Cinta de Moebio: Revista de Epistemología de Ciencias Sociales

Mejía, J. 2008. Epistemología de la investigación social en América Latina. Desarrollos en el siglo XXI. Cinta moebio 31: 1-13. doi: 10.4067/S0717-554X2008000100001

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Epistemología de la investigación social en América Latina. Desarrollos en el siglo XXI

Social research epistemology in Latin America

Dr. Julio Mejía Navarrete (jvmena@terra.com.pe) Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima, Perú).

Abstract

This article aims at giving an account of the emergence of new epistemological proposals of social sciences in Latin America. Particularly, it reflects the progress of the prospect of complexity in social research in our continent. It also discusses the nature of the social knowledge that has been built in Latin America.

Key words: epistemology, complexity, social knowledge, eurocentrism, social research.

Resumen

El artículo pretende dar cuenta de la emergencia de nuevas propuestas epistemológicas de las ciencias sociales en América Latina. En particular, se recogen los avances de la perspectiva de la complejidad en la investigación social de nuestro continente. Asimismo, se discute sobre el carácter del conocimiento social que se viene construyendo en Latinoamérica.

Palabras clave: epistemología, complejidad, conocimiento social, eurocentrismo, investigación social.

1.  Introducción

Actualmente se vienen operando profundos cambios que afectan todos los aspectos de la sociedad y el conocimiento. Las ciencias sociales se encuentran en un proceso de revisión y cuestionamiento de los fundamentos y propuestas teóricas, en particular del propio logos científico de la modernidad (1).

Desde una configuración más amplia Immanuel Wallerstein puntualiza que las ciencias sociales tienen grandes limitaciones en el estudio de la realidad social que no corresponden a la problemática del mundo contemporáneo. Se trata de desarrollar nuevos fundamentos epistemológicos, de impensar las ciencias sociales y no de repensar las ciencias sociales dado que muchas categorías y suposiciones constituyen barreras en la construcción del conocimiento social, con la esperanza de estimular la creación de un nuevo paradigma a largo plazo (Wallerstein 1999). Las ciencias sociales se han cerrado a la comprensión de la vida social y los métodos de estudio son más bien un obstáculo para acceder a la realidad, se trata de abrir el conocimiento ante las nuevas posibilidades (Wallerstein 1996).

Los fundamentos epistemológicos de las ciencias sociales se encuentran en un proceso de revisión apuntalados desde el área de las ciencias naturales, en especial en las disciplinas físico-matemáticas que influyen decididamente en las ciencias sociales: la teoría de catástrofes y la teoría del caos, la teoría de las estructuras disipativas de Prigogine, la autoorganización de Von Foerster, la teoría sinergética de Haken y la teoría autopoiética de Maturana cuestionan las premisas del modelo de la ciencia moderna. Las ciencias naturales desarrollan una concepción fundada en un futuro indeterminado, los equilibrios son más bien las excepciones, la autoorganización como un proceso complejo de la realidad y, por lo tanto, la racionalidad de la complejidad implica que los fenómenos se enfrentan a un conjunto de sucesivas alternativas, no a determinismos preestablecidos que gobiernan el mundo (2), lo que el Premio Nobel de química Ilya Prigogine (1997) denomina El fin de las certidumbres.

Nos encontramos frente a una crisis de las bases del conocimiento científico, incluido el social y filosófico, que engloba a las formas de producir pensamientos en la modernidad. En América Latina la crisis del conocimiento social se plantea como una crisis de la propia subjetividad positivista moderna, desatada como parte de la mutación de todo un período histórico: aquel asociado a la modernidad europea, cuyo agotamiento envuelve también los fundamentos epistemológicos que sustentaron los modelos de conocimiento europeos impuestos en todo el mundo desde el siglo XVI. En ese sentido, nos enfrentamos a una crisis de las ciencias sociales y de la propia construcción del conocimiento científico.

En este artículo inicial intentamos dar cuenta de las repercusiones de la crisis de las ciencias sociales y de la emergencia de nuevas respuestas epistemológicas en esta parte del continente. En particular, se destaca el desarrollo de un paradigma emergente que está transformando las formas de hacer investigación social en América Latina.

Revisar la epistemología de la investigación social tiene raíces propias. En América Latina ha sido subrayado por diferentes autores que vienen tratando el tema. Por un lado, están los trabajos que se desarrollan por influencia de Humberto Maturana, que acentúan el esfuerzo teórico desde la perspectiva sistémico/constructivista (3) y, por otro lado, se destacan los estudios de Pablo González Casanova y Boaventura de Sousa Santos, que de manera más general y no exenta de contradicciones vienen impulsando la denominada corriente de la colonialidad del poder (4). Hitos fundamentales en el desarrollo de una epistemología de la investigación social fundada en la racionalidad de la complejidad (Wallerstein 2001).

Por esta razón, en la primera parte se discuten las bases cognoscitivas de la investigación social, asimismo, se recogen los avances del pensamiento de la complejidad que se produce en América Latina. La segunda parte desarrolla los aportes metodológicos del diseño de la investigación social de América Latina, especialmente en lo concerniente a los cambios que se proponen en el proceso de conocimiento. Finalmente, en el nivel tecnológico se examina la forma cómo se hace la investigación, se subrayan las herramientas más apropiadas para llevar a cabo la producción de conocimiento desde nuestras propias especificidades y realidades.

