréntesis que hemos resaltado, tiene un estatuto que no resulta sencillo definir (“¿ficticia o real?”).

Así, aun cuando la noción de paradoja opere, en lo que hemos analizado hasta aquí, reforzando el lugar de lo que “se sabe” (vis a vis de la narrativa de la transición, por ejemplo, en lo que hace a la expansión de la ciudadanía según la describió Thomas Marshall) conduce a inconsistencias que muestran la insuficiencia del esquema. Entendemos que la contradicción en la que cae en el párrafo que analizamos resulta un síntoma de la convivencia de diversos puntos de vista en tensión: el de la narrativa de la transición y de otro que se revela frente a ella y no está dispuesto a reducir el estudio de la realidad argentina o latinoamericana a las categorías de “patología”, “copia”, “desvío” o “excepción”. Esta heterogeneidad recorre buena parte de los textos que hemos analizado.

En cualquier caso, aunque Germani muestra, tempranamente, su incomodidad respecto de la metanarrativa “clásica” de la modernización, las salidas conceptuales a la “asincronía” o el “desajuste” recaen en un uso desmedido del concepto de “paradoja” que termina por reforzar la consistencia de la narración aludida. Tal como veremos en el próximo apartado, en otros textos es posible recortar una “contra-narrativa” que pone en jaque varios supuestos de la “metanarrativa” clásica de la modernización y comienza a hacer tangible el problema de la heterogeneidad como condición ineludible de esta y cualquier teoría.

¿La “marginalidad” como contranarrativa?

En este apartado trabajaremos específicamente sobre un texto de Germani publicado en 1972 en una primera versión italiana y luego en 1973 en castellano (con algunas modificaciones), pues entendemos que el problema allí expuesto conduce a nuestro sociólogo a una re-evaluación de las perspectivas de la modernización que se expresa con toda claridad en su último (y muy pesimista) texto de 1979 titulado “Democracia y autoritarismo en la sociedad moderna”. El propio autor nos habilita a trabajar sobre este vínculo (marginalidad/modernización) al sostener que las “ideologías de la modernización” son un trasfondo ineludible y necesario para la delimitación y recorte de la marginalidad como problema.

Según la definición que presenta en el texto de 1972, la situación de marginalidad es relativa, pues supone un déficit de participación activa y pasiva en aquellas esferas y roles que, de acuerdo a ciertos criterios particulares (sexo, edad, estado civil, estrato, ocupación) y a determinadas expectativas, corresponderían a los grupos o individuos en cuestión. La posibilidad de esta participación dependería de normas, capacidades y accesibilidad de bienes. En este sentido, habría tantas formas de marginalidad como roles disponibles en los distintos subsistemas (productivo, de la cultura nacional, la cultura moderna, consumo, educacional, política, etc.).

El análisis propuesto presenta el fenómeno en tres dimensiones: 1) una socio-cultural, a partir de la noción de expectativas normativas; 2) otra relacionada al acceso de ciertos grupos a los recursos necesarios para participar en distintas esferas y, finalmente, 3) una tercera que remite a las condiciones personales puestas en juego para las diversas formas de participación. La escasez de los recursos dependería de factores demográficos y productivos y la existencia de una mano de obra excedente – “trabajadores superfluos” (Germani 1980:95)– ocultos en empleos de baja productividad. A estas condiciones se sumaban las personales, algunas vinculadas a aspectos idiosincrásicos y otras de orden sociocultural. Será, sin embargo, la dimensión cultural la que ocupe un lugar indudablemente preponderante en la teorización y la que tendrá para nosotros particular significación.

Nos interesa subrayar muy particularmente que en la escena enunciativa de los textos sobre marginalidad aparecen (marcadas) voces distintas a aquellas en las que se desplegaba la teoría “clásica” de la modernización y sus “paradojas”. Puntualmente, tanto la versión italiana como la castellana del texto al que nos referimos se observa una singular atención al “estado del arte” del debate latinoamericano de la marginalidad. Para ello, repasa los trabajos nodales de Aníbal Quijano, Rodolfo Stavenhagen, José Nun, Roger Vekemans, Pablo Casanova, entre otros.