2.  Epistemología de la investigación social en América Latina

Después de muchos años de influencia de los estudios culturales (5) y las teorías postmodernas en las ciencias sociales, especialmente en el área de las humanidades, en particular en filosofía y literatura, se viene desarrollando con mucha fuerza un cambio epistemológico en la investigación social de América Latina sustentado en el paradigma de la complejidad (6).

En efecto, los estudios culturales han impulsado el giro hermenéutico, una cierta libertad frente al rigor epistemológico en la construcción de los conceptos. La producción de conocimientos pone énfasis en la inducción, el análisis comienza desde la misma realidad, de lo local, rescatando los vínculos de los sujetos y las estructuras sociales; de esta forma, se cuestiona el universalismo de las ciencias sociales positivistas que dejan de lado espacios particulares de la sociedad de América Latina (Castro-Gómez 2001). Dentro de ese marco, el paradigma de la complejidad abre la posibilidad de comprender las difíciles relaciones entre sujeto y sociedad en nuestro continente, donde cada sujeto es una parte de la sociedad y la propia sociedad está inscrita en los individuos, por medio de su lenguaje y cultura que emergen del fondo de los tiempos y de la originalidad. Conocimiento que implica el desarrollo de una lógica dialéctica donde todo está relacionado con todo, explicando que las sociedades se autoproducen, se reproducen a sí mismas, se regulan de tal manera que conservan su estructura de organismo y, a la vez, se autotransforman; son sistemas abiertos que necesitan de su entorno para seguir existiendo, evolucionan, se desarrollan y tienen el potencial intrínseco de superarse a sí mismas para crear nuevas estructuras y nuevos modelos de comportamientos. Entender las transformaciones de la realidad social de nuestro continente demanda un pensamiento que trata con la incertidumbre y que es capaz de comprender su organización transformativa.

La riqueza de la discusión que se viene desarrollando en América Latina ha puesto de  relieve su particularidad. El modelo de investigación social se fundamenta en el rescate de la rigurosidad epistemológica. Pablo Gonzáles Casanova lo denomina “Las nuevas ciencias”, Boaventura de Sousa lo nombra como “posmodernismo de oposición”, siguiendo las huellas de Immanuel Wallerstein, quién señala: “lo que es esencial poner de relieve en los estudios de la complejidad es que de ningún modo rechazan el análisis científico, sólo el determinismo newtoniano” (2004:194) positivista. Desarrollar un nuevo paradigma epistemológico de la investigación social no es posible dentro de los marcos del positivismo. En América Latina más bien se observa el intento por construir una propuesta emergente dentro de otras posibilidades que pasamos a examinar en sus aspectos centrales.

Cambiar los comportamientos epistemológicos de la investigación social

En las últimas décadas el objeto de las ciencias sociales sufre un proceso de mutación cada vez más definido. Siguiendo el influjo de Ilya Prigogine, Pablo González-Casanova (2004:124) señala que la “complejidad obliga a cambiar los comportamientos epistemológicos” de la investigación de las ciencias sociales, ya no se trata de la búsqueda de certidumbres, de leyes determinantes, ahora la ciencia define el proceso de investigación como “una acción en busca de posibilidades” creativas.

En otro contexto, Niklas Luhmann a inicios de la década del sesenta ya planteaba una idea similar señalando que el fin del conocimiento social es “hacer comprensible la acción como posibilidad”, y no el establecimiento de la acción según regularidades inalterables y deterministas (1973:40).

La sociedad es un sistema muy complejo, es una dialéctica de interrelaciones entre los individuos con la totalidad social y la totalidad social con los individuos, y a medida que pasa el tiempo, la constante es la emergencia de nuevas realidades. Asimismo, se ha abierto un período histórico donde priman el cambio, las transformaciones sociales y los aspectos aleatorios, los estados de equilibrio social son más precarios. La realidad es un mundo en proceso de construcción, donde los actores sociales con sus múltiples combinaciones aleatorias, sus incertidumbres, conductas contradictorias y hasta comportamientos alógicos tienen un papel activo en el desarrollo del mundo real.

En ese sentido, la previsibilidad del futuro de la sociedad definido de antemano por un reducido número de leyes ha dado paso al examen de la realidad social como una actividad más de exploración y de indagación de lo emergente, de la búsqueda de lo inesperado, de lo imprevisible y la novedad. El fin del conocimiento es la búsqueda de la comprensión de la realidad como una realidad construida. Es importante anotar que no es la dinámica social que nos lleve a cualquier dirección, las alternativas son resultado de los límites creados por las acciones presentes de los propios sujetos sociales donde se eligen los nuevos caminos. Prigogine señala que se trata de posibilidades entre posibilidades.

En esa dirección, el conocimiento ya no aparece como la comprobación de una naturaleza inmutable de leyes eternas, sino se muestra como comprensión de alternativas posibles. Estudiar la sociedad es el reconocimiento de sus posibilidades creativas.

Rupturas epistemológicas que fundan la investigación social

Otra cuestión sustantiva del proceso de redefinición de los fundamentos de las ciencias sociales que viene ocurriendo en América Latina es lo que atañe a la concepción de las “rupturas epistemológicas que fundan la investigación social” (Ibáñez 1986:25). Boaventura de Sousa Santos lo define como un proceso de doble ruptura epistemológica, que sin dejar de lado la superación del sentido común y el rigor académico de la primera ruptura, apuesta por un desarrollo de la primera ruptura epistemológica para llevar el conocimiento social hacia un nuevo sentido común emancipador. La segunda ruptura epistemológica significa la transformación del propio conocimiento científico y de su potencial en un movimiento en espiral que revierte en un nivel superior al sentido común (De Sousa Santos 1989).

En efecto, Gaston Bachelard (1973) define la ruptura epistemológica positivista, a semejanza  de las ciencias naturales, como una dinámica de superación y negación del conocimiento cotidiano, el que se define como prejuiciado, ilusorio y superficial, para poder llegar al conocimiento profundo, verdadero y objetivo de la realidad, mediante un proceso de conquista, ruptura y verificación. Boaventura de Sousa Santos desarrolla la idea de una segunda ruptura epistemológica, apoyándose en la firmeza científica del momento anterior, que demanda la necesidad de un reencuentro de las ciencias sociales con otras formas del saber y la misma transformación en nuevo sentido común emancipador.

El reencuentro del conocimiento científico con los otros saberes busca incorporar experiencias y conocimientos sociales silenciados, marginados y desacreditados de los  pueblos, que en la epistemología positivista suponía una práctica negativa. El conocimiento científico traza una dialógica, una comunicación entre expresiones distintas, no su eliminación, y un reconocimiento de las otras formas de conocimiento como expresiones de creatividad que fueron subordinadas por la razón europea como parte del proceso de conquista y dependencia de América Latina. Orlando Fals-Borda  destaca que las culturas de América Latina vienen desarrollando desde hace siglos un conocimiento muy rico en su interrelación con el ambiente natural y plantea una endogénesis cognoscitiva que puede construirse a partir de las iniciativas de las poblaciones múltiples de América Latina que acumularon ingentes cantidades de sabiduría de las sociedades que les pertenecen, la que mejor conocen el medio ambiente, la conducta y organización social de los que forman parte, se trata –como dice– de la recuperación de “la savia de nuestras civilizaciones ancestrales” (2003:82).

De la misma forma, Aníbal Quijano (1990) subraya que la reactivación de los movimientos  sociales desde fines de los noventa, incluyendo al propio sector indígena, expresa no sólo un conjunto de protestas contra la globalización y el neoliberalismo, sino, sobre todo, han inducido un regreso a un primer plano de las propuestas, los conocimientos y las esperanzas de un imaginario social distinto; espacios sociales en los que la razón eurocéntrica es cuestionada y emergen formas diversas de la razón histórica. Un nuevo paradigma formula la urgencia de acceder a estos conocimientos especiales y sistematizarlos con la contribución de las culturas y movimientos sociales propios de América Latina.

También, relacionado a lo anterior, la segunda ruptura epistemológica conlleva la necesidad de la promoción de un nuevo sentido común emancipador, en un mundo  cada vez más globalizado y de cambios tecnológicos acelerados. Se trata de la reinvención del sentido común con el potencial cognoscitivo para los pueblos en su búsqueda de la verdad, bondad y justicia social. Ilya Prigogine lo define como un momento que implica que la ciencia deje de lado su pretensión de ‘extra-territorialidad’ teórica y se reconozca como parte integrante de la cultura de la sociedad, como una forma  de acercarse a la experiencia concreta de los hombres y su entorno, por consiguiente el futuro societal significa cada vez más el desarrollo de nuevas tecnologías y el sentido común necesitará para comprenderlo y adecuarse a él de “instrumentos conceptuales y tecnológicos que pueda proporcionarle la ciencia” (1990:45).

Sistemas sociales autopoiéticos

Humberto Maturana denomina a las sociedades de manera específica como “sistemas autopoiéticos”, sistemas que tienen una organización que les define una identidad  propia (autos) y tienen una estructura que es capaz de producirse (poien), es decir, las sociedades son “sistemas que se producen a sí mismos continuamente” (2002:92), son contrarios a las unidades alopoiéticas que no dependen de ellas mismas y su propia producción interna se encuentra subordinada al exterior. Punto de inflexión para las ciencias sociales de América Latina, desde entonces las sociedades se van a definir en forma radicalmente distinta a los sistemas estáticos y mecanicistas.

Identidad y cambio, permanencia y desintegración son partes inherentes del mismo ser del sistema social. La identidad del sistema se relaciona con la organización, y el cambio con la estructura, aspectos de un mismo proceso, nunca separables. La identidad se define por la organización del sistema que permanece continua y relativamente estable. La organización es el conjunto de interrelaciones que se configuran entre las unidades que establecen una identidad determinada. Los sistemas tienen una dinámica que supone “cambio de estado” permanente que asegura su permanencia y estabilidad, las sociedades se reproducen continuamente como tales mediante procesos de desarrollo, los sistemas sólo pueden existir en condiciones de perturbación y evolución constante. Los sistemas se desintegran cuando se producen “cambios estructurales” y su dinámica interna se cancela, las sociedades se transforman radicalmente cuando pierden su identidad. La organización sistémica opera mediante su estructura, por las cualidades específicas de sus componentes y las interrelaciones que se construyen en el proceso sistémico.