El resultado de este ejercicio es un texto en el que Germani dirime y se posiciona frente a temáticas usualmente desatendidas o subestimadas en otros pasajes de su “obra”. Además del sistema de referencias, los argumentos vertidos en el texto resultan llamativos en relación a la construcción/reproducción de una metanarrativa clásica de la modernización. Así, por ejemplo, Germani desacuerda con quienes prefieren analizar el fenómeno “más allá” de la estratificación social y la delimitación de diversas clases sociales. Por el contrario, el problema debe ser tomado como una invitación a re-repensar las múltiples dimensiones de la estratificación social; llega, incluso, a coquetear con el término etnoclase (Germani 1980:65), poniendo en jaque la supuesta ruptura entre sistemas modernos y tradicionales de estratificación social.

Germani también retoma la propuesta de análisis de la estratificación social en América Latina que propone Carlos Delgado para analizar el caso del Perú. En ella las posiciones están definidas básicamente por la articulación de la variable estructural y la cultural. A partir de ellos, se reconocen sectores absolutamente marginados que, en el límite no pertenecen a la sociedad nacional (tal es el caso de ciertas tribus aisladas), los sectores marginales rurales e “indios”, los sectores intermedios que habitan el mundo urbano que serían “mestizo” y los sectores de poder o “blancos” (Germani 1980:67).

Según afirma el sociólogo, la marginalidad opera de un modo contrastivo, como elemento excluido que, justamente, mediante su posición externa (negativa) define aquello de lo que no es parte: la nación y –de singular interés para nuestro análisis– la modernidad. A partir de ello, se formulan interrogantes teóricas clave: ¿cómo se delimita lo nacional?, ¿cómo se delimita lo moderno?, ¿cuál es la relación entre ambas delimitaciones? En palabras del sociólogo: “[e]l origen histórico de la ‘modernidad’ torna inevitablemente ambiguas las características ‘modernas’. En efecto, como el complejo urbano-industrial surgió dentro de la cultura occidental y se impuso al resto del mundo a través del poder y la expansión cultural, económica, política y militar pertenecientes a ese ámbito histórico, moderno empezó por ser sinónimo de europeo u occidental (…) [E]l nacimiento o la intensificación de la conciencia nacional en todos los países en curso de desarrollo –particularmente en América latina– estimula cada vez más la afirmación de las características culturales nacionales, y la resistencia a aceptar modelos ajenos. El problema de estos países es construir su propio modelo de ‘modernidad’, de manera que no traicione su herencia cultural” (Germani 1980: 80, énfasis nuestro).

Resulta particularmente sugerente el que el párrafo precedente se refiera a la “ambigüedad” de las características de la modernidad y no ya a las “paradojas” de los países de industrialización tardía. Por cierto, la reflexión continúa profundizando el viraje del argumento, pues se señala que América Latina tiene, de hecho, un “doble origen, europeo por un lado y autóctono (o africano) por el otro” (Germani 1980:81). En este sentido, existe en una doble tradición puesta en juego para definir “lo nacional” en la que lo europeo “se impuso materialmente a lo segundo, desde la Conquista y la época colonial, prolongándose de varios modos hasta nuestros días” (Germani 1980:81). Así, la cultura nacional dominante ligada a sectores altos y luego también a los sectores medios urbanos es europea o, al menos, está europeizada.

Esta superposición entre “lo [legítimamente] nacional” y “lo [legítimamente] moderno” hacía de la cuestión de la “marginalidad” una problemática candente e inevitablemente ligada a la disputa hegemónica por definir ambos términos y los modos de su relación. El autor concluye que “ala incertidumbre en cuanto a lo que es ‘funcionalmente’ necesario para actuar en roles urbanos modernos se agrega el contraste en cuanto a lo que debe considerarse cultura nacional” (Germani 1980:80, énfasis nuestro). Como puede leerse, entonces, no solo está en disputa el sentido de “lo nacional” (hecho más o menos evidente desde la emergencia de movimientos nacional-populares), sino también, aquello que se define o puede definirse como moderno.