La totalidad sistémica se autoorganiza de modo retroactivo/recursivo que posibilita la autonomía y organización del sistema; en una dinámica autocreativa el efecto nutre a  la causa, en forma viceversa, y, de tal manera que la resultante del proceso se transforma en el causante y este causante se convierte en la resultante. Lo retroactivo/recursivo es genésico porque une y asocia las unidades en una organización, es la pauta que todo lo vincula, las unidades y procesos que forman este tejido se vuelven sobre sí mismos en espirales creativos, de una causalidad compleja. La dinámica retroactiva significa que los componentes del sistema sean causa y efecto en forma sucesiva, en tiempos diferentes, donde la consecuencia retroactúa estimulando, disminuyendo o modificando la causa que lo esta produciendo. La espiral retroactiva posibilita ir de la dinámica dispersa, desordenada y contradictoria a un sistema interrelacionado, por ejemplo, el aumento de la violencia en las sociedades contemporáneas aparece como resultado de un conjunto de factores, luego establece su propia autonomía y se transforma en relación causal de otros hechos del sistema. Asimismo, la dinámica retroactiva se desarrolla en una organización recursiva, donde un mismo hecho es al mismo tiempo causa y efecto para el proceso sistémico. La organización de la totalidad permite la generación de un tejido de interacciones en forma de espiral recursiva en los cuales los efectos son a la vez causas del proceso sistémico, por ejemplo, la relación individuo y sociedad: las personas producen la sociedad, pero al mismo tiempo la totalidad social con su cultura genera a los sujetos. En suma, dicho proceso retroactivo/ recursivo es el que produce el sistema en forma cíclica, ininterrumpida y permite su regeneración permanente.

Las sociedades como sistemas autopoiéticos no sólo se autoorganizan, generan su propia red de interacciones que los transforma como una totalidad social, sino en forma simultánea se autoproducen, tienen la capacidad de configurar el flujo de sus individualidades que lo componen. Es decir, las individualidades del sistema dejan de ser exclusivamente unidades, se convierten en elementos respecto a la disposición del sistema. En ese sentido, la unidades tienen cualidades que responden a sus propias historicidades, de la forma como se han ido interrelacionando al sistema y, a la vez, tienen propiedades que adquieren de la organización global. Las personas poseen rasgos singulares propios que lo hacen estar en la sociedad y, de la misma manera, la sociedad está presente en cada sujeto, mediante el lenguaje, la cultura y sus normas sociales.

Por otro lado, las sociedades son sistemas autónomos y autocreados, lo que no quiere  decir que no tomen en cuenta las interacciones con el mundo exterior, más bien forman una unidad cerrada y abierta de vinculaciones. El sistema autopoiético tiende a producir sus propias unidades funcionales y las interacciones que delimitan su organización en un proceso simultáneo, distinguiéndose de otros sistemas y del medio en el que se realiza. La autocreación es un rasgo muy particular del sistema autopoiético, se refiere a la capacidad de construirse y reproducirse a sí mismo, que depende sólo de sus propias estructuras internas y no de entidades externas. Este sistema societal es cerrado en cuanto a la dinámica de las relaciones que lo producen, pero es abierto en cuanto al intercambio de materia y energía. La organización autopoiética es un “sistema cerrado” porque las interacciones instructivas que permiten su creación y desencadenan el cambio es una cualidad intrínseca, el sistema crea su propio “determinismo estructural” interno, que procesa y define las interrelaciones con el contexto, es tocado solamente por aquellos agentes externos que su estructura admite. El sistema controla las interacciones instructivas que mantienen su estructura a pesar de las influencias y variaciones del contexto (Maturana 2003:171, Maturana 2004:53-57). Los sistemas sociales autopoiéticos son organizacionalmente cerrados, se construyen y autoproducen a sí mismos, y, al mismo tiempo, son abiertos, pues exigen de interrelaciones permanentes con respecto del ecosistema.

En esa perspectiva, con la teoría de a autopoiesis, elaborada desde la propia realidad de América Latina, viene estableciendo fundamentos teóricos sólidos para comprender la multiplicidad de fenómenos de la sociedad contemporánea en una totalidad sistémica. Dinámica que supone ir más allá de la división entre los distintos planos de la realidad, entre lo moderno y lo premoderno, entre lo occidental y lo andino, entro lo avanzado y lo atrasado, con la posibilidad de establecer en la construcción de las disciplinas científicas un sentido unitario de la vida social.

Reflexividad social

Las ciencias sociales tienen un carácter reflexivo, es decir, el conocimiento social, en principio, da cuenta de la realidad y, a la vez, influye en ella misma, la constituye e incluso la modifica. De allí que Pablo González Casanova señale que las ciencias sociales son “reflexiones para la acción” (2004:88) y Humberto Maturana plantee que “nuestro acontecer de vida tiene lugar sin importar nuestras explicaciones, pero su derrotero se vuelve dependiente de nuestras explicaciones en tanto que ellas pasan a formar parte del dominio de existencia en el cual conservamos la organización y adaptación a través de nuestras derivas estructurales” (1997:169). En ambos autores la reflexividad tiene una  importancia central en las  ciencias sociales. Definen que la teoría social que no sea capaz de tomar en consideración la influencia de los cambios que introduce en la sociedad, se autocontradice. Para James Coleman (1990) la teoría no sólo tiene que tener consistencia lógica sino, que además, se le tiene que exigir consistencia reflexiva.

La epistemología clásica en las ciencias sociales establecía un proceso lineal del acto de conocimiento. Concepción que viene desde la Ilustración, que escinde el sujeto del conocimiento social y su objeto de estudio. El sujeto del conocimiento actúa como una instancia pasiva, contemplativa y receptiva, únicamente recoge las características de la realidad, de manera pura, no influye en el objeto y tampoco es influido por el mismo. Divorcio radical entre ambas dimensiones del proceso cognoscitivo, que produce no sólo una completa cosificación del objeto social, el que aparece como algo exterior y material, sino, además, conlleva la opacidad del sujeto, lo despoja de cualquier atisbo de subjetividad en la construcción teórica del objeto, queda castrado sin capacidad de generar sentido en el objeto social. El resultado, unas ciencias sociales que mediante teorías, modelos, esquemas cognoscitivos sólo dan cuenta de la sociedad.

El conocimiento reflexivo, propugna no sólo el estudio y explicación de la sociedad, sino también señala cómo lo conforma y transforma a la misma. Ahora, lo central es conocer y comprender el conocimiento social y los efectos que genera en la sociedad. Esto implica que se tiene que elaborar otro conocimiento social que estudie la influencia de las disciplinas sociales en la realidad. En esta perspectiva, la reflexión de cómo las ciencias sociales afectan a la sociedad se incorpora al conocimiento, sobre todo se reconoce su rol fundamental en la formación del pensamiento social, lo que define a las ciencias sociales como unas ciencias de segundo orden.

Por consiguiente, las ciencias sociales son ciencias de segundo orden que tienen necesidad de un conocimiento nuevo, que tome en cuenta las implicancias del conocimiento del primer orden en el mundo social. El conocimiento de la sociedad no es sólo un acto de aprehensión de las características de la realidad exterior, de la forma como se manifiesta en la naturaleza. Más bien, el conocimiento social por su carácter reflexivo supone, además de conocer el objeto existente, que dicha realidad social se constituya y modifica por acción de la teoría social en el mismo proceso cognoscitivo. Ello implica que el mundo social no es sólo una estructura definida, sino también es producto y componente de una dinámica de estructuración del propio conocimiento. Luhmann la define como una propiedad de autorreferencialidad de la sociedad (1991:480).

En esta perspectiva, el reproche mayor que se hace a las ciencias sociales es que no han examinado las repercusiones de su propio conocimiento en la realidad social. Es decir, de qué forma los diagnósticos clásicos realizados por Marx, Durkheim, Weber, etc., cambiaron el propio curso de las sociedades y cuánto del objeto social se modificó por acción de la teoría social. Ahora, se le exige al conocimiento social en América Latina que, además de reflejar la sociedad, señale cómo lo influye, cómo complejiza la realidad en un proceso de interacción dialéctica. Cuando la sociología proyecta su luz sobre el objeto que estudia, el objeto se desplaza y modifica su contenido (7).

Superación del conocimiento eurocéntrico

Las raíces de la crisis del conocimiento en América Latina quizás se puedan explicar por los conceptos de eurocentrismo y colonialidad del saber que se vienen discutiendo con mucha profundidad en esta parte del mundo, en especial por los aportes de Aníbal Quijano (1997, 2001). La trayectoria histórica de las ciencias sociales en América Latina ha sido principalmente eurocéntrica. Tanto el origen como la mayor producción teórica de estas disciplinas se localiza en Europa. El eurocentrismo consiste en la forma de comprender la realidad de América Latina según las características y desarrollo particular de Europa. Se explica la realidad de nuestro continente a partir de categorías que fueron elaboradas para dar cuenta el mundo europeo, concepción que se transforma en una visión de alcance y validez universal. Es una perspectiva del conocimiento que se elabora desde el siglo XVI sobre los fundamentos de la colonización mundial.

La colonialidad del saber se refiere a las relaciones de poder, a la prolongación contemporánea de la dependencia que sustenta la modernidad en América Latina. No obstante que el colonialismo político fue cancelado, las relaciones en la cultura, en especial de la producción del conocimiento entre Europa y América Latina, sigue siendo de dependencia. La colonialidad del saber, que se impone a América Latina y al mundo subdesarrollado, es el otro aspecto complementario del proceso de la consolidación del paradigma positivista hegemónico de la producción del conocimiento en la modernidad (Castro-Gómez 1999).

Los fundamentos epistemológicos centrales del eurocentrismo se desarrollan sobre las bases de la colonización del mundo. El eurocentrismo se impone como la única racionalidad de validez universal en la producción de conocimientos y se construye sobre el desplazamiento y deslegitimación de otros modos de generación de saberes existente en América Latina. La razón eurocéntrica hunde sus raíces en el sometimiento y represión de otras fuentes de conocimientos y racionalidad. El eurocentrismo, es decir, la producción del conocimiento en América Latina se desarrolla como parte de la colonialidad del poder, su cuerpo teórico se instituye principalmente sobre la concepción de relaciones de superioridad/inferioridad entre europeos (junto a los criollos) y nativos de América Latina según la idea de la raza. Desde hace quinientos años la idea de la clasificación racial de la población se constituyó como parte del sistema de dependencia mundial y en la más profunda forma de dominación intersubjetiva. 