En un sentido semejante “los contenidos mismos de la educación y de muchos aspectos de la cultura formal (superior y de masas) se tornan conflictivos: son impugnados, rechazados o discutidos en términos de diferentes orientaciones estéticas, éticas o políticas. (…) Estas controversias reflejan también la ambigüedad señalada en el apartado anterior (…) ¿debe la educación o los medios masivos de comunicación transmitir o imponer los patrones culturales de las clases medias?, ¿qué debe considerarse realmente requerido para el desempeño de roles modernos?, etc.” (Germani 1980:84).

Esta conclusión resulta particularmente potente en relación a debates más actuales y, sobre todo, incompatible con las simplificaciones a las que ha sido sometido Gino Germani.

Por otro lado, Germani insiste en referirse al problema de la marginalidad también en los Estados Unidos, fenómeno del que, agrega, “hay una bibliografía abundante” (Germani 1980:47). Además de exponer algunas cifras “impresionantes”, señala que la articulación de fenómenos era semejante al caso de América Latina, en tanto se trata de un problema en el que se asocian insuficiencias del mercado de trabajo (desempleo) y “la discriminación racial, hallándose sobre todo los negros y puertorriqueños y otras minorías étnicas” (Germani 1980:47). Ahora bien, en Estados Unidos no solo presentaba una coincidencia en la asociación de ambas cuestiones (Germani 1980:61), esta asociación resultaba allí incluso más intensa. En efecto, “[e]l sistema de dominación de clases, que, en muchos países de América Latina se fusiona con las discriminaciones de tipo étnico-cultural, las cuales, aun cuando no adquieren el carácter más netamente racial que se observa por ejemplo en los Estados Unidos, y se apoyan en especial sobre diferencias culturales más que sobre diferencias somáticas, generan en definitiva formas semejantes de marginalidad que coinciden en parte con el orden étnico, causas de tipo cultural” (Germani 1980:26, énfasis nuestro).

El carácter “netamente racial” del sistema de dominación de clases en los Estados Unidos es comparado, en otros tramos del texto, con el de “África del Sur” y “Rhodesia”. De este modo, concluye, la superposición entre cuestiones raciales/étnicas/nacionales a las de la estratificación social que caracteriza las posiciones de marginalidad social no solo no resultan distintivas de los países subdesarrollados (Germani 1980:28), tampoco era allí donde la asociación entre subordinación de clase y discriminación étnico/racial se presentaba con mayor virulencia. Este es, para nosotros, un punto crucial, pues a partir del él nos interesa señalar que en Germani se observa una puesta en cuestión del régimen de la mirada que acompaña a la metanarrativa que hace de los países centrales un espejo en el que deben mirarse los países dependientes para ver sus carencias y proceder a la copia/imitación.

En los textos de Germani, la narrativa de la transición aparece, para retomar una expresión de Eduardo Grüner, fracturada. Por una parte, en fragmentos que no hemos analizado aquí, el sociólogo cuestiona la caracterización “clásica” de cada uno de los polos dicotómicos de la narrativa de la modernización. Encuentra, por ejemplo, que la metrópolis es un mecanismo integrador y que las familias presuntamente folk del ámbito rural o de las ciudades más pequeñas no eran tan estables como había presumido buena parte de la teoría sociológica. Por otro lado, el concepto de “marginalización”, que venimos de analizar, opera como reverso paralelo del proceso de movilización que termina por subrayar el carácter utópico (e improbable) de la “sociedad integrada” como punto de llegada del cambio social. Así, el conflicto asociado a la exclusión parece una marca imborrable de la modernidad, en tanto ella se funda en la promesa de “libertad, igualdad y fraternidad” que no puede cumplir. Este “incumplimiento” lejos de ser una “rémora” del pasado, se reproduce contemporáneamente, por ejemplo, a través de la tensión racial que mantenía (y mantiene) en vilo a los Estados Unidos. Así, la crítica opera desmontando también el régimen de la mirada que hace de los países industrializados modelos culturales a ser copiados.

Ahora bien, en este punto, el/la analista podría concluir que en los textos de Germani se observan, en realidad, “dos narrativas”: una, la “trama” clásica de la modernización y, la otra, una suerte de precursora del (anti)relato que proponen contemporáneamente las perspectivas de la colonialidad del poder/saber à la Quijano. “Completaría”, así, “todos los lados” de la “obra” del autor en cuestión. No es este, sin embargo, el ejercicio que nos interesa proponer. Entendemos, por el contrario, que el análisis de la producción de sentidos de los textos (que llevan el nombre) de Germani requieren una operación de dispersión que se descentre de la “narrativa” o “contranarrativa” que éstos producen como objeto imaginario. Ello requiere descentrarnos de la mera constatación sistemática de “contenidos”. Romper/desentramar/descomponer estas unidades imaginarias no porque no existan –indudablemente operan– sino para analizar las condiciones heterogéneas de producción de sus elementos y de su articulación. Al respecto, en las consideraciones finales aludimos a los límites de la perspectiva del denominado “giro narrativo” en tanto tiende más a reproducir la construcción imaginaria de objetos que-se-presentan-como-coherentes que a, justamente, analizarlos.

Consideraciones finales y una propuesta de cambio de terreno

El “giro narrativo” ha señalado, con justicia, que la vida social, la producción de la acción colectiva y la performance de identidades está recorrida por narraciones. Historias que nos contamos, que nos cuentan. Indudablemente, en la teoría sociológica las narraciones y metanarraciones abundan. Basta con recordar las innumerables clases en las que nos han (y hemos) arrullado con el relato del pasaje del “Antiguo Régimen” a la sociedad industrial moderna, o de la emergencia de la cuestión social, o de las mutaciones del postfordismo, o de la crisis del marxismo, etc.

Ahora bien, ¿cómo proceder, en tanto analistas, ante este volumen de historias que nos cuentan y contamos? Juguemos, por unos instantes, con la palabra “analista”. ¿Qué hace un (psico)analista frente a nuestros cuentos cuando los “producimos” echados en su diván? Intenta dislocarlos. Lejos de reforzar/coherentizar la “cháchara” del neurótico, la interrumpe, la interroga en pausas que él mismo produce (“puntúa”). Tampoco nos dice que nuestros cuentos/novelas familiares se inscriben en los moldes de algún relato mítico que ha sido contado de diversos modos por diversas culturas. No porque ello no sea cierto, lo es, pero saberlo no basta para entender cómo producimos nuestros cuentos, cómo nos producimos y nos escondemos en ellos.

La permanencia del analista al nivel de la narrativa resulta un riesgo, no porque ella no opere, no porque no sea posible señalar la perennidad de ciertas estructuras en la que ella se vierte, sino porque reducir nuestro análisis a esta dimensión no nos ayuda a entender los procesos de producción de la materialidad textual que tenemos enfrente ni su complejidad concreta.

El punto de partida del análisis que proponemos es el de la heterogeneidad constitutiva de todo discurso. El principio de unidad y coherencia opera, en rigor, como un obstáculo epistemológico para comprender los procesos de producción de sentido, puesto que los reduce a aquello que conforma tan solo una de sus dimensiones: la de las proyecciones imaginarias de la escena enunciativa. En efecto, cualquier texto se presenta como fuente de un discurso cuya (presunta) unidad domina, estructura, eslabona y encadena según ciertos recursos retóricos y argumentativos. Sin embargo, una segunda mirada muestra también otras huellas. En el caso descrito en el apartado anterior, por ejemplo, hemos visto las inconsistencias, tensiones, contradicciones que habitan los textos de Germani y que jalonan su (presunta) “narrativa de la transición”, incluso más allá de la mentada “coherencia interna”.

El “cuento” de la modernización se ha contado de mil modos. Si insistimos en analizarlas al nivel de las relaciones que las propias narrativas proponen o de los antecedentes que ellas mismas señalan (Tönnies, Durkheim o Casanova) quedamos, aun, presos de los imaginarios/anzuelos que los textos nos proporcionan. Es, en definitiva, el propio “Germani” quien inscribe su narración de la transición en la “metanarrativa” de la modernización.

Frente a las limitaciones de “la narrativa” como puerta de acceso al análisis del discurso y, en particular, a la perspectiva sobre la modernización presente en los textos de Germani, proponemos regresar al concepto de “problema”. Por cierto, tomamos este término en un sentido muy diverso al que parecen proponer Somers y Gibson cuando afirman que toda narrativa se centra en “un” problema.