La perspectiva eurocéntrica tiene su fundamento en el dualismo radical entre sujeto/objeto en la producción del conocimiento, que viene desde la Ilustración y de las propias bases del paradigma positivista. Separación absoluta que define a la realidad social como “cosas”, es decir, como hechos aislados, inmóviles y arrelacionados, dentro de una concepción ahistórica. En esta visión eurocéntrica, por primera vez el cuerpo es percibido estrictamente como objeto-naturaleza y separado radicalmente del sujeto-razón; en ese sentido, se mistifican las categorías y el cuerpo se concibe como raza, un hecho natural, y, de esa forma, algunas razas están más próximas a la naturaleza, por lo tanto, son más primitivas e inferiores que otras que se acercan más al sujeto-razón y, por consiguiente, son más civilizadas y superiores (Quijano 1999). La colonialidad del poder es una relación de dominación étnica y cognoscitiva de América Latina, no sólo se sometió por la fuerza a la población indígena, sino que se buscó cancelar las formas nativas de conocimiento, tratando de que acojan como propia la perspectiva cognitiva europea. Este modo de percibir la realidad fue impuesto y admitido como el principio racional del modo dominante de producción del conocimiento, con ello se funda la colonialidad del saber en América Latina.

La construcción de un paradigma emergente del conocimiento social en América Latina exige una crítica y superación del eurocentrismo como uno de los aspectos centrales del positivismo. Aunque las ciencias sociales son parte integrante del sistema de conocimiento mundial, son pocas las veces que América Latina ensaya propuestas teóricas que recojan su propia singularidad. Las perspectivas expuestas por José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre, en los años veinte; la teoría de la dependencia y la teología de la liberación, en los años sesenta; y, recientemente, la teoría de la colonialidad del saber y el pensamiento autopoiético abren un conjunto de posibilidades para intentar desarrollar una perspectiva teórica  desde esta parte del continente. 

3. Renovación de la investigación social

Para este período de transición paradigmática Boaventura de Sousa propone un desarrollo de la investigación social emergente que tiene que abrirse, principalmente, a la búsqueda de nuevas situaciones y posibilidades creativas de la realidad humana. Plantea que la nueva investigación social, para América Latina en general, sea un “Conocer desde el Sur” que vaya “contra la ortodoxia epistemológica” de los estándares metodológicos de la prácticapositivista de conocimiento. Propuesta de estudio que es resultado de la experiencia de un trabajo investigatorio mundial realizado en seis países (Sudáfrica, Brasil, Colombia, India, Mozambique y Portugal) y que abarcan los ámbitos más importantes de la problemática social contemporánea (8).

De Sousa Santos elabora una concepción de la investigación social abierta a todas las posibilidades que la realidad pueda ofrecer. En ese sentido, desarrolla una investigación social que “no tiene un cuadro teórico estructurado”, “no dispone de un conjunto de hipótesis de trabajo” y “menos términos de referencia”. Al contrario del modelo teórico que define conceptos a priori, el estudio de la sociedad implica un conocimiento cabal de la pluralidad de investigaciones sobre un determinado tema, que actúan más como “orientaciones” y guías para acercarse a la realidad social. En correspondencia con lo anterior, no se formula una metodología definida de antemano, los procedimientos metodológicos se construyen de acuerdo a la naturaleza del objeto de estudio y se van elaborando según el desarrollo de la investigación. Se trata de un discurso contra la rigidez de la investigación y la predeterminación conceptual de la realidad, se enfatiza en la necesidad de partir de la propia experiencia, explorar las alternativas y hacer surgir lo no dado, de tal forma que la realidad societal aparezca en toda su complejidad. La investigación trata de abordar la realidad tal como ella viene ocurriendo, minimizando el papel de las categorías y teorías previas. Asimismo, la investigación busca observar los fenómenos in situ, en su medio natural, tal como son vividos en su autenticidad y espontaneidad por las personas (9).

En suma, la teoría es “construida de manera colectiva, de abajo hacia arriba”, aquí el proceso de investigación social se fundamenta en el contexto del descubrimiento. La lógica del contexto del descubrimiento se caracteriza por el predominio de la construcción de hipótesis y teorías a partir de la observación de los hechos sociales. Este procedimiento releva la observación de los aspectos de la vida social y, luego, trata de encontrar e inferir pautas que indiquen principios teóricos generales. El énfasis en el proceso del descubrimiento de la investigación social tiene como antecedente la crisis de la idea de la justificación o de la teoría, a consecuencia del duro cuestionamiento realizado por Popper, Lakatos y Kuhn.

En esa misma dirección, desde un ángulo más epistemológico Marcelo Arnold (2004, 2006), influenciado por Niklas Luhmann y Humberto Maturana, propone para América Latina un modelo de investigación sistémico/constructivista para “abordar fenómenos sociales complejos” según “procedimientos inductivos” y criterios “básicamente cualitativos”, que permitan transitar de la indagación tradicional dirigida a estudiar “objetos” hacia la de observar sujetos que, a su vez, son observadores.

El renovado interés en las ciencias sociales en los últimos años ha cuestionado duramente el modelo hipotético-deductivo como dominante en el proceso de investigación social, más bien se desarrolló la alternativa del modelo conceptual-inductivo, modelo de investigación que privilegia una lógica que se define por los  siguientes elementos: observación => datos => hipótesis => teoría. La investigación social pone mayor énfasis en el contexto del descubrimiento de nuevos conocimientos a partir de la observación de los hechos. En este sentido, el proceso de investigación conceptual-inductivo destaca la importancia de la observación, la inducción y lo cualitativo de la realidad social. La observación es el punto de partida del proceso investigatorio, lo signa, dirige y establece. La observación es el medio que permite acercarnos al mundo social de manera objetiva y posibilita la obtención de la información para describir y explicar los fenómenos del mundo social.

El desarrollo de una nueva propuesta de investigación tiene su base en el paradigma de la complejidad y en el predominio del descubrimiento en la investigación social. En efecto, el modelo conceptual-inductivo está interesado en subrayar la particularidad del objeto social, el papel de la acción humana y la subjetividad de las motivaciones, juicios, valores, justificaciones y propósito de los actores sociales. Giddens (10) señala que las ciencias sociales desarrollan una doble hermenéutica porque interpretan la realidad social que ya está interpretada por los propios sujetos que son parte del objeto de estudio. La investigación social observa sujetos que son activos, que realizan interpretaciones de su mundo; hay dos interpretaciones, la de actores sociales y la interpretación especializada de la investigación científica. Wallerstein, siguiendo a Max Weber, dirá que esto genera en la investigación social un reencantamiento del mundo, que implica la integración de la realidad fáctica con el significado, que se reconozca que hay una unidad entre la naturaleza y lo humano,y reclama un conocimiento social de carácter valorativo, es decir, un conocimiento verdadero y, al mismo tiempo, bueno y bello (Wallerstein 1996:81).

4. Formas prácticas de hacer investigación social

El desarrollo de las ciencias sociales en los últimos años se caracteriza por el énfasis en un particular estilo de estudio y entendimiento de la experiencia humana, estilo que aboga por acceder a hombres y mujeres concretos, que permite recuperar los saberes propios de América Latina, de pueblos subalternizados y sometidos al silencio cognoscitivo como resultado del proceso de conquista y expansión de la dependencia. Desde esa perspectiva, principalmente, se destacan los aportes técnicos y prácticos de investigación social para América Latina hechos por Walter Mignolo en su propuesta de historia oral y por Pablo González Casanova en el desarrollo de la alternativa de investigación acción-participativa, que revelan toda su potencialidad en el contacto con la vida real, con las vivencias personales y las circunstancias sociales, que apuntan al desarrollo de un conocimiento basado en la gestación de un saber emergente.

Lo central del aporte de Walter Mignolo en la historia oral de vida es su dimensión testimonial que permite alejarnos de un estilo de análisis donde el investigador tiene la  prioridad en la decisión de los temas y problemas a explorar, en cambio se sustenta en el mutuo reconocimiento y la reflexión conjunta sobre la experiencia e intención del “sujeto cognoscente” y los “sujetos a ser conocidos”. En este sentido, el testimonio se convierte en una especial forma de producción de conocimiento que incorpora lo nativo, lo específico, lo moderno y lo general en igualdad de condiciones, sin negar a ninguna de las partes, más bien ambas dimensiones se revelan y explican mutuamente, desapareciendo la diferencia epistemológica entre estudioso y interlocutor. La historia oral es una manera de acercarnos a la problemática, la explotación, marginación y desvalorización de una cultura, y lo que es más importante, se trata de un pensamiento que revela toda su potencialidad a partir del contacto con la vida real, la vivencia personal, las circunstancias y el medio natural. En suma, se trata de la búsqueda de una forma de conocimiento original centrada a partir de la propia realidad, desde sus mismos actores, en un proceso de reencuentro y reapropiación de los saberes pertenecientes a América Latina, que de alguna forma originaron la utopía de una racionalidad liberadora, convirtiéndose en uno de los mayores retos de esta parte del mundo a inicios del siglo XXI (Mignolo 2001).

Pablo González Casanova desarrolla la investigación-acción participativa como  principal forma investigatoria de su propuesta para América Latina, y lo señala en el subtítulo de su libro “De la academia a la política”. La investigación-acción participativa es una forma de desarrollar la investigación y una metodología de intervención social por medio de la cual la población participa activamente, en forma conjunta con el investigador, en el análisis de la realidad y en las acciones concretas para modificarla. Es una forma de acción. El análisis de la realidad es un modo de intervención y se orienta con la finalidad expresa de transformar la realidad desde dentro por la propia población, que ya no es considerada sólo como objeto de estudio, sino sujeto activo de la misma. La relación tradicional de sujeto-objeto se desarrolla a una relación sujeto-sujeto no sólo cognoscitivo, sino fundamentalmente de transformación y creación de la realidad social. La investigación-acción participativa es un medio de movilización social, es una herramienta que genera un tejido social, crea nuevas estructuras sociales y formas de integración en la comunidad para que la población participe, se comunique, estudie su realidad y resuelva los problemas (11). La investigación-acción participativa desarrolla un esfuerzo común de las personas en la toma de conciencia acerca de la realidad de la que forman parte y autoconciencia de sus problemas, críticos de sus posibilidades y alternativas, confiados en su potencial creador y más activos en la transformación de sus propias vidas. La población es el propio sujeto de la actuación y modificación social.

Como la investigación social en América Latina se orienta a observar lo que los observados indican y describen lo más conveniente es la utilización principalmente de procedimientos y técnicas desarrollados en los últimos años por la antropología y sociología cualitativa (Arnold 2004: 16-25). De modo más específico, se puede consultar para América latina a Martínez (2004) y Tarrés (2001).

En estas condiciones, la investigación social enfrenta un problema fundamental que proviene de la doble vertiente que configura el paradigma emergente en América Latina, pone en evidencia la exigencia de un conocimiento humano, que se asiente en la creatividad, libertad y sensibilidad de los sujetos sociales, y, de modo  complementario, el reclamo al rigor, sistematicidad y criticidad como criterios de cientificidad. La interrelación de ambos niveles de una misma unidad ha destacado en los últimos años el desarrollo de las metodologías participativas, que precisamente se caracterizan por su esfuerzo de poseer estos rasgos: ser sensibles a lo humano y, al mismo tiempo, tener que aplicar procedimientos rigurosos para lograr los conocimientos que mejor den cuenta de la realidad de América Latina.