En diversas indagaciones Althusser y Balibar, Foucault y Castel han propuesto el estudio de “problematizaciones” o “problemáticas” como modo de evitar la reproducción de las unidades del “autor”, la “escuela”, el “tema”, el “concepto” y, deberíamos agregar, “la narrativa”. Llamamos “problematización” al haz de interrogantes que, formulados explícitamente o no, organizan una serie de “soluciones” que se proponen en una determinada coyuntura (a veces de modos contradictorios). Está conformada, entonces, por un ensamblaje heterogéneo de elementos (conceptos, implicaciones, vocabularios, metáforas, etc.) que es necesario distinguir, pero, sobre todo, por un conjunto de relaciones que deben precisarse. Tanto los elementos que conforman las problematizaciones como sus relaciones varían, generando mutaciones que deben ser explicadas (Castel 2001). Del mismo modo, la procedencia de estos elementos es múltiple y dispersa, de modo que las problematizaciones no “evolucionan” de un modo unitario, es el resultado contingente del encuentro-desencuentro de diversos interrogantes. A diferencia de lo que reseñábamos en el primer apartado respecto de las “redes conceptuales” propuestas por Somers, los elementos de una problematización no se “arrastran” unos a los otros ni “viajan juntos”. Nada los une de por sí de un modo estable. Por el contrario, la “coherentización” es una operación (siempre fallida) que remite a la escena de enunciación y no de formación de estos elementos y su relación.

Una mirada centrada en las problematizaciones/problemáticas resulta capaz de trabajar en las fisuras / tensiones / contradicciones de las “narrativas” e ir más allá de ellas. Ello supone, por ejemplo, dejar de interpelar a Germani como “teórico de la modernización” para indagar en su perspectiva sobre la cuestión nacional, el fascismo, la ciudad, el desarrollo tecnológico, el tiempo libre, el consumo, e inclusos sobre temas aparente menos nodales en sus trabajos, como la cuestión étnica/racial. Un abordaje desde estos elementos aparentemente menos centrales en la configuración de la problemática de la modernización resultará probablemente más rico, pues hará más sencillo el ejercicio de descentrarnos de la narrativa de la transición que, insistimos, opera efectivamente en los textos analizados, como una trampa que nos seduce a reducir la perspectiva de Germani a la “coherencia” de esa trama, a pesar de que esos mismos textos insisten en mostrarnos también otros trazos.

Bibliografía

Castel, R. 2001. Presente y genealogía del presente: pensar el cambio de una forma no evolucionista. Archipiélago: Cuadernos de crítica de la cultura 47: 67-75.

Foucault, M. 2002. La arqueología del saber. Buenos Aires: FCE.

Germani, G. 2003. Autoritarismo, fascismo y populismo nacional. Buenos Aires: Universidad di Tella.

Germani, G. 1980. El concepto de marginalidad. Significado, raíces históricas, y cuestiones teóricas, con particular referencia a la marginalidad urbana. Buenos Aires: Nueva Visión.

Germani, G. 1971. Política y sociedad en una época de transición. De la sociedad tradicional a la sociedad de masas. Buenos Aires: Paidós.

Germani, G. 1963. Los procesos de movilización e integración y el cambio social. Desarrollo Económico 3(3): 403-422.

Germani, G. y Graciarena, J. 1961. Antología de la sociedad tradicional a la sociedad de masas: Introducción a la sociología. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires.

Somers, M. 1996. Narrando y naturalizando la sociedad civil y la teoría de la ciudadanía: el lugar de la cultura política y de la esfera pública. Zona abierta 77/78: 255-337.

Somers, M. y Gibson, G. 1994. Reclaiming the epistemological “other”: narrative and the social constitution of identity. En: C. Calhoun (ed.) Social theory and the politics of identity, pp. 37-99. Oxford: Blackwell.

 

Recibido el 14 Ene 2016
Aceptado el 26 Abr 2016

 

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Cinta de Moebio
Revista de Epistemología de Ciencias Sociales
ISSN 0717-554X