5.  Conclusión

Examinamos la posibilidad de renovación epistemológica de las ciencias sociales  desde los aportes de un pensamiento emergente en América Latina. Dentro de un contexto crítico del conocimiento en América Latina, los modelos teóricos y los métodos de las ciencias sociales ya no son los más apropiados y las interrogantes que se formulan ya no permiten reproducir niveles significativos de la realidad y ofrecer una imagen adecuada de la sociedad. El desarrollo de una nueva perspectiva epistemológica de la investigación social todavía se encuentra en un proceso de transición, aunque asentada sobre los fundamentos de la racionalidad de la complejidad.

El desarrollo de un paradigma epistemológico de la investigación social en América Latina es uno de los requisitos centrales para generar un conocimiento propio de la sociedad en nuestro continente; en particular, se recogen los avances de la perspectiva de la complejidad en la investigación social. Proceso que significa recuperar nuestra tradición de pensamiento, de elaboración de una perspectiva teórica y de construcción epistemológica siguiendo un camino latinoamericano, sin dejar de lado los avances de la ciencia mundial.

Quizás uno de los rasgos más saltantes de la emergencia de una epistemología de las ciencias sociales es su relación con el desarrollo de un pensamiento crítico en América Latina, con la preocupación por el conocimiento de los límites de la sociedad actual y las posibilidades de configurar un orden más humano y justo. La gestación de una epistemología de la investigación social no sólo ofrece una perspectiva muy original sino, fundamentalmente, traza un vínculo muy estrecho con la práctica social.

Notas

(1) El presente trabajo es una versión revisada de la ponencia presentada en el XXVI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Guadalajara, México, agosto de 2007.

(2) Mayntz 2002, Wallerstein 1999. Desde el ángulo de América Latina son importantes los trabajos de Martínez 1993 y De Sousa Santos 2003.

(3) Los aportes de Humberto Maturana a los estudios de la complejidad han permitido una colaboración muy intensa entre las “ciencias duras”, especialmente la biología y las ciencias sociales en lo que se denomina la “Escuela Chilena”. Es importante destacar el texto de Osorio (2004).

(4) Perspectiva muy amplia que viene desarrollándose por impulso de Aníbal Quijano, Orlando Fals Borda, Walter Mignolo, Edgardo Lander, entre otros. En especial podemos destacar el libro de Lander (2000).

(5) Los estudios culturales son núcleos académicos de los países desarrollados y de los países de la periferia, y de los países de occidente y oriente, aunque representan prácticas intelectuales que existían y existen independientemente en América Latina de las que se dan en las naciones de habla inglesa. Ver Mato (2001).

(6) En especial dado su impacto en América Latina el trabajo de González Casanova (2004). También puede consultarse el especial sobre Complexidade de la Revista Sociologías 15 del 2006, Rodríguez y Arnold (2007), De Sousa Santos (2006), Martínez (1999). También son importantes los aportes de Cinta de Moebio. Revista de Epistemología de Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.

(7) Cabe anotar que estos rasgos no son exclusivos del conocimiento social, también fueron desarrollados por la física. En la física mecánica sujeto y objeto se encuentran separados, mientras que la física cuántica el objeto, las partículas altamente sensibles del mundo atómico, son alterados por el sujeto al estudiarlo. El sujeto se hace reflexivo, véase Ibáñez (1990:34-35).

(8) Investigación realizada entre 1996 y 2000 por el centro de Estudios Sociales de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra. Proyecto en el que colaboraron 75 investigadores en un trabajo colectivo sobre democracia participativa, sistemas alternativos de producción, multiculturalismo, justicia y ciudadanía culturales, lucha por la biodiversidad entre conocimientos rivales, nuevo internacionalismo obrero. A publicarse en siete libros, cada uno de más de 500 páginas (De Sousa Santos 2004).

(9) En esta misma dirección es importante el trabajo de Martínez 1999.

(10) Giddens (1993:80-82). También puede consultarse Luhmann, quien define la investigación social como una operación de segundo orden, consistente en observar la realidad social como objeto distinguible y, a la vez, tiene que comprender la distinción utilizada por los sujetos. Puede consultarse su artículo “¿Cómo se puede observar estructuras latentes?” (Luhmann 1995: 65).

(11) En América Latina recibe un impulso decisivo en la década del sesenta. Paulo Freire desarrolla la concepción de la educación popular que se basa en conceptos de la perspectiva participativista y de compromiso con los sectores populares en las ciencias sociales. Orlando Fals Borda llevó esta forma de investigación participativa a los diferentes niveles de la intervención social. El objetivo es que la población  y los profesionales intervengan desde el inicio hasta los resultados alcanzados. El Simposio Mundial sobre Crítica y Política en Ciencias Sociales, de Cartagena, Colombia en 1977, es el punto de partida para su lanzamiento a nivel mundial (Villasante 1994: 403).

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Recibido el 11/02/2008
Aceptado el 25/03/2008

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Cinta de Moebio
Revista de Epistemología de Ciencias Sociales
ISSN 0717-554X